Tras recibir a una delegación georgiana en Moscú, Iosef Stalin se puso a buscar su pipa. Como no la encontraba, y aprovechando que la delegación se encontraba en los pasillos del Kremlin, envió a Lavrenti Beria (el temido jefe de la policía secreta) con el encargo:
– Beria, corra tras la delegación y averigüe cual de ellos se ha llevado mi pipa
Beria, obediente, sale corriendo y al rato Stalin encuentra su pipa debajo de unos papeles. Llama a Beria y le dice:
– Laurenti, no se preocupe que ya he encontrado mi pipa, la tenía aquí mismo, entre mis papeles.
– Demasiado tarde camarada -responde Beria-, la mitad de la delegación reconoció haberse llevado tu pipa, y la otra mitad murió durante el interrogatorio.