noticiesiprofecies
Madmaxista
- Desde
- 21 Sep 2015
- Mensajes
- 19.221
- Reputación
- 45.713
—¿Qué le dice una pared a otra pared?
—Nos encontramos en la esquina.
ACLARACIÓN :
1) La intención de este chiste no es ofender a las paredes.
2) Tampoco es mi intención hacer un feo a otras estructuras, como vallas o verjas, a las cuales también se podría aplicar el chiste; se ha usado solamente 'pared' por sencillez, sin animo despreciativo.
3) La alusión a la esquina no tiene nada que ver con la prespitación. El autor del chiste no se responsabiliza de otras posibles malinterpretaciones que se pudieran hacer del chiste.
4) La esquina a la que intenta referirse el chiste es una esquina en la que confluyen DOS paredes. Esto no implica que el autor considere obsceno el encuentro de tres o más paredes en una única esquina, simplemente no se menciona.
5) Existen esquinas en las que alguna de las paredes tiene una posición dominante sobre la otra; se hace explicito que el chiste no se refiere a, ni implica, ninguna de estas circunstancias.
6) El chiste no hace ninguna aseveración acerca de la edad, sesso, tendencia sensual, religión, nacionalidad, raza, integridad física, estado civil o ideología de las paredes implicadas, ni implícita ni explícitamente.
7) El chiste tampoco hace ninguna suposición, ni implícita ni explicita, sobre las razones por las que las paredes se encuentran, o sobre si este encuentro es consensuado o no.
8) El chiste no hace alusión a ningún par de paredes en concreto; en consecuencia, no debería ser entendido como una intromisión en la vida particular de ninguna pared, o como una violación de su intimidad. Cualquier coincidencia o similitud con la vida real es pura casualidad.
9) Lo de la esquina entre dos paredes no es ninguna alusión sensual.
10) El autor del chiste pide humildemente perdón a cualquier persona, animal o cosa que se sienta ofendida y/o aludida por el chiste anterior y pretende dejar claro que no era esa su intención.
…
h t t p ://www.anmal.uma.es/numero23/Politicamente_correcto.htm
Al repasar la Prensa diaria nos damos cuenta de que noticias como la que presentamos a continuación son cada día más habituales:
Un tribunal de EEUU acaba de ordenar a una anciana que quite el irónico cartel de su jardín que ponía: «Nuestro perro se alimenta de testigos de Jehová». De nada le ha servido a la mujer argumentar que se trataba de una broma con la que disuadir a vendedores y predicadores a domicilio. El letrero que plantó su difunto marido hace 30 años ya ha sido retirado (Arias 2006).
Este texto nos puede hacer sonreír, pero otros, relacionados también con el humor, nos parecen muy preocupantes. Entre estos, el que relata el caso de Flemming Rose, redactor jefe de Cultura del diario danés Jyllands-Posten, que publicó doce caricaturas y dibujos de Mahoma en septiembre de 2005. Cinco meses más tarde, las embajadas de Dinamarca y Noruega en Siria fueron incendiadas y el Gobierno danés cerró sus sedes diplomáticas en Pakistán, Indonesia e Irán. En marzo de 2006, medio centenar de personas habían perdido la vida en las protestas. Rose y los caricaturistas tuvieron que pasar a la clandestinidad (M. R. 2007).
La lectura de estas noticias nos permite reflexionar sobre dos de las características del lenguaje humorístico[1]. La primera es que éste va cambiando, se va adaptando a los nuevos tiempos; en otras palabras, lo que antes hacía (son)reír ahora puede resultar humillante. La segunda es la subjetividad del humor: lo que a nosotros nos puede resultar gracioso a otros les puede ofender. Aquí trataremos de mostrar de qué manera se ha visto afectado nuestro humorismo, especialmente el practicado en los medios de comunicación, con la llegada del Lenguaje Políticamente Correcto (LPC). Este movimiento de corrección política, procedente de los Estados Unidos de América, referido a la forma de expresión que trata de ser respetuosa con las minorías y que pretende hacer justicia con los marginados socialmente, parte de la idea de que si cambiamos el lenguaje discriminatorio, cambiará la realidad: «La intención de la corrección política es erradicar las actitudes y pensamientos nocivos por la vía de reemplazar palabras de uso corriente con neologismos de nuevo cuño» (Martínez 2006).
Esta corriente, entre cuyos seguidores se encuentran las feministas, los ecologistas, los políticos, los defensores de minorías y los medios de comunicación, es valorada de distinta manera. Para unos, es positiva en tanto que elimina una serie de expresiones y vocablos ofensivos y realiza una renovación lingüística con el fin de conseguir la igualdad social de ciertos colectivos tradicionalmente estigmatizados. Otros, en cambio, rechazan lo que para ellos es una imposición del lenguaje no discriminatorio, al menos por dos razones. Primero, porque consideran que la eliminación de ciertos términos y la redenominación no solucionan las desigualdades sociales, como indica Eco (2004): «Si se decide llamar a las personas que van en silla de ruedas ya no minusválidos, sino discapaces o “capaces de otra forma”, pero después no se les construye rampas de acceso a los lugares públicos, evidentemente, se obvia hipócritamente la palabra, pero no el problema». En segundo lugar, porque creen que es una especie de censura lingüística, según sostiene Lindo:
No es fácil desacreditar sin más la corrección política porque nació del intento legítimo de corregir un abuso histórico ligado a sectores de población que sufrían desprecios muy arraigados en el lenguaje. Hablo de Estados Unidos, donde nació la tendencia. Pero eso se desvirtuó, los colectivos que luchaban por sus derechos se convirtieron en grupos de presión que fiscalizaban el lenguaje y el pensamiento. En España, si bien es deseable cierta corrección porque nuestras maneras pueden ser groseras, sería un desastre para el ejercicio de la libertad de expresión que eso cundiera. No conduce a nada, no mejora la vida de quienes pretende defender (cito por Manrique Sabogal 2007).
En el ámbito humorístico, la corrección política llega a principios de la década de los noventa: «Si uno mira atrás unos diez años (creo que es, más o menos, en ese tiempo cuando se instaló entre nosotros o, al menos cuando yo tuve conciencia de ello) el lenguaje era más libre, las expresiones más espontáneas, el humor más mordaz, incluso la ideología más diversa» (Calvet 2001). Por ejemplo, Salcedo (2005: 304-305), integrante del dúo Martes y Trece, relata en un libro las protestas que empezaron a recibir en aquella época por algunas de sus gracias televisivas:
Con motivo de un partido de fútbol reciente entre el Cádiz y el Real Madrid en el Santiago Bernabéu se me ocurrió: Tomad y jugad todos con él, porque éste es mi Cádiz. Recibimos varias cartas protestando por ridiculizar a la Santa progenitora Iglesia en un momento tan importante como era la Eucaristía. ¡Por Dios que no dimos crédito! Si nos vestíamos de monjas, se nos quejaba un convento entero; si de curas, el sketch fuera, escocíale al clero. ¡No ha venido el Padre Prior! ¡Pues prior para él! Hasta de Cataluña recibimos cartas rechazando las parodias sobre Montserrat Caballé. Algo extraño estaba pasando. No era lógico que se protestara por cosas que ya habíamos hecho en algún Fin de Año. No hubo cartas entonces.
También se animó a escribirnos, por supuesto protestando, un cura de La Manga del Mar Menor. Decía más o menos que trabajaba con etnianos en un poblado de chabolas de La Manga y que estaban muy ofendidos por la expresión dicha en una entrega de Viéndonos «tienes más peligro que una gitana en un Pryca». No recuerdo mucho más, sí que nos llamaba xenófobos. ¡Joodeeé! ¡Con tanta protesta, este país tan católico parecía protestante! A la gitana que se lo dije, una de las hermanas de Los Chunguitos, durante su presentación en Viéndonos, no le molestó, ni tampoco a nadie del cuadro etniano que las acompañaban, por eso nos escamó que a un cura de La Manga le hubiera perturbado tanto un dicho popular e intrascendente que está en boca de todos.
Este tipo de quejas continúa en la actualidad, y la siguiente carta (Fürst 2007) constituye una prueba evidente:
Hace unos tres días se estrenó en Antena 3 la serie «El internado». En el primer capítulo, una de las bromas consistió en comparar este supuesto internado con el campo de concentración nancy de Auschwitz. La única diferencia era que en ese colegio «no te gaseaban». ¿Qué clase de guionista puede hacer un chiste de tan mal gusto? ¿Qué clase de público se ríe de este chiste? Auschwitz se convirtió en símbolo del terror, del genocidio y del Holocausto, porque fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, en donde se calcula que fueron asesinadas no menos de 1.000.000 personas. En los primeros tiempos, alrededor del 50 por ciento de los prisioneros murieron de hambre, exceso de trabajo, condiciones de vida inhumanas, epidemias, torturas y experimentos médicos criminales. A partir de 1942, el 75 por ciento era enviado directamente a las cámaras de gas.
Quienes hacen estos programas de televisión deben ser responsables de lo que dicen y del daño que pueden causar, sobre todo en una serie que pretende ser familiar. La banalización de temas como Auschwitz es peligrosa. La fin y el sufrimiento de millones de inocentes no tienen gracia, y olvidarnos de esto hasta el punto de hacer de ello una broma sólo ayuda a que este tipo de tragedias puedan volver a repetirse, desgraciadamente.
Natalia Fürst (Barcelona).
Estas críticas, en opinión de algunos estudiosos, se realizan por el desconocimiento de lo que significa el humor: hay gente que ve fantasmas donde no los hay porque ignora que reírse no es nada malo, sobre todo si se hace con sentido del humor y sin ánimo de ofender, o porque cree que el humor protagonizado por las personas que sufren marginación siempre es ofensivo o en toda ocasión resulta humillante. No saben tal vez que también existe el denominado por Cabodevilla (1989) humor solidario, el humor compasivo en el mejor sentido de la palabra: no compadecerse de, sino padecer con. O lo que es igual, no reírse de, sino reírse con. Para aclarar esta diferencia recurriremos al testimonio de Masoud Harandi, un iraní que lleva más de 20 años viviendo en España, y que recuerda cómo empezó a expresarse en nuestro país:
Al principio utilizaba mucho los gestos. Y después acudió a los gestos en combinación con las onomatopeyas: «Cuando quería comprar carne imitaba el sonido, decía “beee”, para indicar que quería cordero, y hacía “oink, oink” más el gesto negativo de cabeza para indicar que no quería lechón. Cuando el carnicero ya me conocía él hacía “beee” y yo decía sí con la cabeza. Vivía en Canillejas y todo el mundo del mercado esperaba que yo llegara para reírse, pero no de mí sino conmigo».
Señalada la llegada de lo PC y la vigencia de este movimiento en la actualidad, pasamos a analizar la reacción de cierta gente ante la presión ejercida por esta corriente a la hora de hacer reír. Así, encontramos intelectuales y humoristas que a través del humor tratan de quitar la venda de la corrección política. Con este objetivo ponen en tela de juicio de manera festiva dos aspectos de lo PC, como veremos a continuación: el de los circunloquios no discriminatorios que sustituyen a las expresiones ofensivas, y la idea en la que se fundamenta esta corriente, la de que cambiando el nombre se puede cambiar la realidad.
No resulta difícil demostrar cómo la gente pone en entredicho de manera humorística el mecanismo lingüístico estrella de la corrección política, la redenominación a través de circunloquios. A estas expresiones que dan lugar a frases interminables, barrocas y oscuras, dedica Forges (El País, 11-11-1999) una viñeta que presenta a dos clientes delante la barra de un bar:
Cliente 1: Perdone, pero ¿cómo se dice, en lenguaje políticamente correcto, «¿qué se debe?».
Cliente 2: Se dice: «Infórmeme del débito generado por mi matutina ingesta protocalórica».
Ilustraremos el asunto de los circunloquios con casos pertenecientes a dos campos básicos de la corrección política: el del aspecto y el de las profesiones. Para ejemplificar el primero recurriremos a dos paráfrasis que, señaladas por López, pueden provocar la risa con tan solo oírlas o leerlas:
La mujer que lucha denodadamente con la báscula ha dejado de ser una subida de peso, ahora es una persona «horizontalmente desarrollada»; el hombre que intenta ocultar su pancheta tampoco tiene por qué avergonzarse de ser un rellenito, se trata de un «ciudadano de patrón circunférico» (no se rían: el término existe y lo he llegado a ver en letras de molde).[2]
La obsesión por el aspecto físico no sólo ha afectado al lenguaje verbal, sino también al lenguaje corporal de la publicidad. Por ejemplo, han adelgazado de nuevo al muñeco Michelin —que responde al nombre de Bibendum— para usarlo en otro anuncio, lo que admite tres interpretaciones: 1) la de quienes denuncian airados que Michelin es una agresión contra la minoría obesa; 2) la de quienes opinan que es necesario dar a todos los símbolos un aire más saludable y que está muy bien empezar por Bibendum, para seguir con el toro de Osborne, la botella de Tío Pepe y Homer Simpson; 3) la de quienes piensan: «vale, ¿y qué?» (Fallarás 2007).
También resultan curiosas las paráfrasis alusivas a las profesiones con poco prestigio. Entre éstas sobresalen la expresión especialista en estética de vehículos, empleada para denominar al lavacoches, o la de técnico en higiene urbana para referirse al barrendero, o corredor de bolsas aplicada al basurero porque traslada los sacos de plástico llenos de sarama, o mejor dicho, de residuos orgánicos, desde el contenedor o el suelo al camión. De este último profesional se dice festivamente que desempeña la tarea más alegre ya que siempre está-ba-rriendo.
Existe asimismo la tendencia contraria, la de degradar profesiones mediante nombres humorísticos. Si últimamente el nombre prestigioso de quien «pone guapos a los vivos» es el visagista o cosmetólogo, las personas que se dedican a arreglar a los personajes televisivos antes de sus apariciones en la pequeña pantalla reciben el nombre festivo de marilourdes: «quienes llaman marilourdes a las maquilladoras que encubren la decrepitud de los personajes públicos, están rechazando los estereotipos que los medios de comunicación quieren imponernos. Las marilourdes, como la Virgen, consiguen el milagro de convertir en caricaturas del modelo publicitario a los más feos y esmirriados» (García Gallarín y García Gallarín 1997: 8-9)[3].
Entre las actividades masculinas encontramos alguna que, sin estar mal considerada socialmente, sirve de inspiración a los humoristas: así, el circunloquio irónico de Forges, el de «especialista de la logística domiciliaria de gases licuados», para referirse al fontanero (Guitart 2005: 54). En el terreno laboral femenino hay un sector de trabajadoras muy desprestigiado, el de las amas de casa[4]. El movimiento PC intenta luchar contra su discriminación, contra su falta de reconocimiento, sustituyendo la expresión tradicional que las denomina por otras que consideran más dignas: gladiadoras del hogar, trabajadoras invisibles o interinas sin papeles. Alguna de estas mujeres con hijos a su cargo ha ido más lejos en la redenominación, como se desprende de la anécdota extraída de la revista Hacer Familia:
¿Cuál es su ocupación? —le pregunta una funcionaria.
Y para no contestar soy mamá y que le diga que eso no es ninguna profesión le responde:
— Soy una Investigadora Asociada en el campo del Desarrollo Infantil y Relaciones Humanas.
Esta tendencia a la dignificación lingüística de carácter profesional no es algo nuevo. Por ejemplo, ya se encuentra en Carandell (1998: 145). De entre las expresiones femeninas, provocan la sonrisa en muchos las expresiones PC surgidas en relación con las mujeres que son alérgicas al trabajo. Al nombre de estas últimas se le dedicó en un diario gratuito (ADN, 30-11-2003, p. 9) una viñeta que presenta, en la barra de un bar, a dos hombres conversando con el vaso en la mano:
— ¿Qué hace tu novia?
— Es gestora de recursos minimalistas.
— ¿Y eso qué significa?
— Que es una vaga redomada.
Sigue en el mensaje siguiente
—Nos encontramos en la esquina.
ACLARACIÓN :
1) La intención de este chiste no es ofender a las paredes.
2) Tampoco es mi intención hacer un feo a otras estructuras, como vallas o verjas, a las cuales también se podría aplicar el chiste; se ha usado solamente 'pared' por sencillez, sin animo despreciativo.
3) La alusión a la esquina no tiene nada que ver con la prespitación. El autor del chiste no se responsabiliza de otras posibles malinterpretaciones que se pudieran hacer del chiste.
4) La esquina a la que intenta referirse el chiste es una esquina en la que confluyen DOS paredes. Esto no implica que el autor considere obsceno el encuentro de tres o más paredes en una única esquina, simplemente no se menciona.
5) Existen esquinas en las que alguna de las paredes tiene una posición dominante sobre la otra; se hace explicito que el chiste no se refiere a, ni implica, ninguna de estas circunstancias.
6) El chiste no hace ninguna aseveración acerca de la edad, sesso, tendencia sensual, religión, nacionalidad, raza, integridad física, estado civil o ideología de las paredes implicadas, ni implícita ni explícitamente.
7) El chiste tampoco hace ninguna suposición, ni implícita ni explicita, sobre las razones por las que las paredes se encuentran, o sobre si este encuentro es consensuado o no.
8) El chiste no hace alusión a ningún par de paredes en concreto; en consecuencia, no debería ser entendido como una intromisión en la vida particular de ninguna pared, o como una violación de su intimidad. Cualquier coincidencia o similitud con la vida real es pura casualidad.
9) Lo de la esquina entre dos paredes no es ninguna alusión sensual.
10) El autor del chiste pide humildemente perdón a cualquier persona, animal o cosa que se sienta ofendida y/o aludida por el chiste anterior y pretende dejar claro que no era esa su intención.
…
h t t p ://www.anmal.uma.es/numero23/Politicamente_correcto.htm
El lenguaje políticamente correcto y el humor
Ricard jovenlandesant Marco
(Ricardo.jovenlandesant@uv.es)
universitat de valència
Ricard jovenlandesant Marco
(Ricardo.jovenlandesant@uv.es)
universitat de valència
Resumen Nuestro humorismo, especialmente el practicado en los medios de comunicación, se ha visto afectado con la llegada del Lenguaje Políticamente Correcto (LPC), cuyos mecanismos (redenominación a través de circunloquios) e ideas básicas (los problemas sociales se arreglan en parte con soluciones lingüísticas) crean inseguridad en los hablantes, pero también son humorísticamente puestos en entredicho por estos.Abstract The arrival of the Politically Correct Movement has certainly influenced our sense of humor, specifically humor in mass media. The basic mechanisms of PC Language (renaming by circumlocution) and the movement’s fundamental ideas (social problems can be “fixed”, in part, with linguistic solutions) have not only caused speakers to hesitate, but also to make political correctness the target of their jokes. | Palabras clave Lenguaje políticamente correcto Humor Medios de comunicación de masas Key words PC Language Humor Mass media AnMal Electrónica 23 (2007) ISSN 1697-4239 |
Al repasar la Prensa diaria nos damos cuenta de que noticias como la que presentamos a continuación son cada día más habituales:
Un tribunal de EEUU acaba de ordenar a una anciana que quite el irónico cartel de su jardín que ponía: «Nuestro perro se alimenta de testigos de Jehová». De nada le ha servido a la mujer argumentar que se trataba de una broma con la que disuadir a vendedores y predicadores a domicilio. El letrero que plantó su difunto marido hace 30 años ya ha sido retirado (Arias 2006).
Este texto nos puede hacer sonreír, pero otros, relacionados también con el humor, nos parecen muy preocupantes. Entre estos, el que relata el caso de Flemming Rose, redactor jefe de Cultura del diario danés Jyllands-Posten, que publicó doce caricaturas y dibujos de Mahoma en septiembre de 2005. Cinco meses más tarde, las embajadas de Dinamarca y Noruega en Siria fueron incendiadas y el Gobierno danés cerró sus sedes diplomáticas en Pakistán, Indonesia e Irán. En marzo de 2006, medio centenar de personas habían perdido la vida en las protestas. Rose y los caricaturistas tuvieron que pasar a la clandestinidad (M. R. 2007).
La lectura de estas noticias nos permite reflexionar sobre dos de las características del lenguaje humorístico[1]. La primera es que éste va cambiando, se va adaptando a los nuevos tiempos; en otras palabras, lo que antes hacía (son)reír ahora puede resultar humillante. La segunda es la subjetividad del humor: lo que a nosotros nos puede resultar gracioso a otros les puede ofender. Aquí trataremos de mostrar de qué manera se ha visto afectado nuestro humorismo, especialmente el practicado en los medios de comunicación, con la llegada del Lenguaje Políticamente Correcto (LPC). Este movimiento de corrección política, procedente de los Estados Unidos de América, referido a la forma de expresión que trata de ser respetuosa con las minorías y que pretende hacer justicia con los marginados socialmente, parte de la idea de que si cambiamos el lenguaje discriminatorio, cambiará la realidad: «La intención de la corrección política es erradicar las actitudes y pensamientos nocivos por la vía de reemplazar palabras de uso corriente con neologismos de nuevo cuño» (Martínez 2006).
Esta corriente, entre cuyos seguidores se encuentran las feministas, los ecologistas, los políticos, los defensores de minorías y los medios de comunicación, es valorada de distinta manera. Para unos, es positiva en tanto que elimina una serie de expresiones y vocablos ofensivos y realiza una renovación lingüística con el fin de conseguir la igualdad social de ciertos colectivos tradicionalmente estigmatizados. Otros, en cambio, rechazan lo que para ellos es una imposición del lenguaje no discriminatorio, al menos por dos razones. Primero, porque consideran que la eliminación de ciertos términos y la redenominación no solucionan las desigualdades sociales, como indica Eco (2004): «Si se decide llamar a las personas que van en silla de ruedas ya no minusválidos, sino discapaces o “capaces de otra forma”, pero después no se les construye rampas de acceso a los lugares públicos, evidentemente, se obvia hipócritamente la palabra, pero no el problema». En segundo lugar, porque creen que es una especie de censura lingüística, según sostiene Lindo:
No es fácil desacreditar sin más la corrección política porque nació del intento legítimo de corregir un abuso histórico ligado a sectores de población que sufrían desprecios muy arraigados en el lenguaje. Hablo de Estados Unidos, donde nació la tendencia. Pero eso se desvirtuó, los colectivos que luchaban por sus derechos se convirtieron en grupos de presión que fiscalizaban el lenguaje y el pensamiento. En España, si bien es deseable cierta corrección porque nuestras maneras pueden ser groseras, sería un desastre para el ejercicio de la libertad de expresión que eso cundiera. No conduce a nada, no mejora la vida de quienes pretende defender (cito por Manrique Sabogal 2007).
II
En el ámbito humorístico, la corrección política llega a principios de la década de los noventa: «Si uno mira atrás unos diez años (creo que es, más o menos, en ese tiempo cuando se instaló entre nosotros o, al menos cuando yo tuve conciencia de ello) el lenguaje era más libre, las expresiones más espontáneas, el humor más mordaz, incluso la ideología más diversa» (Calvet 2001). Por ejemplo, Salcedo (2005: 304-305), integrante del dúo Martes y Trece, relata en un libro las protestas que empezaron a recibir en aquella época por algunas de sus gracias televisivas:
Con motivo de un partido de fútbol reciente entre el Cádiz y el Real Madrid en el Santiago Bernabéu se me ocurrió: Tomad y jugad todos con él, porque éste es mi Cádiz. Recibimos varias cartas protestando por ridiculizar a la Santa progenitora Iglesia en un momento tan importante como era la Eucaristía. ¡Por Dios que no dimos crédito! Si nos vestíamos de monjas, se nos quejaba un convento entero; si de curas, el sketch fuera, escocíale al clero. ¡No ha venido el Padre Prior! ¡Pues prior para él! Hasta de Cataluña recibimos cartas rechazando las parodias sobre Montserrat Caballé. Algo extraño estaba pasando. No era lógico que se protestara por cosas que ya habíamos hecho en algún Fin de Año. No hubo cartas entonces.
También se animó a escribirnos, por supuesto protestando, un cura de La Manga del Mar Menor. Decía más o menos que trabajaba con etnianos en un poblado de chabolas de La Manga y que estaban muy ofendidos por la expresión dicha en una entrega de Viéndonos «tienes más peligro que una gitana en un Pryca». No recuerdo mucho más, sí que nos llamaba xenófobos. ¡Joodeeé! ¡Con tanta protesta, este país tan católico parecía protestante! A la gitana que se lo dije, una de las hermanas de Los Chunguitos, durante su presentación en Viéndonos, no le molestó, ni tampoco a nadie del cuadro etniano que las acompañaban, por eso nos escamó que a un cura de La Manga le hubiera perturbado tanto un dicho popular e intrascendente que está en boca de todos.
Este tipo de quejas continúa en la actualidad, y la siguiente carta (Fürst 2007) constituye una prueba evidente:
Banalizar el sufrimiento
Hace unos tres días se estrenó en Antena 3 la serie «El internado». En el primer capítulo, una de las bromas consistió en comparar este supuesto internado con el campo de concentración nancy de Auschwitz. La única diferencia era que en ese colegio «no te gaseaban». ¿Qué clase de guionista puede hacer un chiste de tan mal gusto? ¿Qué clase de público se ríe de este chiste? Auschwitz se convirtió en símbolo del terror, del genocidio y del Holocausto, porque fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, en donde se calcula que fueron asesinadas no menos de 1.000.000 personas. En los primeros tiempos, alrededor del 50 por ciento de los prisioneros murieron de hambre, exceso de trabajo, condiciones de vida inhumanas, epidemias, torturas y experimentos médicos criminales. A partir de 1942, el 75 por ciento era enviado directamente a las cámaras de gas.
Quienes hacen estos programas de televisión deben ser responsables de lo que dicen y del daño que pueden causar, sobre todo en una serie que pretende ser familiar. La banalización de temas como Auschwitz es peligrosa. La fin y el sufrimiento de millones de inocentes no tienen gracia, y olvidarnos de esto hasta el punto de hacer de ello una broma sólo ayuda a que este tipo de tragedias puedan volver a repetirse, desgraciadamente.
Natalia Fürst (Barcelona).
Estas críticas, en opinión de algunos estudiosos, se realizan por el desconocimiento de lo que significa el humor: hay gente que ve fantasmas donde no los hay porque ignora que reírse no es nada malo, sobre todo si se hace con sentido del humor y sin ánimo de ofender, o porque cree que el humor protagonizado por las personas que sufren marginación siempre es ofensivo o en toda ocasión resulta humillante. No saben tal vez que también existe el denominado por Cabodevilla (1989) humor solidario, el humor compasivo en el mejor sentido de la palabra: no compadecerse de, sino padecer con. O lo que es igual, no reírse de, sino reírse con. Para aclarar esta diferencia recurriremos al testimonio de Masoud Harandi, un iraní que lleva más de 20 años viviendo en España, y que recuerda cómo empezó a expresarse en nuestro país:
Al principio utilizaba mucho los gestos. Y después acudió a los gestos en combinación con las onomatopeyas: «Cuando quería comprar carne imitaba el sonido, decía “beee”, para indicar que quería cordero, y hacía “oink, oink” más el gesto negativo de cabeza para indicar que no quería lechón. Cuando el carnicero ya me conocía él hacía “beee” y yo decía sí con la cabeza. Vivía en Canillejas y todo el mundo del mercado esperaba que yo llegara para reírse, pero no de mí sino conmigo».
Señalada la llegada de lo PC y la vigencia de este movimiento en la actualidad, pasamos a analizar la reacción de cierta gente ante la presión ejercida por esta corriente a la hora de hacer reír. Así, encontramos intelectuales y humoristas que a través del humor tratan de quitar la venda de la corrección política. Con este objetivo ponen en tela de juicio de manera festiva dos aspectos de lo PC, como veremos a continuación: el de los circunloquios no discriminatorios que sustituyen a las expresiones ofensivas, y la idea en la que se fundamenta esta corriente, la de que cambiando el nombre se puede cambiar la realidad.
No resulta difícil demostrar cómo la gente pone en entredicho de manera humorística el mecanismo lingüístico estrella de la corrección política, la redenominación a través de circunloquios. A estas expresiones que dan lugar a frases interminables, barrocas y oscuras, dedica Forges (El País, 11-11-1999) una viñeta que presenta a dos clientes delante la barra de un bar:
Cliente 1: Perdone, pero ¿cómo se dice, en lenguaje políticamente correcto, «¿qué se debe?».
Cliente 2: Se dice: «Infórmeme del débito generado por mi matutina ingesta protocalórica».
Ilustraremos el asunto de los circunloquios con casos pertenecientes a dos campos básicos de la corrección política: el del aspecto y el de las profesiones. Para ejemplificar el primero recurriremos a dos paráfrasis que, señaladas por López, pueden provocar la risa con tan solo oírlas o leerlas:
La mujer que lucha denodadamente con la báscula ha dejado de ser una subida de peso, ahora es una persona «horizontalmente desarrollada»; el hombre que intenta ocultar su pancheta tampoco tiene por qué avergonzarse de ser un rellenito, se trata de un «ciudadano de patrón circunférico» (no se rían: el término existe y lo he llegado a ver en letras de molde).[2]
La obsesión por el aspecto físico no sólo ha afectado al lenguaje verbal, sino también al lenguaje corporal de la publicidad. Por ejemplo, han adelgazado de nuevo al muñeco Michelin —que responde al nombre de Bibendum— para usarlo en otro anuncio, lo que admite tres interpretaciones: 1) la de quienes denuncian airados que Michelin es una agresión contra la minoría obesa; 2) la de quienes opinan que es necesario dar a todos los símbolos un aire más saludable y que está muy bien empezar por Bibendum, para seguir con el toro de Osborne, la botella de Tío Pepe y Homer Simpson; 3) la de quienes piensan: «vale, ¿y qué?» (Fallarás 2007).
También resultan curiosas las paráfrasis alusivas a las profesiones con poco prestigio. Entre éstas sobresalen la expresión especialista en estética de vehículos, empleada para denominar al lavacoches, o la de técnico en higiene urbana para referirse al barrendero, o corredor de bolsas aplicada al basurero porque traslada los sacos de plástico llenos de sarama, o mejor dicho, de residuos orgánicos, desde el contenedor o el suelo al camión. De este último profesional se dice festivamente que desempeña la tarea más alegre ya que siempre está-ba-rriendo.
Existe asimismo la tendencia contraria, la de degradar profesiones mediante nombres humorísticos. Si últimamente el nombre prestigioso de quien «pone guapos a los vivos» es el visagista o cosmetólogo, las personas que se dedican a arreglar a los personajes televisivos antes de sus apariciones en la pequeña pantalla reciben el nombre festivo de marilourdes: «quienes llaman marilourdes a las maquilladoras que encubren la decrepitud de los personajes públicos, están rechazando los estereotipos que los medios de comunicación quieren imponernos. Las marilourdes, como la Virgen, consiguen el milagro de convertir en caricaturas del modelo publicitario a los más feos y esmirriados» (García Gallarín y García Gallarín 1997: 8-9)[3].
Entre las actividades masculinas encontramos alguna que, sin estar mal considerada socialmente, sirve de inspiración a los humoristas: así, el circunloquio irónico de Forges, el de «especialista de la logística domiciliaria de gases licuados», para referirse al fontanero (Guitart 2005: 54). En el terreno laboral femenino hay un sector de trabajadoras muy desprestigiado, el de las amas de casa[4]. El movimiento PC intenta luchar contra su discriminación, contra su falta de reconocimiento, sustituyendo la expresión tradicional que las denomina por otras que consideran más dignas: gladiadoras del hogar, trabajadoras invisibles o interinas sin papeles. Alguna de estas mujeres con hijos a su cargo ha ido más lejos en la redenominación, como se desprende de la anécdota extraída de la revista Hacer Familia:
¿Cuál es su ocupación? —le pregunta una funcionaria.
Y para no contestar soy mamá y que le diga que eso no es ninguna profesión le responde:
— Soy una Investigadora Asociada en el campo del Desarrollo Infantil y Relaciones Humanas.
Esta tendencia a la dignificación lingüística de carácter profesional no es algo nuevo. Por ejemplo, ya se encuentra en Carandell (1998: 145). De entre las expresiones femeninas, provocan la sonrisa en muchos las expresiones PC surgidas en relación con las mujeres que son alérgicas al trabajo. Al nombre de estas últimas se le dedicó en un diario gratuito (ADN, 30-11-2003, p. 9) una viñeta que presenta, en la barra de un bar, a dos hombres conversando con el vaso en la mano:
— ¿Qué hace tu novia?
— Es gestora de recursos minimalistas.
— ¿Y eso qué significa?
— Que es una vaga redomada.
Sigue en el mensaje siguiente
Última edición: