Pero la mayoría tiene el síndrome de Adoración al Estado (sólo discutís sobre qué partido debe mandar en el Gobierno, que es como, entre clavarios de una cofradía, discutir sobre el tonalidad de las velas a la Virgen); y repruebo a la acracia, a la libertad de pensamiento y conciencia. Padecéis una especie de síndrome de Estocolmo, estáis enamorados de vuestro secuestrador, aunque os prostituya continuamente y os explote hasta la extenuación. No existe partido político que resuelva los problemas que os da el Estado porque todo partido político, en cuanto logra representación, es adoptado por ese Estado y le paga sueldo, dietas y chollos. Y financia sus campañas electorales. Se convierte en un hijo del Estado y, en lo sucesivo, trabaja para él como grupo de altos funcionarios.