Es el retrato del forero medio, vida aburrida sin amar, y harto de remar, sabiendo idiomas, un buen día desaparece.
¿Huida, suicidio o asesinato?
Opinemos, igual hasta le encontramos.
Auxiliar de farmacia, tímido y muy casero: Félix quedó con unos amigos de Internet y desapareció
"Voy a ver a una gente que he conocido por Internet. Mañana vamos a hacer una ruta, voy a ver cómo quedo con ellos ". Se acercó a la puerta de su casa, en Alicante, besó a su progenitora antes de salir y se fue.
Se llama Félix José Esquerdo y desapareció un día después, el 3 de octubre de 2020. "Fue la primera noticia que tuve de esos amigos", recuerda su progenitora, Isabel. "Me alegré, dije: ya ha conocido gente, a ver si sale y no está todo el día con el ordenador".
Regresó, cenó y se acostó. "No estaba diferente, estaba normal", recuerda la mujer. Le contó que habían puesto dinero para la comida, "20 euros", que el plan era ir a la montaña, a la Serra Grossa (Alicante). Auxiliar de Farmacia en una botica de Benidorm, reservado, tímido, muy casero. Tenía 34 años cuando salió de casa. No han vuelto a verlo más, han pasado dos.
"No recuerdo que comí ayer, pero tengo grabada la última conversación con mi hijo", se duele Isabel. "No puedo más", admite rota de dolor. "Agotada", mira atrás, junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica. No olvida aquella mañana, la última que estuvo con él: era sábado, estaba la mesa puesta, pero su hijo no desayunó.
"Se fue a las 8:30 horas, me dio un beso y, por el balcón, lo vi marchar". Caminaba normal, ni nervioso ni agitado. "A las 09:52 me llamó. Me dijo que ya había desayunado, que había tomado un Cola-Cao, unos dulces y unas pastas que habían llevado estos amigos. Me extrañó. Él nunca toma eso, pero pensé: si está ahí con todos no va a decir que no le gusta". No le dio importancia, aún no sabe si la tiene. Todo son dudas, pensar y pensar.
"Dijo que dejaba la moto, que se iban en coche a una montaña. Que ya no iban a Serra Grossa, que habían cambiado de ruta". Su moto apareció en El Campello, a 15 kilómetros de Alicante, cuatro días después. La encontró la Guardia Civil. No había rastro de él.
El sábado tras*currió tranquilo. Isabel preparó la cena. "No dijo que dormiría fuera, así que el mismo sábado por la noche me extrañó que no viniera". Ni llegaba ni llamaba. "Le llamé yo". El teléfono daba apagado, "no me gustó".
Pasó el domingo y no hubo noticias. "Mi hijo es muy introvertido, no te contaba nada. Ni de los compañeros ni de los amigos, pero nunca había hecho algo así...". Intentó estar tranquila, no lo consiguió. Siguió llamando, pero el teléfono de Félix seguía sin dar señal. "El domingo por la noche me quedé a dormir en el sofá. Él tenía que venir a por las batas, porque tenía que ir a trabajar, le tocaba hacer la guardia esa noche". Félix no llegó. "Llamé a la farmacia: 'Félix no ha venido'". La mujer amaneció en la comisaría. "Desde entonces no sé más".
Isabel aportó datos, fotos y descripción: Félix José Esquerdo, 34 años, complexión fuerte, "Ha quedado con un grupo que ha conocido por Internet. No ha vuelto, no responde, mi hijo no está". Arrancó una investigación que se agotó pronto.
Félix llevaba encima documentación, teléfono, llaves de casa, de la moto, de la farmacia y una mochila. Intentaron reconstruir sus pasos. No hubo forma. La policía organizó operativos de búsqueda, con drones, perros y helicópteros. Nada llevaba a él. La Guardia Civil, la Policía Local y los Bomberos se sumaron a las batidas. "Si sabemos algo más, se lo diremos".
Félix no llamaba, no volvía. Policialmente, dos hipótesis cogieron fuerza: la de la marcha voluntaria y, la segunda, fatal: que se hubiera podido dar de baja. Isabel, devastada, contrató a un detective privado que pudiera ayudar a los agentes con la investigación. "Me engañó", afirma. "Solo entregó un informe repleto de mentiras", cuenta la mujer.
El dossier aportó tres datos que dieron esperanza, a medias -y solo al arranque- a la mujer. El primero aseguraba que aquella llamada, a las 09:52 horas -la del Cola-Cao- se había hecho desde un apartamento situado a diez minutos de su casa que el joven había alquilado previamente. Dibujó la teoría de que Félix se había inventado la quedada, que esos amigos no existían. Que la excursión nunca ocurrió.
"Su moto no aparece a diez minutos de casa, ni en ese apartamento", dudó Isabel. Por si acaso, contactó con los dueños del inmueble: "lo mismo había ido con alguna chica". Fue a verlo: "es una casa, alquilan el piso de arriba. Me dijeron que Félix pasó por allí, que les dijo: 'nos vamos a pasar el día a la montaña', ni se quedó ni tocó nada. Así que no estaba allí cuando me llamó a mi".
El mismo informe señaló que el teléfono de Félix se encendió dos veces después de desaparecer. "No es cierto", denuncia Isabel. Afirmaba que la primera vez se encendió desde Borriol (Castellón), un mes después de esfumarse. El segundo sería en Baeza (Jaén), dos meses después de que saliera para no volver. "Mi hijo no estuvo allí. La Policía Nacional me dijo después que no", lamenta Isabel, que acudió hasta los dos puntos en cuanto se enteró.
El informe situaba a Félix concretamente en la Laguna de color, un paraje natural del Valle del Guadalquivir, ubicado en Baeza (a unos 400 kilómetros de Alicante). El investigador dibujó una hipótesis letal: con zonas abruptas y de difícil acceso, Félix había ido allí a suicidarse. Fundamentó todo con supuestos comentarios que habría dejado el hombre en Internet.
Se activó a la Guardia Civil de Baeza, "incluso me llamaron diciendo que había aparecido la mochila de mi hijo". Resultó no ser de él. "Contacté con el encargado del caso, de la Policía Nacional, me dijo que la mochila era de otra persona, que ya se la habían entregado al dueño". A los encendidos del teléfono tampoco le dieron credibilidad. "No era cierto nada de lo que aportó esa investigación".
El informe hablaba también de una llamada al seguro de decesos, realizada por el propio Félix José, 57 días después de desaparecer. "¿Llamó él para pedir su ataúd? La policía también me dijo que no, que el seguro les dijo que la llamada no era de mi hijo".
Con sustos, decepciones y muchos kilómetros encima, de nuevo, todo volvió al inicio: "solo sabemos que mi hijo dejó la moto bien aparcada, no hay más".
"Una secta, una comuna, marcha voluntaria, si estaba contento o tenía depresión, me da igual, solo quiero encontrar a mi hijo", clama Isabel. No hay noche que no mire, desde su cama, la habitación de Félix, "están una enfrente de la otra", se rompe al hablar.
Vivían juntos. "Éramos uña y carne...", llora. "Tiene dos propiedades más, dos casas, que las tiene alquiladas, pero vivía aquí". Recuerda que ella le decía a su hijo: "mira a ver si encuentras una chica, os vais allí...". No quiso hacerlo, con su progenitora se sentía mejor.
"El investigador privado habló, incluso, de que nos llevábamos mal... El viernes, la tarde antes de desaparecer, fuimos juntos de compras. Dos bolsas de ropa se compró", recuerda apenada. "Quince días antes estuvimos de viaje en Zaragoza, Teruel y el Monasterio de Piedra". Son, precisamente, las últimas fotos que tiene de él.
"Se aferraron al suicidio y creo que no se hicieron las cosas bien. Lo dije y lo digo, creo que pudo coger un BlaBlacar, porque me hablaba mucho de ello. Quizá lo cogió y se lo llevaron a algún sitio. ¿A dónde? No sé".
Su habitación permanece intacta. Solo se ha alterado su ordenador. Un nuevo investigador privado se ha sumado a la búsqueda. Trabaja en sintonía con la policía: Isabel, aunque marcada por la experiencia pasada, quiere confiar en él. "El caso de mi hijo estaba en un cajón. Ahora parece que se ha reabierto. Solo pido que no paren, que lo busquen de verdad".
Félix habla inglés, francés, italiano y alemán. Aprendió a tocar el piano, de niño, e intentó jugar a tenis, hacer kárate, pero el deporte no era para él. Se refugió en casa. Construyó su parcela, junto a su progenitora, y su ordenador. "Si se hizo algo, si alguien le hizo algo, si se ha querido marchar... Sea como sea, por favor, ayúdenme", ruega su progenitora, "lo tengo que encontrar".
¿Huida, suicidio o asesinato?
Opinemos, igual hasta le encontramos.
Auxiliar de farmacia, tímido y muy casero: Félix quedó con unos amigos de Internet y desapareció
"Voy a ver a una gente que he conocido por Internet. Mañana vamos a hacer una ruta, voy a ver cómo quedo con ellos ". Se acercó a la puerta de su casa, en Alicante, besó a su progenitora antes de salir y se fue.
Se llama Félix José Esquerdo y desapareció un día después, el 3 de octubre de 2020. "Fue la primera noticia que tuve de esos amigos", recuerda su progenitora, Isabel. "Me alegré, dije: ya ha conocido gente, a ver si sale y no está todo el día con el ordenador".
Regresó, cenó y se acostó. "No estaba diferente, estaba normal", recuerda la mujer. Le contó que habían puesto dinero para la comida, "20 euros", que el plan era ir a la montaña, a la Serra Grossa (Alicante). Auxiliar de Farmacia en una botica de Benidorm, reservado, tímido, muy casero. Tenía 34 años cuando salió de casa. No han vuelto a verlo más, han pasado dos.
"No recuerdo que comí ayer, pero tengo grabada la última conversación con mi hijo", se duele Isabel. "No puedo más", admite rota de dolor. "Agotada", mira atrás, junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica. No olvida aquella mañana, la última que estuvo con él: era sábado, estaba la mesa puesta, pero su hijo no desayunó.
"Se fue a las 8:30 horas, me dio un beso y, por el balcón, lo vi marchar". Caminaba normal, ni nervioso ni agitado. "A las 09:52 me llamó. Me dijo que ya había desayunado, que había tomado un Cola-Cao, unos dulces y unas pastas que habían llevado estos amigos. Me extrañó. Él nunca toma eso, pero pensé: si está ahí con todos no va a decir que no le gusta". No le dio importancia, aún no sabe si la tiene. Todo son dudas, pensar y pensar.
"Dijo que dejaba la moto, que se iban en coche a una montaña. Que ya no iban a Serra Grossa, que habían cambiado de ruta". Su moto apareció en El Campello, a 15 kilómetros de Alicante, cuatro días después. La encontró la Guardia Civil. No había rastro de él.
El sábado tras*currió tranquilo. Isabel preparó la cena. "No dijo que dormiría fuera, así que el mismo sábado por la noche me extrañó que no viniera". Ni llegaba ni llamaba. "Le llamé yo". El teléfono daba apagado, "no me gustó".
Pasó el domingo y no hubo noticias. "Mi hijo es muy introvertido, no te contaba nada. Ni de los compañeros ni de los amigos, pero nunca había hecho algo así...". Intentó estar tranquila, no lo consiguió. Siguió llamando, pero el teléfono de Félix seguía sin dar señal. "El domingo por la noche me quedé a dormir en el sofá. Él tenía que venir a por las batas, porque tenía que ir a trabajar, le tocaba hacer la guardia esa noche". Félix no llegó. "Llamé a la farmacia: 'Félix no ha venido'". La mujer amaneció en la comisaría. "Desde entonces no sé más".
Isabel aportó datos, fotos y descripción: Félix José Esquerdo, 34 años, complexión fuerte, "Ha quedado con un grupo que ha conocido por Internet. No ha vuelto, no responde, mi hijo no está". Arrancó una investigación que se agotó pronto.
Félix llevaba encima documentación, teléfono, llaves de casa, de la moto, de la farmacia y una mochila. Intentaron reconstruir sus pasos. No hubo forma. La policía organizó operativos de búsqueda, con drones, perros y helicópteros. Nada llevaba a él. La Guardia Civil, la Policía Local y los Bomberos se sumaron a las batidas. "Si sabemos algo más, se lo diremos".
Félix no llamaba, no volvía. Policialmente, dos hipótesis cogieron fuerza: la de la marcha voluntaria y, la segunda, fatal: que se hubiera podido dar de baja. Isabel, devastada, contrató a un detective privado que pudiera ayudar a los agentes con la investigación. "Me engañó", afirma. "Solo entregó un informe repleto de mentiras", cuenta la mujer.
El dossier aportó tres datos que dieron esperanza, a medias -y solo al arranque- a la mujer. El primero aseguraba que aquella llamada, a las 09:52 horas -la del Cola-Cao- se había hecho desde un apartamento situado a diez minutos de su casa que el joven había alquilado previamente. Dibujó la teoría de que Félix se había inventado la quedada, que esos amigos no existían. Que la excursión nunca ocurrió.
"Su moto no aparece a diez minutos de casa, ni en ese apartamento", dudó Isabel. Por si acaso, contactó con los dueños del inmueble: "lo mismo había ido con alguna chica". Fue a verlo: "es una casa, alquilan el piso de arriba. Me dijeron que Félix pasó por allí, que les dijo: 'nos vamos a pasar el día a la montaña', ni se quedó ni tocó nada. Así que no estaba allí cuando me llamó a mi".
El mismo informe señaló que el teléfono de Félix se encendió dos veces después de desaparecer. "No es cierto", denuncia Isabel. Afirmaba que la primera vez se encendió desde Borriol (Castellón), un mes después de esfumarse. El segundo sería en Baeza (Jaén), dos meses después de que saliera para no volver. "Mi hijo no estuvo allí. La Policía Nacional me dijo después que no", lamenta Isabel, que acudió hasta los dos puntos en cuanto se enteró.
El informe situaba a Félix concretamente en la Laguna de color, un paraje natural del Valle del Guadalquivir, ubicado en Baeza (a unos 400 kilómetros de Alicante). El investigador dibujó una hipótesis letal: con zonas abruptas y de difícil acceso, Félix había ido allí a suicidarse. Fundamentó todo con supuestos comentarios que habría dejado el hombre en Internet.
Se activó a la Guardia Civil de Baeza, "incluso me llamaron diciendo que había aparecido la mochila de mi hijo". Resultó no ser de él. "Contacté con el encargado del caso, de la Policía Nacional, me dijo que la mochila era de otra persona, que ya se la habían entregado al dueño". A los encendidos del teléfono tampoco le dieron credibilidad. "No era cierto nada de lo que aportó esa investigación".
El informe hablaba también de una llamada al seguro de decesos, realizada por el propio Félix José, 57 días después de desaparecer. "¿Llamó él para pedir su ataúd? La policía también me dijo que no, que el seguro les dijo que la llamada no era de mi hijo".
Con sustos, decepciones y muchos kilómetros encima, de nuevo, todo volvió al inicio: "solo sabemos que mi hijo dejó la moto bien aparcada, no hay más".
"Una secta, una comuna, marcha voluntaria, si estaba contento o tenía depresión, me da igual, solo quiero encontrar a mi hijo", clama Isabel. No hay noche que no mire, desde su cama, la habitación de Félix, "están una enfrente de la otra", se rompe al hablar.
Vivían juntos. "Éramos uña y carne...", llora. "Tiene dos propiedades más, dos casas, que las tiene alquiladas, pero vivía aquí". Recuerda que ella le decía a su hijo: "mira a ver si encuentras una chica, os vais allí...". No quiso hacerlo, con su progenitora se sentía mejor.
"El investigador privado habló, incluso, de que nos llevábamos mal... El viernes, la tarde antes de desaparecer, fuimos juntos de compras. Dos bolsas de ropa se compró", recuerda apenada. "Quince días antes estuvimos de viaje en Zaragoza, Teruel y el Monasterio de Piedra". Son, precisamente, las últimas fotos que tiene de él.
"Se aferraron al suicidio y creo que no se hicieron las cosas bien. Lo dije y lo digo, creo que pudo coger un BlaBlacar, porque me hablaba mucho de ello. Quizá lo cogió y se lo llevaron a algún sitio. ¿A dónde? No sé".
Su habitación permanece intacta. Solo se ha alterado su ordenador. Un nuevo investigador privado se ha sumado a la búsqueda. Trabaja en sintonía con la policía: Isabel, aunque marcada por la experiencia pasada, quiere confiar en él. "El caso de mi hijo estaba en un cajón. Ahora parece que se ha reabierto. Solo pido que no paren, que lo busquen de verdad".
Félix habla inglés, francés, italiano y alemán. Aprendió a tocar el piano, de niño, e intentó jugar a tenis, hacer kárate, pero el deporte no era para él. Se refugió en casa. Construyó su parcela, junto a su progenitora, y su ordenador. "Si se hizo algo, si alguien le hizo algo, si se ha querido marchar... Sea como sea, por favor, ayúdenme", ruega su progenitora, "lo tengo que encontrar".