tmoliterno
Madmaxista
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Carta a Carolina Bescansa de un menor de 45 años que no votó ni votará nunca a Podemos
A ver si se mueren los viejos. Así se podría resumir la idea que movió los insultos contra las personas mayores lanzados desde la ultraizquierda tras las dos últimas Elecciones Generales.
Sin medir la repercusión que tendrían unas afirmaciones tuyas en esa línea siendo secretaria de análisis político de Podemos, hoy, Carolina, has dado alas a esa idea afirmando desde los micrófonos de RNE que “si en este país sólo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias ya sería presidente del Gobierno”. Lejos de rectificar esta burrada, has justificado tu afirmación echando mano del CIS, pues el voto es secreto y no es posible saber a qué edades se vota a tal o cual partido.
Cuando has pronunciado esa afirmación en RNE lo has hecho -estoy convencido de ello- pensando en voz alta y comunicándonos deseos inconfesables que preferirías haber mantenido ocultos. Oír a una diputada especulando sobre lo bien que le iría a su partido si no votase la gente en edad madura me parece tan desafortunado y perversos como soñar con un país en el que no votasen las mujeres, los cristianos, los gayses, los rubios, los gallegos o los autónomos.
A lo largo de la historia, como bien sabrás -pues eres politóloga-, las ideologías totalitarias se han esforzado por dividir a la sociedad en buenos y malos para generar un enfrentamiento del que sacar tajada política. El nacionalismo señaló a los forasteros; el comunismo señaló a los religiosos y a los burgueses; el nazismo señaló a los judíos, a los etnianos y a los gayses; hoy vosotros, bajo el enésimo disfraz del marxismo político, señaláis a los mayores de 45 años como si fuesen malas personas que quieren usurpar a los jóvenes el futuro utópico que les prometéis. Es la misma técnica que ya usaron otros antes. Los comunistas llamaron “contrarrevolucionarios” a los que se oponían a su utopía de un mundo sin clases y sin religión. Los nazis la emprendieron contra aquellos que se oponían a su idea de una Gran Alemania. Estigmatizar a grandes capas de la población es una estrategia perversa que suele acabar en una matanza, como nos enseña la historia. Esa historia de la que son testigos privilegiados, precisamente, nuestros mayores.
Con tu lamentable afirmación de hoy, de hecho, vienes a lanzarnos un mensaje implícito: a Podemos le estorban las personas que tienen más experiencia en la vida, aquellas que han vivido más años y han tenido más tiempo para desengañarse de quienes prometen, como lo hacéis vosotros, un futuro en el que todos los males desaparecerán si les otorgamos todo el poder. Yo tengo 40 años. No llego todavía al listón que has puesto para excluir del paraíso podemita a quienes hayan visto demasiadas cosas en el camino como para dejarse engañar por cualquier charlatán que aparezca a la vuelta de la esquina. A estas alturas de la vida ya he tenido suficientes desengaños como para picar con reclamos demagógicos como los vuestros. Soy gallego y el pasado domingo no voté al PP, pero supongo que a ti esto te da igual, porque los malos somos, en general, todos los que no os votamos a vosotros. Soy autónomo y lo que cobro me lo gano con el sudor de mi trabajo: nadie me ha regalado nada. Cuando escucho a un político hacer promesas sobre las cosas que nos va a dar si le votamos, siempre me asalta la misma pregunta: ¿quién va a pagar tus promesas? La respuesta es evidente: nosotros. Creería otra cosa si no hubiese leído vuestros programas, pero los he leído, y lo que leo en ellos es tan viejo como la humanidad. Sois la enésima edición de la política de panem et circenses (“pan y circo”), inventada por los peores tiranos de la antigua Roma para ganarse al pueblo con regalos pagados por el propio pueblo.
Yo no he votado nunca a Podemos, ni tengo intención de votaros, porque estoy harto de que charlatanes de la política quieran comprar mi voto con mi dinero, especialmente cuando esos charlatanes pretenden, además, usar ese voto para darle un zarpazo a nuestras propiedades y a nuestras libertades. La historia en esto, como en todo, también es una buena maestra. En vuestro caso, además, la lección es muy reciente y está muy fresca. Con las recetas que vosotros proponéis para España se ha hundido en la ruina un país productor de petróleo como Venezuela, pero la ruina no sólo ha sido económica, sino también política y moral. Las atroces violaciones de derechos humanos en Venezuela a manos del chavismo, que os habéis negado a condenar, son la mejor prueba de ello, pero no la única. Si por algo se caracterizan los políticos populistas es por acumular todo el poder posible. Esa acumulación de poder tiene siempre, sin excepción, efectos letales en el terreno de las libertades pero también en el del uso y abuso de los bienes públicos. A día de hoy, el régimen chavista al que vosotros asesorasteis ha convertido a Venezuela en el país con más corrupción política de Latinoamérica, y vosotros aún tenéis la cara de presentaros en España como los paladines de la lucha contra la corrupción.
Por mi parte, doy gracias de que en España hay mucha gente sensata, tanto entre los jóvenes como entre los mayores, que se ha dado cuenta a tiempo de lo que sois. Por eso electoralmente vais encadenando una derrota tras otra. Espero y deseo que esa tendencia continúe.
Un saludo de un paisano tuyo.
A ver si se mueren los viejos. Así se podría resumir la idea que movió los insultos contra las personas mayores lanzados desde la ultraizquierda tras las dos últimas Elecciones Generales.
Sin medir la repercusión que tendrían unas afirmaciones tuyas en esa línea siendo secretaria de análisis político de Podemos, hoy, Carolina, has dado alas a esa idea afirmando desde los micrófonos de RNE que “si en este país sólo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias ya sería presidente del Gobierno”. Lejos de rectificar esta burrada, has justificado tu afirmación echando mano del CIS, pues el voto es secreto y no es posible saber a qué edades se vota a tal o cual partido.
Cuando has pronunciado esa afirmación en RNE lo has hecho -estoy convencido de ello- pensando en voz alta y comunicándonos deseos inconfesables que preferirías haber mantenido ocultos. Oír a una diputada especulando sobre lo bien que le iría a su partido si no votase la gente en edad madura me parece tan desafortunado y perversos como soñar con un país en el que no votasen las mujeres, los cristianos, los gayses, los rubios, los gallegos o los autónomos.
A lo largo de la historia, como bien sabrás -pues eres politóloga-, las ideologías totalitarias se han esforzado por dividir a la sociedad en buenos y malos para generar un enfrentamiento del que sacar tajada política. El nacionalismo señaló a los forasteros; el comunismo señaló a los religiosos y a los burgueses; el nazismo señaló a los judíos, a los etnianos y a los gayses; hoy vosotros, bajo el enésimo disfraz del marxismo político, señaláis a los mayores de 45 años como si fuesen malas personas que quieren usurpar a los jóvenes el futuro utópico que les prometéis. Es la misma técnica que ya usaron otros antes. Los comunistas llamaron “contrarrevolucionarios” a los que se oponían a su utopía de un mundo sin clases y sin religión. Los nazis la emprendieron contra aquellos que se oponían a su idea de una Gran Alemania. Estigmatizar a grandes capas de la población es una estrategia perversa que suele acabar en una matanza, como nos enseña la historia. Esa historia de la que son testigos privilegiados, precisamente, nuestros mayores.
Con tu lamentable afirmación de hoy, de hecho, vienes a lanzarnos un mensaje implícito: a Podemos le estorban las personas que tienen más experiencia en la vida, aquellas que han vivido más años y han tenido más tiempo para desengañarse de quienes prometen, como lo hacéis vosotros, un futuro en el que todos los males desaparecerán si les otorgamos todo el poder. Yo tengo 40 años. No llego todavía al listón que has puesto para excluir del paraíso podemita a quienes hayan visto demasiadas cosas en el camino como para dejarse engañar por cualquier charlatán que aparezca a la vuelta de la esquina. A estas alturas de la vida ya he tenido suficientes desengaños como para picar con reclamos demagógicos como los vuestros. Soy gallego y el pasado domingo no voté al PP, pero supongo que a ti esto te da igual, porque los malos somos, en general, todos los que no os votamos a vosotros. Soy autónomo y lo que cobro me lo gano con el sudor de mi trabajo: nadie me ha regalado nada. Cuando escucho a un político hacer promesas sobre las cosas que nos va a dar si le votamos, siempre me asalta la misma pregunta: ¿quién va a pagar tus promesas? La respuesta es evidente: nosotros. Creería otra cosa si no hubiese leído vuestros programas, pero los he leído, y lo que leo en ellos es tan viejo como la humanidad. Sois la enésima edición de la política de panem et circenses (“pan y circo”), inventada por los peores tiranos de la antigua Roma para ganarse al pueblo con regalos pagados por el propio pueblo.
Yo no he votado nunca a Podemos, ni tengo intención de votaros, porque estoy harto de que charlatanes de la política quieran comprar mi voto con mi dinero, especialmente cuando esos charlatanes pretenden, además, usar ese voto para darle un zarpazo a nuestras propiedades y a nuestras libertades. La historia en esto, como en todo, también es una buena maestra. En vuestro caso, además, la lección es muy reciente y está muy fresca. Con las recetas que vosotros proponéis para España se ha hundido en la ruina un país productor de petróleo como Venezuela, pero la ruina no sólo ha sido económica, sino también política y moral. Las atroces violaciones de derechos humanos en Venezuela a manos del chavismo, que os habéis negado a condenar, son la mejor prueba de ello, pero no la única. Si por algo se caracterizan los políticos populistas es por acumular todo el poder posible. Esa acumulación de poder tiene siempre, sin excepción, efectos letales en el terreno de las libertades pero también en el del uso y abuso de los bienes públicos. A día de hoy, el régimen chavista al que vosotros asesorasteis ha convertido a Venezuela en el país con más corrupción política de Latinoamérica, y vosotros aún tenéis la cara de presentaros en España como los paladines de la lucha contra la corrupción.
Por mi parte, doy gracias de que en España hay mucha gente sensata, tanto entre los jóvenes como entre los mayores, que se ha dado cuenta a tiempo de lo que sois. Por eso electoralmente vais encadenando una derrota tras otra. Espero y deseo que esa tendencia continúe.
Un saludo de un paisano tuyo.