Este tema -u otros de temática muy similar en relación a los ciclos de vida de las edificaciones y de la teórica mejor calidad de las viviendas nuevas respecto de las antiguas- se ha discutido aquí hasta la saciedad, con sus múltiples variantes, no llegándose nunca a ninguna conclusión, digamos, unificada. Es uno de los pocos temas en los que los burbujistas -entre los que me incluyo, por supuesto- no hemos sidos nunca capaces de ponernos de acuerdo, no habiendo hasta la fecha, pues, dogma oficial del burbujismo al respecto.
Con todo, el tema no es baladí, sino que, en relación a la temática específicamente inmobiliaria, es uno de los más determinantes. Como quiera que gran parte de los burbujistas -y remarco lo de gran parte, quedando otra parte, también significativa, fuera del ámbito de mi comentario- tratarán, en el futuro y cuando los precios sean sensatos, de comprar una vivienda para vivir en ella -aspiración lógica y natural-, la duda acerca de qué tipo de vivienda comprar adquiere una importancia capital.
Hay un bando -los novísimos, los llamaría yo, si se me permite la licencia poética- que, quizá por motivos más sociológico o políticos que meramente técnicos, denigran hasta la saciedad las viviendas antiguas, rescoldos, según ellos, de las aberraciones urbanísticas llevadas a cabo por el maléfico franquismo. Para este grupo, toda construcción de más de treinta años -y quizá la cifra no sea en absoluto casual- es una ruina en potencia que amenaza con caerse debido a la flagrante aluminosis de la que adolece su hormigón. Aparte de la "obsoleta funcionalidad" de tales edificaciones y que, ya se sabe, lo mal que se hacía todo con Franco, más aún los pisos. Hablan, sigo con este grupo de burbujistas, despectivamente de todo aquello que lleve en pie más de treinta años, analogándolo siempre a los barracones del yugo y las flechas de los años 50. Al postular la conveniencia de, llegado el momento, comprar vivienda de nueva construcción, algunos sueñan con que sus pisos cuenten con todos los adelantos técnológicos, a nivel de aislamientos, eficiencia energética e instalaciones. Parecen olvidar que, tanto ayer como hoy y mañana, quien construirá será un constructor español para compradores españoles.
En otro bando, en el que me incluyo, se defiende que poco o nada influye en la calidad de la edificación -y de su durabilidad futura- los años de la misma. Bien es cierto que el hormigón tiene una vida útil de 100 años, y que resulta una insensatez hipotecarse a 40 años por algo que tiene 60, pero quizá la insensatez sea, en cualquiera de los casos hipotecarse a tantos años. Bien conservado, un edificio antiguo dura bastantes más de esos 100 años; no sabemos, por contra, cuánto durará la sarama que se ha edificado en estos últimos años.
En mi caso, que ya he repetido en varias ocasiones, compré un piso antiguo, mucho mayor y mejor situado que los de nueva construcción, en un inmueble de características similares a muchos otros que, con el doble de años, aún quedan en pie en la ciudad norteña -grande, bastante grande y bastante cara en relación a la vivienda- en la que vivo. Insisto en este punto porque, a mi juicio, es capital. Edificios similares al mío, pero con el doble de edad, unos 80 años, se mantienen en pie -y no sólo eso, sino en óptimas condiciones de habitabilidad y funcionalidad- tras las preceptivas reformas en tejados y fachadas. Sé, por ello, que el mío durará, con total seguridad, más que yo. Aunque no fue la mía una compra en el mejor momento -junio del 2006-, la hipoteca fue pequeña, y dos años después me la quité de enmedio. Mi piso, tras reforma, quedó mejor que nuevo, así como el edificio, tras renovar tejado, fachada e instalaciones generales. Amigos tengo que compraron pisos nuevecitos en el extrarradio, con calidades de construcción, a simple vista, bastante deficientes. Sé, repito, que mi inmueble seguirá en pie dentro de 40 años -y sin derramas significativas de por medio-; nadie puede decir, por contra, lo mismo de los bloques de tochos y pladur apilados en la vorágine burbujil. ¿Les durará su piso treinta años, cuarenta, o se les caerá a pedazos dentro de 20, cuando de la burbuja inmobiliaria sólo quede un vago recuerdo en la memoria de algunos, sus responsables se hayan dado por desaparecidos, pero millones de españoles sigan pagando a precio de oro unas construcciones que en su día algunos agoreros avisamos que probablemente fueran cosa efímera?
Es, por supuesto, como decía Ferroviario, una locura hipotecarse a 40 años por algo de otros 40. Pero más locura quizás sea hipotecarse a los mismos 40 años, por algo que no se sabe si durará ni 20. La locura, al cabo, es hipotecarse por cualquier cosa, más allá de 10 o, a lo sumo, 15 años. Compremos lo que compremos, y podamos pagar en esta vida, es seguro que no nos lo podremos llevar a la otra.
A mis amistades fanáticas del pisito nuevo, siempre les respondo que estoy seguro que mi piso antiguo durará más que yo, y que se lo dejaré a mis hijos. Lo que ya dudo es, si por la merluzez de muchos, habrá país en el que ese piso sirva de algo. O los pepitos de pladur se lo habrán cargado.
, y sino preguntadle al que tuvo que abrir el boquete en el muro de carga para instalar el aire acondicionado...
