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Madmaxista
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El movimiento charmil: la subcultura que podría devorar a los MENA
31 de julio de 2020
Por el equipo de Helpers [BCN]
A pesar de la existencia de bandas organizadas de chicos magrebíes que se dedican a cometer robos con extrema violencia de manera sistemática en Barcelona, los charmiles en Cataluña, a diferencia de lo que ocurre en jovenlandia, todavía no constituye una banda delictiva organizada y jerarquizada, como sí lo hicieron las maras centroamericanas a mediados de la década pasada o la segunda ola de los cabezas rapadas a finales de siglo.
El movimiento charmil, aun siendo extremadamente violento, se encuadra dentro de una subcultura juvenil, donde sus miembros, paradójicamente chicos desarraigados que provienen de entornos marginales, desestructurados y centros de menores, exhiben una estética ostentosa y construyen su identidad subversiva entorno a los valores consumistas, el tráfico y consumo de drojas, la violencia física y psicológica y un machismo exacerbado, donde el poder físico, el acoso y la masculinidad mal entendida son celebrados e incluso venerados.
Esta subcultura delictiva, que se inscribe esencialmente en el ámbito de las llamadas tribus urbanas, está estrechamente relacionada, junto con muchos otros factores y grupos delictivos, con el aumento de la delincuencia en Barcelona, la percepción de la inseguridad en la calle y la tensión de la convivencia en diferentes puntos del país, constituyendo una amenaza de presente y futuro para la seguridad y el orden público.
Este fenómeno, que podemos contemplar construyéndose ahora mismo utilizando el ojo de halcón que nos ofrece las redes sociales, lo hace paralelamente con la peor crisis de seguridad en la ciudad desde 1986, cuando la heroína golpeaba con violencia bastantes barrios de la ciudad, y el 26 % de la población barcelonesa afirmaba haber sido víctima de un delito. Hoy, treinta y cuatro años después, es el 31,8 % la que afirma haber sufrido algún delito, y donde la inseguridad, por segundo año consecutivo según el barómetro municipal, está a la cabeza del ranking de preocupación de los barceloneses, incluso por encima de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del cobi19 o de la recesión económica. Este aumento de seis puntos de victimización y el ranking del barómetro municipal representa el mayor retroceso en materia de seguridad de las tres últimas décadas, y desgraciadamente comparte tiempo y espacio con una crisis económica, todavía de dimensiones desconocidas, donde los turistas, principales víctimas hasta ahora, han desaparecido de las calles, y donde las personas de más de 65 años de edad, hasta hace poco el colectivo que menos robos sufría, se convierte en el botín principal aprovechando su vulnerabilidad física.
Estética y códigos propios: lujo, consumismo y violencia
Esta joven subcultura violenta y consumista ha desarrollado sus propios códigos de vestimenta, en donde predomina la presencia abrumadora de marcas y el deseo omnipresente de obtener productos de elevado valor: zapatillas deportivas de alta gama, accesorios y gorras, camisetas de futbol, teléfonos móviles de última generación... Es por esta razón que podemos ver centenares de jóvenes, en situación de exclusión social, más interesados en hacer ostentación en el sentido de un capitalismo occidental idealizado a través de las redes sociales, que en aprovechar la oportunidad brindada por el sistema de bienestar catalán.
Redes sociales
El papel de las redes sociales, principalmente Instagram y Facebook, sirve a los jóvenes para ostentar una falsa vida de éxito y lujo, mostrándose a los amigos y familiares como los vencedores del éxodo juvenil que sufre jovenlandia asolado por el fracaso escolar, el paro juvenil (24,1 %), la exclusión social (49 %) y un tejido social, educativo y sanitario defectuoso. Al mismo tiempo les proporciona la posibilidad de articular nuevas identidades e imaginarios colectivos, haciendo apología de la delincuencia y la criminalidad al ritmo de su propia música rap, que narra este estilo de vida delictivo.
Desde BCNHelpers hemos detectado y analizado una cincuentena de perfiles presentes en las redes sociales; hemos podido constatar la exhibición pública de armas, la difusión de objetos y vehículos sustraídos, y hasta vanagloriarse del acoso sensual y vejación de chicas, a las que consideran trofeos de caza que exhiben ante sus contactos. Hemos analizado centenares de videos y fotografías, y visto ahí similitudes con los códigos y comportamientos característicos de los charmiles magrebíes, en donde puede verse peleas multitudinarias con cuchillos de grandes dimensiones (la palabra charmil, atribuida al movimiento, procede de un plato típico de jovenlandia que se prepara con esa clase de cuchillos) y videos de cacerías coordinadas, en grupo, empleando una violencia extrema, tal como hacen los charmiles en las estrechas callejuelas de Casablanca. Estas mismas sospechas han recibido confirmación por parte de educadores sociales y miembros de la comunidad joven consultadas por BCNHelpers.
Podemos afirmar de manera objetiva que la subcultura charmil está asentada en territorio catalán, y que en un futuro próximo podría ser un factor clave para acabar de romper definitivamente la convivencia en los barrios y devorar el frágil futuro de una generación de menores tutelados que, según datos policiales, en el año 2019 ascendía a un 20 % de los detenidos entre los llegados durante el 2016, es decir, un total de 1011 menores habían sido detenidos como mínimo una vez. A pesar de hallarse en una situación extremadamente compleja –pese a carecer de referentes familiares, tienen mejores expectativas de futuro que en sus sociedades de origen, en las que la cobertura de las necesidades más básicas es absolutamente precaria– podrían desaprovechar la oportunidad que ofrece una sociedad abierta y tolerante, con una red de protección y acogida que, pese a sus muchos defectos estructurales, podría ofrecer la oportunidad de éxito más importante que ha tenido jamás ningún joven inmigrante.
FUENTE original en catalán: El moviment txarmil: la subcultura que podria devorar els MENA
31 de julio de 2020
Por el equipo de Helpers [BCN]
A pesar de la existencia de bandas organizadas de chicos magrebíes que se dedican a cometer robos con extrema violencia de manera sistemática en Barcelona, los charmiles en Cataluña, a diferencia de lo que ocurre en jovenlandia, todavía no constituye una banda delictiva organizada y jerarquizada, como sí lo hicieron las maras centroamericanas a mediados de la década pasada o la segunda ola de los cabezas rapadas a finales de siglo.
El movimiento charmil, aun siendo extremadamente violento, se encuadra dentro de una subcultura juvenil, donde sus miembros, paradójicamente chicos desarraigados que provienen de entornos marginales, desestructurados y centros de menores, exhiben una estética ostentosa y construyen su identidad subversiva entorno a los valores consumistas, el tráfico y consumo de drojas, la violencia física y psicológica y un machismo exacerbado, donde el poder físico, el acoso y la masculinidad mal entendida son celebrados e incluso venerados.
Esta subcultura delictiva, que se inscribe esencialmente en el ámbito de las llamadas tribus urbanas, está estrechamente relacionada, junto con muchos otros factores y grupos delictivos, con el aumento de la delincuencia en Barcelona, la percepción de la inseguridad en la calle y la tensión de la convivencia en diferentes puntos del país, constituyendo una amenaza de presente y futuro para la seguridad y el orden público.
Este fenómeno, que podemos contemplar construyéndose ahora mismo utilizando el ojo de halcón que nos ofrece las redes sociales, lo hace paralelamente con la peor crisis de seguridad en la ciudad desde 1986, cuando la heroína golpeaba con violencia bastantes barrios de la ciudad, y el 26 % de la población barcelonesa afirmaba haber sido víctima de un delito. Hoy, treinta y cuatro años después, es el 31,8 % la que afirma haber sufrido algún delito, y donde la inseguridad, por segundo año consecutivo según el barómetro municipal, está a la cabeza del ranking de preocupación de los barceloneses, incluso por encima de la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del cobi19 o de la recesión económica. Este aumento de seis puntos de victimización y el ranking del barómetro municipal representa el mayor retroceso en materia de seguridad de las tres últimas décadas, y desgraciadamente comparte tiempo y espacio con una crisis económica, todavía de dimensiones desconocidas, donde los turistas, principales víctimas hasta ahora, han desaparecido de las calles, y donde las personas de más de 65 años de edad, hasta hace poco el colectivo que menos robos sufría, se convierte en el botín principal aprovechando su vulnerabilidad física.
Estética y códigos propios: lujo, consumismo y violencia
Esta joven subcultura violenta y consumista ha desarrollado sus propios códigos de vestimenta, en donde predomina la presencia abrumadora de marcas y el deseo omnipresente de obtener productos de elevado valor: zapatillas deportivas de alta gama, accesorios y gorras, camisetas de futbol, teléfonos móviles de última generación... Es por esta razón que podemos ver centenares de jóvenes, en situación de exclusión social, más interesados en hacer ostentación en el sentido de un capitalismo occidental idealizado a través de las redes sociales, que en aprovechar la oportunidad brindada por el sistema de bienestar catalán.
Redes sociales
El papel de las redes sociales, principalmente Instagram y Facebook, sirve a los jóvenes para ostentar una falsa vida de éxito y lujo, mostrándose a los amigos y familiares como los vencedores del éxodo juvenil que sufre jovenlandia asolado por el fracaso escolar, el paro juvenil (24,1 %), la exclusión social (49 %) y un tejido social, educativo y sanitario defectuoso. Al mismo tiempo les proporciona la posibilidad de articular nuevas identidades e imaginarios colectivos, haciendo apología de la delincuencia y la criminalidad al ritmo de su propia música rap, que narra este estilo de vida delictivo.
Desde BCNHelpers hemos detectado y analizado una cincuentena de perfiles presentes en las redes sociales; hemos podido constatar la exhibición pública de armas, la difusión de objetos y vehículos sustraídos, y hasta vanagloriarse del acoso sensual y vejación de chicas, a las que consideran trofeos de caza que exhiben ante sus contactos. Hemos analizado centenares de videos y fotografías, y visto ahí similitudes con los códigos y comportamientos característicos de los charmiles magrebíes, en donde puede verse peleas multitudinarias con cuchillos de grandes dimensiones (la palabra charmil, atribuida al movimiento, procede de un plato típico de jovenlandia que se prepara con esa clase de cuchillos) y videos de cacerías coordinadas, en grupo, empleando una violencia extrema, tal como hacen los charmiles en las estrechas callejuelas de Casablanca. Estas mismas sospechas han recibido confirmación por parte de educadores sociales y miembros de la comunidad joven consultadas por BCNHelpers.
Podemos afirmar de manera objetiva que la subcultura charmil está asentada en territorio catalán, y que en un futuro próximo podría ser un factor clave para acabar de romper definitivamente la convivencia en los barrios y devorar el frágil futuro de una generación de menores tutelados que, según datos policiales, en el año 2019 ascendía a un 20 % de los detenidos entre los llegados durante el 2016, es decir, un total de 1011 menores habían sido detenidos como mínimo una vez. A pesar de hallarse en una situación extremadamente compleja –pese a carecer de referentes familiares, tienen mejores expectativas de futuro que en sus sociedades de origen, en las que la cobertura de las necesidades más básicas es absolutamente precaria– podrían desaprovechar la oportunidad que ofrece una sociedad abierta y tolerante, con una red de protección y acogida que, pese a sus muchos defectos estructurales, podría ofrecer la oportunidad de éxito más importante que ha tenido jamás ningún joven inmigrante.
FUENTE original en catalán: El moviment txarmil: la subcultura que podria devorar els MENA