Defensa del PUDOR

Bulldozerbass

Pecador de la pradera
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Como he estado pegando una conferencia de Antonio Caponetto en varios hilos de berzas y culos, reggeton y otras degeneraciones, creo que el tema del PUDOR merece hilo propio.

Como intriducción traigo aquí el video y un resumen de un artículo que transcribe algunas partes:





Tiene el poeta Hesíodo un cantar dedicado a Los trabajos y los días, y en un momento determinado da su explicación sobre las edades históricas, sobre los momentos, los grandes momentos de la creación y del desarrollo posterior y de la caída; y hablando de las etapas o periodos históricos, sostiene que hay una edad inaugural, la edad de oro, en la cual los hombres vivían en estado de perfección, como consecuencia de una actitud soberbia, que los griegos llaman “hibris". Esa edad de oro devino en una edad decadente y sombría, y terminó en la edad más crepuscular de todas, que era la edad de hierro; entonces Hesíodo describe los males de la edad de hierro, que son muchos, pero en un momento determinado, está el abandono de la diosa del pudor: Aidos se reviste en su túnica blanca y se marcha, diciendo “yo aquí, ya no tengo más nada que hacer“. Y cuando la ve marcharse, Némesis, la diosa de la memoria, se le acerca tomándola cálidamente del brazo y le dice: “pues yo me marcho contigo, ya no hay más nada noble ni digno de ser recordado si se ha perdido el pudor. ¡Qué significativa esta enseñanza de una pagano como Hesíodo, en una obra escrita ocho siglos antes de la Encarnación del Verbo!, y qué valiosa al mismo tiempo la afirmación de esta virtud cuya pérdida significaría nada más y nada menos que el fin de un ciclo, la clausura de un tiempo y la fuga, ya sea de la divinidad tutelar del pudor, como de la memoria, encargada de llevar las crónicas fidedignas y veraces de todo cuanto acontece.

Siendo tan importante entonces esta virtud del pudor, vamos a hacer algunas reflexiones sobre la misma.

La primera reflexión, es que desde el punto de vista semántico la palabra pudor significa vergüenza, que quiere ocultar un bien de la exhibición pública, pero el pudor no oculta un mal, el pudor oculta un bien, el sentimiento de pudor por lo tanto está lleno de nobleza de hidalguía, porque el pudoroso oculta algo bueno en defensa y en resguardo de su intimidad, el pudoroso ejecuta así, un acto de reverencia interior, el pudor consiste en la resistencia que opone el individuo a ser devorado por lo universal y por lo general.

Por lo tanto, la pudicia, se ordena a la castidad no como una virtud desconectada de la misma, sino como una expresión específica, singular y concreta de la castidad; el pudor es honestidad, decoro, recato y por eso mismo en la Sagrada Escritura en el capítulo 12 del Levítico, se nos dice “no descubrirás la desnudez".

Segunda reflexión; es posible hallar un origen antropológico en el pudor, porque el origen del pudor está en que el hombre no existe en un solo plano; el hombre es un puente: al mismo tiempo que es pontífice hacedor de puentes, él mismo parece ser y obrar como puente, pero un puente entre dos pasajes o entre dos órdenes: el espíritu - la carne, la temporalidad - la eternidad. De esa experiencia paradojal brota el pudor, de esa extrañeza, de esa conciencia de un antagonismo entre el deber ser y la realidad es que brota la virtud del pudor; y es aquí cuando se entiende aquello que dice el apóstol San Pablo: la carne tiene deseos contrarios al espíritu“, y el único modo de resolver esta aparente incompatibilidad es ordenando y jerarquizando los bienes.

Pero más importante que el sentido antropológico del pudor, es el sentido teológico, puesto que el último fundamento del pudor, está en la caída del hombre desde su estado de imagen de Dios o “Imago Dei". En el libro del Génesis se dice, hablando de nuestros primeros padres ya caídos, “sus ojos se abrieron y vieron que estaban desnudos“. Después del pecado, el hombre siente vergüenza de sí mismo y ante el Dios que lo ha creado, y que es testigo de ese pecado, por eso el pudor es la actitud de quien se detiene ante el umbral mismo del Misterio.

Tercera reflexión; el pudor protege la vida en su faz puramente biológica, esto es cierto, pero también en su faz espiritual y esto es menos conocido y menos analizado. En el primer aspecto, el pudor da decoro a la función sensual, pero en el segundo aspecto custodia la intimidad integral de la criatura, y aún si no existiera la función sensual activa, el hombre está obligado igual a ser pudoroso, porque el pudor es connatural al hombre, lo necesita y lo reclama el hombre por ser esa unión substancial de alma y de cuerpo, por ese carácter de hacedor de puentes entre lo temporal y lo eterno, lo visible y lo invisible, de modo que el pudor es también una alerta prudencial que protege ese tesoro íntimo para que nos volvamos recatados y discretos. Por eso cuando el hombre pierde el sentido del pudor y el ejercicio y práctica del pudor, no es por haberse convertido en un espíritu puro, sino por haberse degradado a la condición animal o a la condición zoológica. La impudicia es fruto de la destemplanza, el hombre impúdico se animaliza.

Cuarta reflexión: el pudor -decíamos, y lo vamos a subrayar hasta el final-, es connatural al hombre, no es una construcción ideológica, no es un artificio que dependa del curso de los tiempos, no es una consecuencia de la cultura o de la civilización, debemos tener muchísimo cuidado con este relativismo cultural que hoy se imparte aún en los ambientes sedicentemente católicos. Todos los pueblos de la tierra han demostrado el ejercicio del pudor, y su valoración, lo cual no quiere decir que no lo hayan conculcado, pero con conciencia de que al hacerlo estaban cometiendo una falta, aun variando las formas significativas propias de cada cultura. La verdad es que si uno estudia o lee las crónicas de los principales exploradores o descubridores o misioneros se encuentra con este común denominador: los pueblos, aún los más antiguos y remotos de la tierra, tenían en estima el concepto de pudor y su práctica, manifestada muchas veces en costumbres que hoy nos son ajenas o distantes, pero que no dejan de tener esa característica recurrente de la búsqueda del decoro, de la honestidad. Podríamos decir entonces que el pudor es universal, natural y heredado, es común a todos los hombres y persiste durante toda la vida del hombre. La pérdida del pudor es una anomalía y hoy vivimos bajo esta anomalía, la perdida intencional del pudor es presentada hoy como una conquista social y por lo tanto el hombre vive animalizado y degradado creyendo que de esa manera ha alcanzado la libertad a fuer de permisivismo y libertinaje. Siempre se entendió y siempre se intuyó que la reproducción de la vida en el hombre y todo lo que atañe a ella no es solamente un hecho corpóreo, biológico, sino que es algo sagrado. Todo lo ligado a la reproducción de la vida debe ser cubierto entonces con la dignidad y con la reverencia propia de las cosas sagradas.

La animalización que antes denunciábamos trae como consecuencia la desacralización del hombre y también la desacralización de la función sensual del hombre reducida a pura genitalidad, o a puro saqueo hormonal, como dice el padre Petit de Murat.

Quinta reflexión: el pudor no es, no es por lo tanto, vergüenza mala, la que se siente al reconocer en sí la existencia de un valor inferior. El valor que el pudor protege y que ve amenazado es superior, por eso el pudor custodia, preserva, tutela y resguarda ese valor, porque lo considera objetivamente valioso.

Tampoco el pudor es coquetería. La persona coqueta es la que busca estimular la pasión con alternativas de ceder y de negar. El pudor en cambio sólo niega y se niega mientras no está seguro de la sinceridad del otro, la persona coqueta en el momento en que baja los ojos no piensa sino en levantarlos y ver el efecto que ha producido ese gesto; la persona pudorosa, en cambio, baja los ojos por humildad, por recato y no por la tendencia de hacerse valer, ni obtener consecuencias o frutos posteriores -que por cierto se obtienen en la persona virtuosa-, y digamos que la persona coqueta está llena de vanidad, mientras que la persona casta está llena de modestia.

Hay, a propósito de esta gran distinción de entre la modestia y la castidad, entre el pudor y la coquetería, una vieja copla criolla que recuerda un instante fugaz en la vida de un hombre y de una mujer. La entenderán todos: él recuerda y le dice

llegabas por el sendero del andar y trenzas sueltas,

brillaban tus ojos neցros claridad de luna llena,

mis labios te hicieron daño al besar tu boca fresca,

castigo me dio tu mano pero más golpeó tu ausencia.

Volví por caminos blancos, volví sin poder llegar,

grité con mi grito largo, canté sin saber cantar,

cerraste los ojos neցros, se volvió tu cara blanca

y llevamos tu silencio al sonar de las campanas,

la luna cayó en el agua, el dolor golpeó mi pecho

con cuerdas de cien guitarras me trencé en remordimientos


Lo que había pasado, dicho ya prosaicamente, era muy sencillo: él se había acercado a ella intempestivamente para darle un beso, ella no lo deseaba y sintiéndose atacada en su pudor, le dio una sonora bofetada, como corresponde y entonces él recuerda el episodio pero con remordimientos, y por eso la copla magnífica termina diciendo

“tristeza de haber herido tu pudor en un sendero,

tristeza de los caminos que después ya no te vieron,

silencio del camposanto, soledad de las estrellas,

recuerdos que duelen tanto, delantal y trenzas negras",


Antes se enseñaban estas cosas en las escuelas y heredábamos de la progenitora patria ese cancionero riquísimo que exaltaba y celebraba el pudor del hombre y el pudor de la mujer; “pícaro molinero ¿qué le dijiste a la molinerita que está tan triste?, ofender a mujeres es un delito, no las ofendas nunca molinerito“…

Eran tiempos en que no existía la violencia de género, existía la caballerosidad y el trato cristiano.

El pudor entonces es la desconfianza de la pureza al contacto con la impureza; no es inocencia: la inocencia es la confianza de la pureza que no conoce la impureza, estos bebitos que he visto que están aquí, -castigados por sus padres obligándolos a escuchar estas charlas!-, estos bebitos son inocentes, en ellos es la totalidad de la confianza de la pureza que no conoce la impureza, pero en cambio el pudor es la desconfianza legítima, necesaria de la pureza al contacto con la impureza.

El pudor no es tampoco la frivolidad de usar los símbolos como estrategia canallesca para burlarse del pudor. Hay cierta publicidad que se basa exclusivamente en imágenes religiosas tradicionales, sacerdotes ensotanados, religiosas con sus velos y todo deliberadamente ultrajado y vejado y escarnecido, para que los símbolos clásicos del pudor se ordenen pecaminosamente a la impudicia. Pero tampoco el pudor es jansenismo, mojigatería o gazmoñería, no podemos confundir la virtud del pudor con las formas sólo externas del pudor, pero también estemos alertas porque el mundo descalifica siempre como mojigatería las formas externas. Ni el pudor se agota en las formas externas ni puede descuidarlas, ¡porque lo necesita!: no somos ángeles, hay un pudor corporal y hay un pudor psíquico, por lo general prestamos más atención al primero que al segundo y sin embargo el segundo también es valioso y en muchas ocasiones cuando se pierde, trae aparejada la pérdida del pudor corpóreo o físico.

Los medios por los cuales el hombre guarda la intimidad son principalmente tres: la casa, el vestido y la palabra. Volveremos sobre este importante punto pero lo dejo enunciado ahora, precisamente para que sepamos distinguir, qué es el pudor, de lo que no es, y veremos entonces, como puede fortalecerse y puede debilitarse según el modo en que nosotros elijamos vivir, expresarnos o vestirnos.

Sexta reflexión; la fuerza del pudor, indica la actitud para amar: un pudor débil coincide con una frialdad afectiva, mientras que un pudor fuerte coincide con la calidez afectiva, el pudor da frutos afectivos nobles, en cambio la impudicia da frutos afectivos vulgares y por eso da repelús tanto la compañía de una persona impúdica y nos enorgullece, tranquiliza y alivia la presencia afectiva, la manifestación afectuosa de un hombre pudoroso.

“La disminución incontestable del sentimiento del pudor -dice Max Scheler- en la época moderna no es una consecuencia de los progresos de la civilización, sino un índice psíquico de una degeneración de la raza”, y el desdén que se tiene por este sentimiento es uno de los mil testimonios de la autoridad que ejercen cada vez más los valores vulgares, tiránicamente instalados en la vida del hombre. Muchas veces hemos insistido en este punto: la vulgaridad no educa, no forma; la vulgaridad destruye y corroe los contornos y los cimientos del ser. Es cierto que el pudoroso a veces se retrae ante la manifestación del afecto por temor a faltar al pudor, a lo que hoy prácticamente es un avasallamiento de la presencia del otro, llevado a cabo exprofeso. Aplebeyado y muchas veces encanallecido, el arrojo de la impudicia conduce al pecado, y la inhibición del pudoroso puede ser la ofrenda de la propia virtud, lo bello y lo adecuado. Lo aconsejable es poder manifestar el afecto humano conservando el pudor en el gesto, en la palabra y en la mirada, no cometamos la precipitación del lujurioso, pero que tampoco nos pase lo que narran estos versos titulados Nunca te dije nada (1): “Con una rosa tonalidad cielo,/ puesta de sol tu pollera, yo te vi así a mi manera/ y fue mi mayor anhelo, el perfume de tu pelo/, en tu carita aniñada, dulzor de tu mirada,/ la tristeza de tu llanto, pensar que te quise tanto/ y nunca te dije nada“.

El hombre no se animaba a hablar a la dama y después se arrepiente, ya era tarde,

capaz de montar un trueno,/ por un porrón de ginebra,/ o dormir con cien culebras/ sin que me melle el veneno,/ mi sangre no tiene freno/ pa’ cualquier atropellada,/ le hago pata ancha sin nada/ al diablo más entrañudo,/ yo que fui tan corajudo y nunca te dije nada. /

Extraña filosofía hay en mis noches serenas,/ oigo una voz que con pena/ me dice -Yo soy María, delirio en mi fantasía/ por la frase tan deseada,/ se adelanta una encordada y un triste canto me llega,/ pude ser tu Santos Vega, y nunca te dije nada
“.

De modo que si aquí hay algún Santo Vega o Santa Vega, por favor que no tenga ni la precipitación del lujurioso ni la inhibición de este pobre hombre que al final se quedó sin nada.

Séptima reflexión; el pudor no es solo una virtud olvidada, sino que ya no se la considera virtud sino patología, se considera al pudor como una costumbre, o un condicionamiento social, una cuestión de gustos, una imposición social coactiva y en última instancia si todo esto hoy es el pudor, no hay demasiadas razones serias para conservarlo. Se nos dice incluso que conservar el pudor conduce a la neurosis. Pero si el pudor es una virtud, por lo tanto es un deber, no un deber en el sentido kantiano, sino que es un deber en el sentido de la deuda de amor que tenemos para con Dios.

Hay dos modos sutiles de quebrar la vida virtuosa, uno es divorciando las virtudes, que están llamadas a vivir en conexión entre sí. Por ejemplo cuando la caridad se desvincula de la veracidad, la misericordia de la justicia, o el pudor de la castidad. Pero la otra forma sutil de conculcar la virtud es haciendola radicar en la potencia equivocada, por eso nosotros tenemos que saber que el pudor radica en la templanza, y así considerado, es el hábito de conservar la propia intimidad a cubierto de los extraños, y se dice que una persona no tiene pudor cuando se comporta en público de la misma manera en que debería hacerlo en privado, así cuando ha caído en la promiscuidad, cuando ha perdido la distinción entre lo privado y lo público.

(finaliza en el próximo post)


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Totalmente de acuerdo.

Pero es que incluso aceptando ciertas modas y que los tiempos cambian, como católico que soy pero no mojigato ni puritano, lo que quiero es que una mujer me sugiera que tiene un buen trastero, no que lo exhiba en su totalidad en la plaza del pueblo.

La elegancia, la virilidad, la feminidad...se está yendo todo por el sumidero.
no deberías pensar así, como cristiano sabes que eso no está bien.
 
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