Una cuestión sumamente interesante que debemos de abordar es la de saber quiénes exactamente podían recibir los subsidios de alimentación y qué cuantía había para ello. Desde un primer momento,fue condición previa para recibir las ayudas el ser ciudadano romano (no se admitían esclavos, extranjeros e incluso mujeres[3]) y pertenecer a la plebe, aunque desconocemos exactamente qué nivel de pobreza era el que se consideraba apto para entrar a formar parte de este grupo[4]. Lo que está claro actualmente es que fue la plebe residente en Roma la más favorecida por estas distribuciones, que estaban a cargo, en un primer momento, del Erario público[5], aunque poco a poco diversos magistrados comenzaron a contribuir haciendo donaciones de trigo o aceite cuando alcanzaban el cargo o en ocasiones puntuales.
Sin embargo, la iniciativa más importante se produjo en el año 132 a.C., gracias al impulso de Cayo Sempronio Graco[6], quien promulgó una ley frumentaria por la que el Estado se comprometía a mantener un precio constante y moderado para el trigo, a cargo del Erario Público[7].
Para poder desarrollar esta iniciativa de ley, Graco contaba con los recursos llegados a Roma desde todos los territorios conquistados hasta entonces, dependiendo de las importaciones de trigo provenientes de Sicilia, Cerdeña y África, lo que facilitó el desarrollo de su propuesta. Igualmente importante fue el hecho de que las distribuciones de trigo se hicieran igualitariamente a todos los ciudadanos plebeyos, sin mirar su umbral de pobreza, ya que el objetivo de esta Lex Frumentaria era el de, básicamente, mantener a un precio estable (y asequible para toda la población) este cereal[8], un bien de primera necesidad.
Después de las leyes de Cayo Sempronio Graco, la siguiente medida fue la establecida por la Lex Terentia Cassia Frumentaria del año 73 a.C., que fijó por primera vez las condiciones que debían cumplir los ciudadanos para disfrutar de las distribuciones de trigo, limitando el número de personas que tenían derecho a ellas y estableciendo en cinco modios[9] la cantidad recibida por individuo y vez[10].
Sin duda, la Lex Terentia Cassia Frumentaria fue sumamente importante, ya que permitió restringir el acceso a los repartos de trigo, limitándose a aquel sector de la población que se consideraba más necesitada.
Las leyes de Graco (y la reforma posterior del año 73 a.C.) fueron modificadas de manera radical cuando, en el año 58 a.C., el tribuno de la plebe Clodio consiguió que se votase una ley por la que todos los ciudadanos romanos (o, al menos, los que no pertenecían a las clases patricias) debían de recibir, de manera mensual, una determinada cantidad de trigo gratis, junto con otros alimentos de primera necesidad, que les permitiese asegurarse su sustento[11].
El trigo no se ofrecía a todos los habitantes de la ciudad, sino a aquellos que estaban inscritos como ciudadanos de tal forma que un importante número de personas no podía acceder a estos alimentos gratuitos.
Sin embargo, lo cierto es que las medidas de Clodio, pese a resultar insuficientes, ampliaron enormemente el grupo de personas que tenían asegurados, mes a mes, los alimentos más básicos.
Pan y Circo: las políticas alimentarias en la Antigua Roma
NADIE ES LIBRE si debe venderse para comer.
Dicho republicano.