En el futuro, si todavía existen arqueólogos así, dirán que el discóbolo es obra del capricho de la naturaleza, de vientos y lluvias que dieron, por casualidad, tal forma a una piedra, con cada uno de los detalles que hoy conocemos en tal escultura (y es una posibilidad cierta que, si existen universos infinitos, en algún momento se produciría así, no por las capacidades de Mirón, sino por la casualidad del impacto de gotas de lluvia y golpes del viento, durante milenios, sobre la piedra).
No sé en cuál de esos universos infinitos, si existen, estoy viviendo ahora, pero, seguro que sí, que estoy viviendo en el que más fulastres existen o gobiernan países y dictámenes de expertos.