Ésa es precisamente la diferencia. Los hombres se putean de otra forma, son capaces de llegar a las manos, e incluso el que pierde se pega un tiro en la sien y a otra cosa mariposa. Entre hombres se lucha por la promoción, por el poder, por ascender, por salir elegido para liderar un proyecto. Entre mujeres se pelea porque nada cambie. Si un grupo de funcionarias está cómoda con una determinada rutina de trabajo, y de lo que no es trabajo, como cubrirse las ausencias las unas a las otras o fichar una por todas, irán a degúello contra quien ose modificar su statu quo. No pretenden ganar más, ni asumir mayores responsabilidades. Su frase favorita suele ser la de "esto siempre se ha hecho así", y de ahí no las mueves o terminarás siendo el chivo expiatorio que acaba de baja por depresión o buscando otro destino.Se ve que los hombres no se putean entre ellos para competir por el puesto más alto. Son como fieras a por el dinero y posición. Pero no te quito razón. Aquí no se salva nadie sea del sesso que sea.
Me alegro de que por fin haya una sentencia ejemplar en un tema tan delicado y que no solo provoca tanto malestar y depresión en las víctimas sino que para colmo impide el buen funcionamiento de cualquier organización. Hay comportamientos que solo pueden producirse en la Administración pública, donde no hay dueño y donde los jefes están siempre de paso y sin ganas de meterse en líos. A ver quien es el guapo que lidia con un grupo de estas características sin olvidar que puede ser su próximo objetivo.