Hacía tiempo que no iba a ver ningún piso y la verdad es que este tenía buena pinta: ático, 3 habitaciones, 2 baños, solárium de 70 m2 con vistas al mar, piscina... en fin, de todo. Y por menos de 200.000 euros.
La llamada a la inmobiliaria no ha tenido desperdicio, la comercial no me dejaba colgar al teléfono, aun habiéndole confirmado la cita, diciéndome que era una gran oportunidad y que ya había varios clientes interesados. Sale el tema de las hipotecas y me dice, en referencia al euribor, con total convicción:
ella -"pero ten en cuenta que el euribor el año que viene va a bajar".
yo -"bueno, eso es algo que nadie puede predecir".
ella (con firmeza)-"claro que sí, y te voy a decir por qué".
yo (a ver si me he perdido algo) -¿"por qué?".
ella -"porque si no nadie podría pagar la hipoteca y todo el mundo se arruinaría".
yo (sin salir de mi asombro) -"como sabrás, el euribor afecta a toda Europa, no sólo a España, y en Europa un puñado de españoles hipotecados pinta muy poquito".
ella -"claro, pero a los europeos lo del euribor les da igual, porque ganan más que nosotros".
Bueno, ahí decidí que no había motivo para continuar conversando. Así que unas horas más tarde fuimos a ver el piso, por supuesto, estaba en el último rincón de Mijas, en una de nuestras encantadoras urbanizaciones fantasma, en un edificio de un año de antigüedad que ya empezaba a resquebrajarse.
El solárium es lo único que valía la pena, siempre que obviaras a los vecinos con el mismo solárium que tú que te rodeaban a derecha e izquierda, con lo cual la intimidad es nula.
Pero el piso, uf, en resumen: en la cocina no cabía el frigorífico, en las dos habitaciones pequeñas no cabía una cama, en los armarios empotrados no cabía una percha derecha y el salón era un pasillo ancho.
Cuando le comentábamos lo pequeño que era decía: "es que así es como se construye ahora" o "pues es de lo mejorcito" o "es lo que hay, en mi piso no he podido poner mesitas de noche en los dormitorios".
Me sorprendió mucho esta extraña forma de vender, es decir, no me estaba diciendo lo bueno que era el piso, sino que era el mal menor dentro de toda la oferta.
Lo mejor de todo es que los otros pisos que se vendían en la misma urbanización valían de media unos 60.000 euros más.
De todas formas, muerto el gusanillo, ya puedo seguir esperando un par de añitos más a que la racionalidad vuelva a la mente de los españoles.
La llamada a la inmobiliaria no ha tenido desperdicio, la comercial no me dejaba colgar al teléfono, aun habiéndole confirmado la cita, diciéndome que era una gran oportunidad y que ya había varios clientes interesados. Sale el tema de las hipotecas y me dice, en referencia al euribor, con total convicción:
ella -"pero ten en cuenta que el euribor el año que viene va a bajar".
yo -"bueno, eso es algo que nadie puede predecir".
ella (con firmeza)-"claro que sí, y te voy a decir por qué".
yo (a ver si me he perdido algo) -¿"por qué?".
ella -"porque si no nadie podría pagar la hipoteca y todo el mundo se arruinaría".
yo (sin salir de mi asombro) -"como sabrás, el euribor afecta a toda Europa, no sólo a España, y en Europa un puñado de españoles hipotecados pinta muy poquito".
ella -"claro, pero a los europeos lo del euribor les da igual, porque ganan más que nosotros".
Bueno, ahí decidí que no había motivo para continuar conversando. Así que unas horas más tarde fuimos a ver el piso, por supuesto, estaba en el último rincón de Mijas, en una de nuestras encantadoras urbanizaciones fantasma, en un edificio de un año de antigüedad que ya empezaba a resquebrajarse.
El solárium es lo único que valía la pena, siempre que obviaras a los vecinos con el mismo solárium que tú que te rodeaban a derecha e izquierda, con lo cual la intimidad es nula.
Pero el piso, uf, en resumen: en la cocina no cabía el frigorífico, en las dos habitaciones pequeñas no cabía una cama, en los armarios empotrados no cabía una percha derecha y el salón era un pasillo ancho.
Cuando le comentábamos lo pequeño que era decía: "es que así es como se construye ahora" o "pues es de lo mejorcito" o "es lo que hay, en mi piso no he podido poner mesitas de noche en los dormitorios".
Me sorprendió mucho esta extraña forma de vender, es decir, no me estaba diciendo lo bueno que era el piso, sino que era el mal menor dentro de toda la oferta.
Lo mejor de todo es que los otros pisos que se vendían en la misma urbanización valían de media unos 60.000 euros más.
De todas formas, muerto el gusanillo, ya puedo seguir esperando un par de añitos más a que la racionalidad vuelva a la mente de los españoles.
