ATENEA3
Madmaxista
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Una chica joven mira a cámara con el brazo extendido y el pulgar hacia abajo. Es la nueva imagen de campaña del partido de ultraderecha francés Frente Nacional. "Derecha, izquierda, todo se lo han cargado!", Dice el eslogan. Se acercan las presidenciales del 2007 y el partido dirigido por Jean-Marie Le Pen se hunde en críticas del ala más dura para la inclusión de una chica negra como reclamo propagandístico. La que firma este giro radical en la estrategia del partido es Marine Le Pen, entonces directora de campaña de su padre y hoy candidata a la presidencia de la República Francesa. Es el inicio del endulzamiento.
Descabalgado el padre con poco más de un 10% de los votos en la primera vuelta del 2007, la benjamina de los Le Pen toma las riendas oficiosas del partido, ejerciendo un liderazgo que se oficializa en enero de 2011 en el congreso de Tours, del que sale como presidenta del Frente Nacional. En abril, sólo tres meses más tarde, esta abogada de 43 años, divorciada y risueña, progenitora de tres hijos e hija de una figura capital de la ultraderecha europea, se sitúa al frente de las encuestas para alcanzar la presidencia francesa. Es un milagro político, pero sobre todo estético. Marine Le Pen ha cambiado de imagen un partido personalista que se reflejaba en el rostro duro y el verbo agresivo de su padre. En poco más de cinco años, ha convertido un partido ideológicamente mimético al FPÖ austriaco ya la Plataforma per Catalunya de Anglada en una formación crecientemente legítima entre los franceses. Con los brazos abiertos, perfil maternal, y una modernización de la línea política, que gana en sutileza y rebaja la dureza del discurso, Marine Le Pen ha "normalizado" el partido, dibujando una fachada de respetabilidad democrática.
La metamorfosis, más formal que filosófica, tiene varias patas. Para empezar, la estridencia antisemita ha pasado a mejor vida. Mientras que Jean-Marie Le Pen se refería a las cámaras de gas como "un detalle en la historia de la Segunda Guerra Mundial", su hija, Marine, se desmarcaba hace un año considerando la shoah el "colmo de la barbarie ". En cuanto a la fobia al islam ya la inmi gración, idea vertebradora del partido, sigue en el corazón del discurso. Pero si bien su padre calificaba al islam de "peligro mortal" para Francia, la hija apela con sutileza al repruebo racial encendiendo polémicas sobre la comida halal. En el terreno económico, el antiliberalismo irrenunciable del partido ha dejado de serlo y la salida del euro que preconizaban las viejas glorias ya no es leitmotiv de campaña. Y, en relación con Europa, puede agradecer a Sarkozy su amenaza del pasado domingo de romper con Schengen si no se endurece el control fronterizo de la Unión. Si el presidente convoca las pulsiones antieuropeas de los franceses, ¿por qué no debería hacerlo una aspirante?
De cara a la primera vuelta del 22 de abril, los sondeos le auguran los mejores resultados de su historia: entre un 17% y un 20% de los votos. Es cierto que el viento sopla a favor para una formación extremista como la suya. La crisis económica y jovenlandesal y el descrédito de las élites políticas son grandes argumentos para el populismo, pero no es menos cierto que Le Pen se enfrenta con un talento electoral como Nicolas Sarkozy, que le está calcando el discurso para cazar su voto de base. Con todo, difícilmente pasará a la segunda vuelta, pero está poniendo los cimientos para el futuro y seduciendo a los votantes más jóvenes, hasta el punto que supera al presidente en intención de voto entre el electorado que va de los 18 a los 22 años. La amargura de los propósitos xenófobos sigue tan vigente como cuando era el padre quien los proclamaba, pero se ha endulzado el envoltorio hasta el punto que uno de cada cinco franceses está dispuesto a elevarla al trono presidencial.
19/03/12 02:00 - Xavier Orri
