Clara estuvo cuatro años acudiendo a terapia para superar la agresión
El paseo les llevó a una zona despoblada, junto a un campo de naranjos. De repente, el chaval abandonó la amabilidad que había mostrado hasta ese momento. “Se bajó los pantalones y me pidió que le hiciera una felación”, relata Clara. Ella se negó y la reacción fue de una violencia desmesurada. La joven apenas recuerda más allá de los primeros golpes que recibió. Después, no hay más que una sucesión de imágenes aisladas. “Estaba sin ropa interior, y con la cara ensangrentada; vi a unos chavales a los que pedí ayuda; me acuerdo de la ambulancia que me llevó al hospital y de un policía que me pidió el teléfono de mi padre”.
Tenía la mandíbula partida en cuatro fragmentos. La operaron y pasó una semana en el hospital. Tras recibir el alta, volvió a ingresar por una fiebre que resultó ser un herpes que le había transmitido el agresor y que le apareció en la zona de la boca. Entre los problemas que tenía para alimentarse y el trauma posterior a la agresión, Clara adelgazó 10 kilos en los veinte días siguientes.
Las víctimas suelen presentar estrés postraumático, entre otros síntomas
“Las consecuencias de una violación dependen tanto de las características de la víctima, de su edad, del entorno que tiene o de su personalidad, como del tipo de agresión que ha sufrido”, explica Encarnación Sueiro, profesora de psicología de la Universidad de Vigo. “En las consultas, yo lo que pretendo es que normalicen su vida”, añade esta psicóloga clínica que atiende a víctimas de abuso en un centro de orientación familiar de la red pública gallega.
“Lo habitual es que vengan impactadas, con estrés postraumático”, señala Beatriz Mergelina, a cuyo centro llegan mujeres remitidas por la Generalitat valenciana. “Suelen sufrir alteraciones del sueño, de la ingesta, reviven escenas de la agresión a modo de flashback repetidos, están en un estado de hipersensibilidad a los olores, al tacto de otras personas...” añade la psicóloga clínica valenciana.
Los especialistas advierten del uso de drojas que anulan la voluntad
En Cavas, el seguimiento a las víctimas suele mantenerse a lo largo de cuatro años (con los menores, hasta que superan la adolescencia). En los primeros meses, las terapias son semanales, A medida que pasa el tiempo se van espaciando, aunque es frecuente que con ocasión del juicio y la tensión que genera, vuelva a reforzarse la ayuda. “Las chicas saben que nos pueden llamar en cualquier momento que se sientan mal”, explica la terapeuta.
A Clara le costó tiempo volver a sus rutinas. Tardó medio año en salir con sus amigas por la noche. Y otro año poder volver a subir al tren. Antes de su parada está la del pueblo donde fue agredida y no soportaba pasar por la estación de esta localidad de camino a casa. “Me entraban unas ganas insoportables de echar a correr”, explica. El objetivo del tratamiento consiste en recuperar la vida que las víctimas llevaban antes de la agresión enfrentándolas a sus miedos. Para ello, por ejemplo, Beatriz acompañó a Clara al bar de copas donde arrancó aquella fatídica noche.
“Ahora, si te acuerdas de aquello ya no es lo mismo, no te afecta igual, aunque es algo que sigue estando ahí”, comenta esta joven valenciana. Los recuerdos pueden volver a emerger, aunque de forma controlada. Como ha sucedido las últimas semanas, a raíz de la detención del falso monje shaolin de Bilbao asesino de cortesanas. “No puedo con ese tema, cada vez que sale en la tele me voy”, explica.
Sin olvidar nunca que el único culpable de una agresión es el propio violador, los especialistas recomiendan tomar precauciones básicas para prevenir situaciones de riesgo. Más allá de las clásicas de tratar de ir acompañada o evitar zonas oscuras o poco concurridas, Beatriz Mergelina advierte de que no hay que perder de vista las copas por la noche.