Cantabria: otro asunto de comunales, en este caso acabó a tiros: "Esta tarde mato al neցro" (y lo ma

Bernaldo

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Este episodio le gustará a los "identis" y a algunos "masculinistas".

En cuanto a Jaisenberg se pondrá del viajero neցro contra el pueblerino borracho escopetero.

La clave del asunto la dan algunos comentarios y la mencioné en el hilo del belga:

"Hay una ley, bueno, pero todas las viviendas tienen que tener un paso. La razón se le da siempre al último que ha llegado al pueblo. De toda la vida se ha entrado en casa por pasos vecinales. No puede ser que venga uno de fuera a tocar eso», espeta la mujer, con poca empatía en sus palabras hacia Loli: «¿La viuda? ¿o la compañera?». «Si se marchó de Bustillo fue porque quiso», abunda"

«Mataré al neցro» en Bustillo de Villafufre | El Diario Montañes

Los cierres en los entornos de las casas están produciendo quiebras en la convivencia de los pueblos, incluso a conflictos abiertos.

«Mataré al neցro» en Bustillo de Villafufre


MARIÑA ÁLVAREZVillafufre

Sábado, 19 enero 2019, 13:00



Francisco Puerta era un manitas. En su tiempo libre, cuando no podaba rosales, hacía 'ñapas' en casa. Era un miércoles por la tarde, víspera del día del Pilar. Arreglaba unos muebles de la cocina en el jardín, con su bebé de dos años y los otros dos niños de su pareja, de 6 y 12 años, jugando a su alrededor. Loli Linares, la progenitora, acababa de llegar y estaba planchando en la primera planta. Transcurrían plácidas las horas en este hogar de Bustillo de Villafufre...

Hasta que llegó Antonio Hervás, alias 'Tomate'. Venía cargado de ira y alcohol tras su ronda por los bares, donde daba cuenta del litigio que le enfrentaba «al neցro» por la valla que había levantado entre las casas adosadas de ambos. Eran las 19.15. Tomate, de 69 años de edad, entró en su vivienda, cogió su escopeta y disparó desde la escalera a Francisco, de 36 años, que cayó muerto bajo el pino que la familia adornaba cada Navidad.


Loli escuchó el ruido y se asomó sin demasiada premura a la ventana, pensando que a su marido se le había caído una herramienta. Vio su cuerpo ensangrentado. Bajó corriendo, se abrazó a él un tiempo eterno, hasta que miró detrás y vio a los tres niños pegados a ella, «sus caras de espanto no las podré olvidar jamás, tengo grabado cada segundo…». Luego, el vacío. El 11 de octubre de 2006 el asesinato de Francisco Puerta, un vigilante de seguridad natural de Colombia y afincado en Cantabria desde hacía tiempo, ocasionó un ingente daño colateral: Un niño que nunca se repuso del trauma, una mujer que no consiguió rehacer su vida, una hija en Cartagena de Indias que no pudo reunirse con su padre, el abandono del pueblo de toda la familia, desolación entre sus amigos y compañeros de trabajo, el dolor de la esposa del Tomate que tanto les quería... Y un Villafufre dividido.

Tras perpetrar el crimen, Antonio Hervás se dirigió al cuartel de la Guardia Civil de Selaya y confesó: «He apiolado al neցro». No se arrepintió. Simplemente asumió lo que había hecho y que llevaba tiempo advirtiendo, a su manera. Entre vino y vino fanfarroneaba: «un día voy a apiolar al neցro». Y en los bares no se le daba crédito, se le reía la gracia cuando las copas ya le ponían bravucón. Ese día hiló más fino: «Esta tarde va a caer un neցro», cuentan que dijo. Y cayó. Sin reparar en lo que le pasaría después: Hervás ya no pudo seguir cuidando a Ramona, su mujer, que estaba impedida. Fue condenado a 12 años y medio de guandoca -cumplió siete u ocho-. Antes del juicio vendió sus bienes y entregó 40.000 euros, a repartir entre la viuda y la exmujer de la víctima, y gracias a ello se le aplicó las atenuantes de confesión y de reparación del daño, aunque no llegó a satisfacer la indemnización total que figura en la sentencia (258.000 euros).

Hervás murió en mayo de 2016. Su mujer ya había fallecido tiempo atrás en una residencia. Loli vendió la casa de Bustillo y se marchó con sus hijos a su Galicia natal. Triste por la pérdida y por la incomprensión de sus vecinos.


Una casa habitada y la otra abandonada



Victoria con un vecino señala la casa de Tomate e indica el lugar de la escalera desde donde disparó a Fran,
Victoria con un vecino señala la casa de Tomate e indica el lugar de la escalera desde donde disparó a Fran, / Daniel Pedriza


La casa de Fran y Loli la compró dos meses después del crimen una mujer belga, dueña de un restaurante en Pontejos. La de Antonio y Ramona, que no tenían hijos, parece abandonada. «Yo acababa de pasar por delante para ir a echar de comer a las vacas. Estaba Fran en el jardín. Me puse a coger higos cuando sonó un disparo. Vi a Fran como agachado, donde está esa leña», señala Victoria, una vecina de Bustillo. «Estaba de espaldas y Tomate le disparó desde su escalera. A bocajarro, qué cabrón», recuerda esta mujer, que piensa que detrás de este asesinato hubo un fuerte componente racista: «Hubo gente del pueblo que dijo que Tomate había hecho bien. No veían con buenos ojos al neցro. Y a él se le metió en las narices que tenía que matarlo. Válgame Dios, y dejó a Loli sola con los tres niños...».




En la actualidad: A la izquierda, la casa de Loli y Fran y a la derecha, la de Antonio Hervás. / Daniel Pedriza

Muros pasiegos


A la viuda de Puerta la llamaban 'Loli la rubia'. Natural de Lugo, se trasladó a Cantabria con su primer marido cuando tenía 24 años, aquí nacieron sus cuatro hijos y desarrolló una intensa vida laboral, como hostelera, chófer o concejala, y muy involucrada en los pueblos en los que ha residido durante más de dos décadas.

Regresó a su tierra con 46, con los tres hijos menores a su cargo, sin trabajo, sin ingresos «y hundida emocionalmente» tras perder a su Fran. Doce años después, recibe con gran sorpresa la llamada de este periódico para revivir el doloroso episodio del asesinato de su pareja y acepta contar su historia por primera vez para honrar su memoria «y que la gente sepa cuánto daño causa un hecho como este, cómo te cambia la vida».

La historia de Loli en Cantabria arranca en Santander, su primer destino, donde se puso al frente del restaurante del Centro Gallego. Tuvo a sus dos hijos mayores y después se separó. Decidió irse a vivir a Santibáñez, «porque soy más de montaña y de pueblos tranquilos», aunque seguía trabajando en Santander. Después, compró la casa en Bustillo de Villafufre en un tiempo en el que llegó a ser concejala del Partido Popular en Villacarriedo, a impulsar la creación de una asociación de mujeres rurales y organizar acciones medioambientales colectivas como la limpieza del río Pisueña. Fruto de una breve relación con un hombre de raza negra, nació su tercer hijo. «Cuando rompimos me enteré de que estaba embarazada y decidí seguir adelante. Pero nunca se lo oculté; de hecho, el padre del niño vino con varios familiares a su primer cumpleaños», relata. Aquella visita de forasteros pudo marcar un antes y un después en la vida de Loli en Bustillo. «Una vecina me dijo que no había gustado en el pueblo ver a tanto neցro...».

Loli trabajaba y criaba sola a sus tres hijos, contando muy a menudo con la ayuda de sus vecinos: Antonio Hervás -el Tomate- y su mujer. En aquellos años era la conductora del autobús escolar de Villacarriedo y del instituto de Santa María de Cayón. Además, durante los fines de semana conducía el tren turístico 'Magdaleno'. Y ahí, «entre palacios, trenes y miradas», se enamoró de Francisco Puerta, agente de seguridad en la UIMP, nueve años menor que ella.



Francisco Puerta y Loli Linares.
Francisco Puerta y Loli Linares. / Foto cedida por L.L.

Comenzaron su noviazgo un mes de agosto. En octubre ya vivían juntos en Bustillo de Villafufre. «Al principio todo iba estupendamente, aunque había gente que no entendía nuestra relación, por la diferencia de edad, de tonalidad de piel… ». Comenzaron los cotilleos sobre la vida amorosa de Loli.

Fran se integró perfectamente en la vida local y hasta hizo de Baltasar en la cabalgata de Villafufre durante varios años. Pero su llegada a aquella casa adosada plantó la semilla del repruebo. Y creció poco a poco. «Al principio eran pequeñas pullas. Como Fran adoraba los rosales, Tomate le espetaba que le gustaban las cosas de mujeres. Otro día le preguntaba a mi tercer hijo 'ese qué es, ¿tu padre?', otros se metía con las reformas que hacíamos en la casa…». Ante tales «provocaciones» asegura que Fran permanecía impasible. «No entraba al trapo de nada. Era un hombre recto, muy inteligente. Al otro todo le molestaba y venga a lanzar pullitas. Pero nada más, nada que nos hiciera pensar otra cosa…», rememora Loli, que seguía manteniendo una excelente relación con la mujer de Antonio.





Arriba, Loli, embarazada, con sus dos hijos mayores y con Fran. Debajo, Fran da el biberón al bebé que tuvo con Loli. Caracterizado como Baltasar visita a su vecina, la mujer de Antonio, en la cabalgata del mismo año en que Tomate lo mató. / Fotos cedidas por loli Linares

El tiempo fue pasando y Loli se quedó embarazada de su cuarto hijo. La pareja no podía ser más feliz. «Muchas veces, viendo a los niños jugando en el jardín, nos decíamos qué felices éramos…». Aunque la excelente relación entre los jovenlandesadores de las dos casas adosadas ya se había quebrado, la tensión se agudizó cuando solicitaron licencia municipal para levantar una tapia nueva entre las dos propiedades. La valla original no estaba colocada en el límite del terreno de la casa de Loli. «Antonio solía aparcar allí, y a mí no me importaba aunque ese trozo de terreno era mío. Pero cuando se hizo de nuevo la valla con el permiso y las medidas que nos dio el aparejador del Ayuntamiento, se hizo por la linde real y con retranqueo de la carretera», explica. Antonio decía que ese terreno era comunitario, del pueblo. El asunto acabó en los juzgados, en un pleito que ganaron Fran y Loli.

Antonio Hervás se sentía víctima de una injusticia y se desahogaba con sus amigos en los bares, donde le daban la razón. La mala relación fue a más y más, hasta verbalizar que deseaba matarlo. Que iba «a pegar un tiro al neցro». Su agresividad verbal aumentaba exponencialmente con la bebida y aquel 11 de octubre explotó. Llamó al Ayuntamiento para denunciar que la tapia excedía la altura permitida. Pero los técnicos fueron a medir y volvieron a quitarle la razón. Por la tarde, pegó un tiro a su vecino y lo mató. Fran llevaba cuatro años viviendo allí.



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«Murió en octubre, puse la casa en venta en diciembre y me marché en febrero», resume ella aquellas semanas terribles. La empresa para la que trabajaba la víctima, Coviar Seguridad, se hizo cargo de todo, asumiendo los gastos del entierro y apoyando en lo que pudo a Loli y a sus hijos. En cuanto al pueblo de Bustillo, a Loli le queda un mal recuerdo: «¿Que si se volcó conmigo tras lo que pasó? No. Y no solo eso, se recogieron firmas para que dejaran al Tomate en libertad». Esa iniciativa de apoyo al malo confeso indignó a la viuda, que fue a los bares donde estaban recabando tales firmas a pedir explicaciones: «Si fuera Fran el que hubiera apiolado a vuestro vecino, ¿pediríais firmas? ¿Si fuera blanco y español lo haríais? Nadie me contestó». Su mismo lamento lo envió a El Diario Montañés en una carta al director. Desde ese momento tuvo claro que no podía seguir viviendo allí con sus hijos y se marchó para siempre.



La carta enviada por Loli Linares a este periódico.

Regresó dos años después para asistir al juicio contra Hervás. «La herida estaba aún totalmente abierta, temía verle la cara. Se sonrió». rememora.

Ha pasado mucho tiempo y sigue teniendo claro que el asesinato de su pareja fue un crimen de repruebo. Racista. Un sinsentido que truncó todo un proyecto de vida. En aquel momento, Fran y Loli estaban centrados «en criar a los niños y arreglar la casa» y planeaban dos hechos importantes: «íbamos a casarnos, a celebrar la boda en nuestro jardín, y Fran estaba ultimando los papeles para traer a la hija que tenía en Colombia». No pudo ser. La pensión de viudedad la reclamó la exmujer del fallecido. Loli comenzó una nueva vida sola, en Galicia, luchando para sacar adelante a sus hijos. «La escolarización, la búsqueda de trabajo... No sé cómo lo gestioné todo. Como un zombi». Cuenta que el más pequeño fue el que más sufrió. «En ese momento no lo llevé al psicólogo, a los mayores sí y no tienen secuelas. Pero el pequeño sufrió la pérdida traumática de su padre y la desatención de su progenitora por cómo estaba yo, en una edad crucial . Todo ello está detrás de su TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). En los diagnósticos médicos se alude a que pudo desencadenarse después del shock postraumático, está a tratamiento desde los seis años».

Hace tres años, Loli lo volvió a dejar todo y se cambió de pueblo en Galicia para que su hijo pequeño pudiera estudiar en un colegio especializado para su trastorno. En sus palabras subyace un sentimiento de culpa: «Estoy centrada en arreglar el daño que le ha causado la ausencia emocional de su padre y de su progenitora». Sus hijos mayores la ayudan económicamente. En cuanto a su vida sentimental: «No la rehice. No la puedo rehacer. Fue demasiado bonito y no quiero tocar su recuerdo».






Ramón, José María y Tomás, en el bar La Terraza de Vega de Villafufre./Daniel PedrizaRamón, José María y Tomás, en el bar La Terraza de Vega de Villafufre. / Daniel Pedriza

En los bares dan la razón a Tomate

Antonio Hervás.
Loli piensa que ella y su familia han sido víctimas de un crimen racista. Su opinión, sin embargo, no la comparten muchos en Villafufre. En los bares por los que se movía Antonio Hervás siguen diciendo que lo que pasó fue «un pique entre el neցro y Tomate» por la famosa valla. Ramón, vecino de Vega, José María, de Saro, y Tomás, de Villafufre, toman café en el bar La Terraza y contestan a las preguntas de este periódico sobre el suceso: «Aquel fue un problema que tuvo que haber solucionado el Ayuntamiento. Es que a él le estaban encerrando en su casa», dice uno, palabras refrendadas por una mujer presente en la charla -no quiere que se la nombre-: «La mayoría de la gente piensa que Tomate tenía razón. Es que el neցro le estaba cerrando la casa, no tenía por dónde entrar», justifica. «Viene un neցro a mi casa, no me deja entrar, pues cogeré manía al neցro», razona otro. Que la justicia diera la razón a Fran y Loli en la discusión sobre las lindes, tampoco les vale: «Hay una ley, bueno, pero todas las viviendas tienen que tener un paso. La razón se le da siempre al último que ha llegado al pueblo. De toda la vida se ha entrado en casa por pasos vecinales. No puede ser que venga uno de fuera a tocar eso», espeta la mujer, con poca empatía en sus palabras hacia Loli: «¿La viuda? ¿o la compañera?». «Si se marchó de Bustillo fue porque quiso», abunda.

Los demás, siguen apoyando sin fisuras a Hervás, «malo en sí no era. Tanto él como su mujer eran muy buena gente. Tomate no hacía mal a nadie. Ni aún borracho. El problema es que allí hubo algo a lo que no se supo poner solución», dice uno. «Yo pongo la mano en el fuego por Tomate», añade otro.

Entra en el bar el panadero de Villacarriedo y opina sobre el tema: «¿Racismo? Para nada. Fue un pleito entre dos vecinos. Y a Tomate lo que le pasó es que cogió miedo al muchacho neցro. apiolar está mal, pero él se defendió porque le estaban amedrentando». «De racismo nada, impotencia y un pronto que le daría», opina otro.



El miedo de Hervás

Los que conocían bien a Antonio Hervás piensan que tenía miedo de Fran, un hombre joven, alto y muy fuerte y corpulento. «La familia de Tomate dice que el neցro le buscaba, que le echaba el pecho por delante. Y si tienes a alguien detrás todo el día zumbándote en la oreja…» pasa lo que pasa, justifican unos clientes en el bar de Vega de Villafufre.

El propio abogado que en aquel momento defendió a Hervás, Pedro Huerta, también habla del «miedo» por encontrar alguna explicación «a un hecho inexplicable, porque Hervás no tenía fama de violento. Él era de allí de toda la vida, cuidaba de su mujer impedida, una persona muy querida», indica el letrado, que subraya que en el juicio con jurado que se celebró dos años después «no se habló en ningún momento de racismo. Nunca existió esa motivación». No hubo racismo, según el abogado. ¿Por qué lo hizo? «Nunca me dio una explicación. Pero una impresión mía es que le tenía miedo. Había un conflicto vecinal que se agudizó por el asunto de las lindes, que puede llegar a ser habitual en pueblos de la zona pasiega. Y pienso que le cogió miedo», dice Huerta, que también opina que Tomate no se arrepintió de lo que hizo: «Era una persona de pueblo, simple. Hice esto, pues lo asumo y lo hecho hecho está».



«Fue una desgracia que ocurrió en nuestro ayuntamiento y que modificó las amistades, porque la gente tomó partido»
Marcelo Mateo | Alcalde de Villafufre

El alcalde, Marcelo Mateo, también es el médico de la zona y vivió con especial intensidad un suceso que dejó marcado a Villafufre. El pueblo no ha vuelto a ser el mismo. Llegó la división. «Fue una desgracia que ocurrió en nuestro ayuntamiento y que modificó las amistades, porque la gente tomó partido», ha definido. A su juicio, no ha sido la valla el detonante. Más bien fue el desencadenante del trágico final. «El problema no ha sido la valla, es que ya se llevaban mal por algún conflicto anterior (...)». Por algún motivo que se le escapa, se fue truncando la buena relación que había entre las dos familias llegando al punto de querer cerrar las propiedades. Y esa tapia, autorizada por el arquitecto municipal, cumplía con la legalidad. En esta discusión, «Antonio no tenía razón», dice el alcalde, que también defiende el papel del Ayuntamiento ante quienes opinan que pudo evitarse la tragedia. Apoya, también, la teoría del miedo. «Yo creo que Antonio empezó a coger miedo a Puerta. Era un hombre mayor, bajito, poca cosa; y Francisco era un tiarrón. Antonio andaba con miedo». Sobre el asesinato, el alcalde piensa que pudo ocurrir en «un momento de obnubilación».



Los antiguos compañeros de la víctima: «Todo lo que tenía de grande lo tenía de bueno»




Francisco Puerta recibió una mención honorífica de manos de Miguel Ángel Revilla en la celebración del Día de la Seguridad Privada.

El retrato que en Villafufre pintan de Francisco Puerta se parece poco al listado de elogios que le dedican sus antiguos compañeros de trabajo en la empresa de seguridad de Santander. «Era una buena persona, muy trabajador, un tío que todo lo que tenía de grande lo tenía de bueno», define un responsable de la empresa Coviar Seguridad, compañía que no dudó en hacerse cargo de todos los gastos del entierro de Puerta, que llevaba varios años prestando sus servicios para la firma como vigilante en eventos deportivos -un habitual en los partidos del Racing-, en el Palacio de la Magdalena o en el polígono de Heras, entre otros lugares. En su empresa lamentaron profundamente su fin, ocurrida, rememoran 12 años después, «por un cúmulo de estupideces que puede llegar a cometer el ser humano».


«Le calentaron la cabeza: Que si te está moliendo el neցro, que si viene uno de fuera a echarte de casa... Esos piques se los puedes hacer a una persona inteligente. No a Tomate»


El que habla, uno de los jefes, es originario de un pueblo de los Valles Pasiegos y conoce bien la idiosincrasia de esta zona, «fue un tema de lindes. Paco quería cerrar el prado que tenía delante de la casa porque había niños pequeños y el juez da la razón a Paco», relata. Y Tomate desahogó su indignación en el bar, donde «le calentaron la cabeza. Eran bromas, que si te está moliendo el neցro, que si viene uno de fuera y te echa de la casa... Esos piques se los puedes hacer a una persona inteligente. No a Tomate». Piensa que esta trágica «historia de lindes» es una de tantas en la zona. «No será el primer caso ni el último. Por desgracia hay discusiones sobre lindes que en nuestra zona acaban así», y recuerda un caso parecido ocurrido en 1983 en el cercano pueblo de Bárcena de Carriedo.


Portada de El Diario del 12 de marzo de 1983, donde se informa del crimen de Bárcena de Carriedo.


Portada de El Diario del 12 de marzo de 1983, donde se informa del crimen de Bárcena de Carriedo.

Y así pasó que Tomate, caliente como pocos días tras el varapalo judicial, los vinos y los piques de los chiquiteros, llegó en su coche, vio a Fran trabajando al lado de la valla, cogió el arma y le pegó un tiro, «de costado, con una escopeta del 12, a un par de metros. No se atrevería a más».

Los elogios a Puerta los corrobora el inspector de servicios de Coviar, Javier Reigadas, quien define a la víctima como «un profesional íntegro» y recuerda que en su momento había recibido una mención honorífica por sus servicios en el día de la seguridad privada.


Cerrando heridas

Hace casi tres años que Loli ya no escribe nada en su blog, Espacio de dolor.es, un rincón en el que fue desahogando su drama los años siguientes al crimen y que compaginó con un canal de Youtube en el que ha ido colgando numerosos vídeos de escenas cotidianas al lado de Francisco Puerta y, después, de su vida sola con sus hijos. Cuenta que doce años después al fin puede decir: «Me siento satisfecha con mi vida, con mis cuatro hijos biológicos como cuatro soles; que el pequeño ya tiene 14 años, ya le han quitado la medicación y está estupendo. De Fran solo puedo decir que fue un gran hombre y un gran padre y que fuimos muy felices».



Loli, hace unos meses en Colombia, con su hijo pequeño y el nieto de Fran. Mantiene una excelente relación con su familia política. «Más allá de los lazos de sangre perdurará para siempre el cariño. Allí soy la 'abuelita Loli'», dice la viuda de Francisco Puerta.
Loli, hace unos meses en Colombia, con su hijo pequeño y el nieto de Fran. Mantiene una excelente relación con su familia política. «Más allá de los lazos de sangre perdurará para siempre el cariño. Allí soy la 'abuelita Loli'», dice la viuda de Francisco Puerta.
También han pasado página en la empresa Coviar Seguridad. El año pasado decidieron destruir el expediente de Francisco Puerta, 'Paco' para sus compañeros. «Cada vez que veíamos los documentos se nos ponía mal cuerpo».
 
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