Creo en un Dios creador. A partir de aquí, ya no estoy seguro de qué es ese Dios, y solo soy capaz de concebirlo de tres formas:
1. El Eterno. La única realidad necesaria, Aquel que concibe el Universo a cada instante para que no desaparezca. Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente, superior a toda Su creación y, por tanto, incomprensible en Sus motivaciones incluso por Sus creaciones más racionales, que solo pueden aproximarse ligeramente a las mismas otorgándoLe atributos que no Le son propios sino de sus criaturas.
2. Una entidad vulnerable cuyo poder quedó mermado cuando repartió su esencia entre las almas de sus creaciones superiores; consciente de que, si es olvidado, si deja de ser adorado, muere una parte de sí mismo y con ello el mismo universo, al perder el control sobre las leyes de la física.
3. Un ser que, ávido por dejar de sufrir, se destruyó a sí mismo dando origen a este universo condenado a la degradación de su materia. Dios murió cuando el universo nació, y nosotros somos un remanente de ese Dios que con el tiempo también desaparecerá, como todo lo existente salvo un agradable vacío salpicado de infinítamente distantes partículas elementales.