ciberecovero
Será en Octubre
Buen pescuezo si, pero la languida se va un poco de los cuartos delanteros.Que cuello.
Ha cumplido.
El colectivo gayer tiene una identidad colectiva.De Carlos Esteban.
Cuando los electores se equivocan | La Gaceta
Cuenta el diario de referencia abriendo su primera que 'El PP se planta por primera vez ante Rajoy por el 'caso Soria', y uno no sabe si la contundencia dweb.archive.org
Cayetana Álvarez de Toledo es una chica de derechas, por decirlo de un modo impreciso pero fácil de entender, y ayer escribió una tribuna en El Mundo, ‘Contra la identidad’, que me facilita enormemente la labor de explicar dónde está la falla.
Recita Álvarez de Toledo con conmovedora fe el dictum popperiano según el cual las identidades colectivas no existen. «Sólo las individuales. Y son tan volátiles…».
Es un mero juego de palabras: solo existen las individuales, que a su vez están condicionadas por las colectivas. Si el colectivo es una ficción, también lo es el individuo, stricto sensu: les desafío a que me encuentren un individuo perfectamente desvinculado de toda identidad colectiva. Para empezar, no sabría hablar.
Así que Álvarez de Toledo podría encuadrarse, de entrada, en el colectivo de quienes han leído a Popper y, dentro del mismo, en el subconjunto de quienes se lo han creído.
Pero lo que sigue en su exposición es lo verdaderamente significativo: la autora nos cuenta su caso: «Fui apátrida hasta los 18 años, argentina hasta los 24, franco-argentina hasta los 32 y desde entonces soy técnicamente hispano-franco-argentina». Y concluye, con otras palabras: sed como yo.
Álvarez de Toledo cae en el modernísimo pecado de pretender que la excepción rija la norma. Álvarez de Toledo parece no entender que su caso, el de miles de cosmopolitas que en verdad pertenecen a tribu propia, a una tribu nómada a la que, comprensiblemente, irritan fronteras y jurisdicciones, es no solo excepcional, sino indeseable para la abrumadora mayoría. Ese «castizo Chamberí» donde nació, esa «vieja casita parisina» donde dio sus primeros pasos, ese «Palermo porteño» donde creció y ese Oxford donde se hizo adulta los construyeron gente que se quedaron, gente que amaba lo suyo.
Asegura Álvarez de Toledo que «la defensa de la identidad colectiva es un ejercicio intelectualmente frustrante y políticamente peligroso, también en el caso de Europa», y tiene razón, al menos en lo segundo.
El pensamiento que no es en algún sentido «peligroso» no vale la pena ni consignarlo por escrito. Las ideas democráticas fueron peligrosas, el cristianismo fue muy peligroso, la libertad es peligrosísima. Pero la defensa de la no identidad es, además de frustrante y peligrosa, suicida.
Porque, Cayetana, esa identidad impostada que defiendes, basada en ideas, es, ay, producto de Occidente, y cuando pretendes universalizarla estás solo solazándote en un ejercicio de wishful thinking que la realidad se empeña actualmente en contradecir a diario.
No es un resurgir del nazismo lo que estamos contemplando, pese a la cansina cantinela de los medios que, como los malos generales, libran siempre la batalla anterior. Es un número creciente de individuos que empiezan a intuir que, cuando decides desembarazarte de tu identidad ‘colectiva’, el resultado no es la utopía liberal sino la imposición de una identidad extraña.