Exacto.
Es que no va a haber colapso. Será un lento estrangulamiento, apacible en cierto modo, que conducirá a España en los próximos 30 ó 50 años a una posición semejante a la que ocupan actualmente los países del sudeste asiático: turismo barato y mano de obra esclava para ensamblar cosas producidas en otros países con mejor posición en el sistema de producción mundial.
El enemigo lo tenemos dentro desde 1978, quizá desde el tardofranquismo (todo apunta en la dirección de una real continuidad entre el R78 y el franquismo: las bases norteamericanas que Franco consintió, las Ley de educación de Villar de Palasí, precedente inmediato de la LOGSE, etc.).
Sin montar una revolución política completa que organice el poder de modo semejante al que disfruta EE. UU. desde hace ya casi dos siglos y medio, fuente de su riqueza actual, España no podrá ser nada en el mundo. Languidecerá junto con el resto de Europa y será el vasallo de un vasallo (sí, Alemania es un país ocupado por EE. UU. desde 1945).
Mad Max no habrá. Ojalá, pero el porvenir que ya asoma es mucho más cruel: seremos unos parias en el orden internacional del G-3 (EE. UU., Rusia y China) que está a las puertas. No tenemos energía, no producimos nada, estamos a la cabeza en burocracia y corrupción, no tenemos nada que ofrecer salvo sol, ocio barato y mano de obra barata para trabajos lo suficientemente complejos para que no sean exportados a Bangladesh, pero lo suficientemente poco jugosos para que no se los lleven otros Estados vasallos colocados más arriba en la escala trófica, como Alemania o Japón.
Un Mad Max sería mejor que ver a un país que una vez fue la Roma de la Edad Moderna convertido, tan sólo tres siglos después, en un país de tercera división.
Vayan con cuidado. Luchen contra el enemigo interior o emigren. Pero si esperan quedarse en España desoyendo a los agoreros, sus hijos y nietos tendrán la vida de un cayuquero.