ALKJ
Madmaxista
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Repasando los diferentes conceptos de la burbuja, los mantras repetidos mil veces por pasapiseros, especuladores, suegras, visilleras, pepitos, bobierno y demás entes pobladores de la metaparodia que constituye hispañistán, he recordado cierto debate sobre el pensamiento y el lenguaje.
En ciertas disciplinas, de aquello tan repudiado por estas tierras que algunos llaman ciencia, se plantea la cuestión de como se estructuran el pensamiento, cómo se construye una idea y como se plasma la misma.
La cuestión, además de interesante, no resulta nada banal, ya que atañe a lo que en muchas ocasiones se ha definido como la esencia del ser humano, o al menos como el elemento definitorio de la inteligencia.
El dilema sobre el que se centra el debate es similar a aquella disyuntiva sobre el huevo y la gallina y se refleja en la siguiente pregunta: Qué fue antes, el pensamiento o el lenguaje?
Los respectivos planteamientos básicos de cada postura son los siguientes:
Sin entrar con mayor profundidad en estas cuestiones, ni en los detalles más finos de la cuestión, si me gustaría destacar cierto argumento de una de las posturas, porque lo considero sumamente relevante para plantear la cuestión de fondo de mi exposición:
Los loros, que repiten e imitan mantras sin sentido, aprendidos a base de repetirlos mil veces. No entienden los sonidos que están emitiendo, ni tan siquiera los reproducen siempre en la misma secuencia, ni ante el mismo estímulo. Sin embargo, son capaces de verter frases enteras, consideradas como válidas, con estructura y significado. No obstante, para los loros, dichos sonidos, no cuentan con una relevancia distinta de un mero ruido.
Parece, por tanto, que tenemos animales superiores que son capaces de emplear, o reproducir, un cierto lenguaje sin que por ello cuenten con una estructura mental que implique un pensamiento asociado.
Caballeros, permítanme ahora señalar algunos hechos relevantes de nuestra historia reciente:
Se han producido numerosas reformas del sistema educativo en los últimos 30 años. A la luz de los resultados parece que cada modificación hubiera sido diseñada con el único propósito de limitar la capacidad de desarrollo mental de sus sufridores.
Hemos vivido unas décadas en las que el avance de los medios de comunicación, y es posible que también de destrucción, de masas ha resultado de lo más llamativo. No sé si alguno de ustedes recordará, hace algo más de 1 década, el revuelo que provocó la creación del programa "gran hermano" donde hasta ciertas personas e instituciones de relevancia alzaron su voz para denunciar sus nada deseables virtudes. En 10 años se ha pasado de esa alarma y repudia al extremo en que el rebaño ya ni tan siquiera le presta atención por haberlo asumido completamente.
En política se ha evolucionado hasta una situación, que en palabras de un ilustre personaje, no existe distinción entre partidos ni ideologías, sólamente hay arriba o abajo. La política es otro gran circo, donde los participantes están completamente de acuerdo en lo fundamental y montan sus sainetes y zarzuelas respecto a lo superfluo.
Bajo este particular esquema nos encontramos que quienes ocupan el escalón de abajo, son conducidos bucólicamente por un pastor esquizofrénico, con unos perros paranoides hacia un redil que no existe.
Aun así, nos encontramos que han sabido aplicar muy bien las enseñanzas del que parece su maestro conceptual, aquel que dijo que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Las mismas consignas machaconas, repetidas por todos los frentes. El adoctrinamiento multilateral, donde cualquier cuestionamiento supone un exterminio, al menos por la vía del más absoluto ostracismo.
Salgan ustedes a pasear por la calle, y verán que se encuentran rodeados por más pájaros que en la magistral creación de Hitchcock. Ahí los tienen, cacareando, repitiendo consignas machaconamente, todas tan vacías de significado como sus estériles cavidades craneales. Somos un país de loros, donde nuestros insipiduos pobladores no entienden lo que escuchan, pero lo aprenden y lo repiten. Dogma de fe señores. Es la nueva religión.
Al final, la estrategia ha funcionado, nuestro criador de loros ha logrado tener su jaula, moldeada a su antojo, para comerciar con las plumas de sus esperpénticas creaciones.
En ciertas disciplinas, de aquello tan repudiado por estas tierras que algunos llaman ciencia, se plantea la cuestión de como se estructuran el pensamiento, cómo se construye una idea y como se plasma la misma.
La cuestión, además de interesante, no resulta nada banal, ya que atañe a lo que en muchas ocasiones se ha definido como la esencia del ser humano, o al menos como el elemento definitorio de la inteligencia.
El dilema sobre el que se centra el debate es similar a aquella disyuntiva sobre el huevo y la gallina y se refleja en la siguiente pregunta: Qué fue antes, el pensamiento o el lenguaje?
Los respectivos planteamientos básicos de cada postura son los siguientes:
- El pensamiento es anterior, puesto que las ideas fluyen y se construyen sin importar el lenguaje.
- No es posible construir una idea sin un lenguaje que la soporte, ya que cualquier manera de conceptualización implica necesariamente un tipo de lenguaje.
Sin entrar con mayor profundidad en estas cuestiones, ni en los detalles más finos de la cuestión, si me gustaría destacar cierto argumento de una de las posturas, porque lo considero sumamente relevante para plantear la cuestión de fondo de mi exposición:
Los loros, que repiten e imitan mantras sin sentido, aprendidos a base de repetirlos mil veces. No entienden los sonidos que están emitiendo, ni tan siquiera los reproducen siempre en la misma secuencia, ni ante el mismo estímulo. Sin embargo, son capaces de verter frases enteras, consideradas como válidas, con estructura y significado. No obstante, para los loros, dichos sonidos, no cuentan con una relevancia distinta de un mero ruido.
Parece, por tanto, que tenemos animales superiores que son capaces de emplear, o reproducir, un cierto lenguaje sin que por ello cuenten con una estructura mental que implique un pensamiento asociado.
Caballeros, permítanme ahora señalar algunos hechos relevantes de nuestra historia reciente:
Se han producido numerosas reformas del sistema educativo en los últimos 30 años. A la luz de los resultados parece que cada modificación hubiera sido diseñada con el único propósito de limitar la capacidad de desarrollo mental de sus sufridores.
Hemos vivido unas décadas en las que el avance de los medios de comunicación, y es posible que también de destrucción, de masas ha resultado de lo más llamativo. No sé si alguno de ustedes recordará, hace algo más de 1 década, el revuelo que provocó la creación del programa "gran hermano" donde hasta ciertas personas e instituciones de relevancia alzaron su voz para denunciar sus nada deseables virtudes. En 10 años se ha pasado de esa alarma y repudia al extremo en que el rebaño ya ni tan siquiera le presta atención por haberlo asumido completamente.
En política se ha evolucionado hasta una situación, que en palabras de un ilustre personaje, no existe distinción entre partidos ni ideologías, sólamente hay arriba o abajo. La política es otro gran circo, donde los participantes están completamente de acuerdo en lo fundamental y montan sus sainetes y zarzuelas respecto a lo superfluo.
Bajo este particular esquema nos encontramos que quienes ocupan el escalón de abajo, son conducidos bucólicamente por un pastor esquizofrénico, con unos perros paranoides hacia un redil que no existe.
Aun así, nos encontramos que han sabido aplicar muy bien las enseñanzas del que parece su maestro conceptual, aquel que dijo que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Las mismas consignas machaconas, repetidas por todos los frentes. El adoctrinamiento multilateral, donde cualquier cuestionamiento supone un exterminio, al menos por la vía del más absoluto ostracismo.
Salgan ustedes a pasear por la calle, y verán que se encuentran rodeados por más pájaros que en la magistral creación de Hitchcock. Ahí los tienen, cacareando, repitiendo consignas machaconamente, todas tan vacías de significado como sus estériles cavidades craneales. Somos un país de loros, donde nuestros insipiduos pobladores no entienden lo que escuchan, pero lo aprenden y lo repiten. Dogma de fe señores. Es la nueva religión.
Al final, la estrategia ha funcionado, nuestro criador de loros ha logrado tener su jaula, moldeada a su antojo, para comerciar con las plumas de sus esperpénticas creaciones.