Nadie se jugó la vida por nosotros, al menos no más que antes. Trabajé durante todo el periodo en el Servicio de Urgencias de un Hospital de referencia. Sólo conozco a dos o tres sanitarios ingresados y ningún fallecido. Pero también con la anterior Gripe A o con tuberculosis, y muchós más con lesiones permanentes de columna por el intenso trabajo. Sin embargo conozco a muchos de ellos afectados por las --------- que hoy juran no pin cha rs e "nunca mais".
Se aplaudió puntualmente a las ocho por miedo, como manifestación de acuerdo con un encierro inconstitucional y por saberse que no estaban solos en su inmensa credulidad, cuando no por cobardía.
Sólo unos pocos cientos de miles sabíamos que una mayoría tenebrosa estaba participando acojonados en un experimento de laborarios farmacéuticos con contratos oscuros que les eximían de responsabilidad, mientras estaban dispuestos a denunciarnos si salíamos de casa a hacer ejercicio o a reunirnos con amigos en la clandestinidad. Al tiempo nos insultaban en la televisión, nos amenazaba con violencia física y nos mandaban a cenar en Navidad en la cocina...y todo eso aderezado con el aplauso de millones y millones de cretinos adocenados.
Siento la crudeza de mis palabras, pero perdí la confianza en el género humano. Si hubieran ordenado eliminarnos allá donde nos vieran sin dudarlo muchísimos lo hubieran hecho. Desde entonces sólo observo la existencia de dos grupos de personas, todos los que aplaudieron a las ocho como peligrosos iluso y los que resistimos. Si la humanidad tiene esperanza no es con los que aplaudieron.