Anomía, los sin nombre

Mateo77

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Continuando este hilo: Sociedad: - Esta maldita, maldita época

En el primer capítulo del Génesis se nos muestra cómo Dios creó y dió forma al universo. El texto no desciende al detalle de cada criatura y su constitución propia, no pretende ser un tratado científico. Su valor está en la perspectiva espiritual que nos ofrece. Vemos que a lo largo de esos primeros versículos se repite el mismo esquema: Dios dice, Dios hace y Dios bendice, y esto se podría trasladar al misterio Trinitario del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre otorga el nombre, el Hijo da forma según ese nombre, y el Espíritu Santo bendice el resultado (o lo maldice, entregándolo a la destrucción como vemos en otros pasajes). Veamos un ejemplo de los más claros, Génesis 1,24-25:

Dios dijo: "Produzca la tierra animales vivientes según su especie: ganados, reptiles y bestias salvajes según su especie".
El Padre da nombre a una nueva criatura, separándola del todo informe que es la tierra.

Y así fue. Dios hizo las bestias de la tierra, los ganados y los reptiles campestres, cada uno según su especie.
El Hijo da la forma según el nombre.

Vio Dios que esto estaba bien.
El Espíritu Santo bendice el resultado.

En el principio Dios separa la creación en dos partes, cielos y tierra. Los cielos son el principio "masculino", con la misión específica de dar la forma externa a la criatura, según la voluntad de Dios. La tierra es el principio "femenino", que recibe esa forma espiritual y trabaja la forma interna. Por supuesto no hablo de semi-dioses que actúan por su cuenta sino de cauces mediante los que se manifiesta la voluntad de Dios. Son reflejo de la relación primera de Dios con la creación: del mismo modo que Dios obra en su creación, los cielos obran en la tierra. Esta división está muy presente en todas las criaturas. Tenemos por ejemplo la relación entre mente y cuerpo, entre padre e hijo, o el modo en que funciona la procreación.

De igual modo, el principio básico de la creación, que es el de ser creada por Dios, se traslada al proceder de la segunda persona de la Trinidad. Pienso que el Hijo actúa directamente en el establecimiento de cada criatura, vigilando que se constituya según el nombre del Padre, pero tras eso actúa mediante "ángeles". Un ángel es un enviado de Dios para llevar a cabo una misión, y pienso tanto en las criaturas puramente espirituales como en seres humanos según sus carismas específicos (desde una madre gestando un hijo en sus entrañas a un Papa trabajando en un documento inspirado), o incluso animales o las fuerzas inanimadas de la naturaleza que se conjugan en un momento determinado respondiendo a un mandato de la Providencia.

Algunas de estas criaturas están dotadas de libre albedrío, y ahí entra en juego la posibilidad del mal. Para que haya verdadera libertad ha de ser posible la rebeldía contra Dios, la transgresión de los límites que marca. El mal consiste en que una criatura no tome el nombre que Dios le da. Este nombre supone un límite que determina qué es lícito y que es ilícito para esa criatura. El mal está en traspasar ese límite, tomando lo que no corresponde (y rechazando lo que sí corresponde), actuando de modo incorrecto (y descuidando el proceder correcto). La capacidad de la criatura está fijada, y si se ocupa de lo que no le corresponde no puede sino descuidar lo que sí le es propio. Libremente, la criatura transgresora se sitúa fuera de los límites que Dios le otorga, y, por tanto, en enemistad con Dios.

Dios crea todo del mejor modo posible, articulando toda la creación de modo que sea capaz de contener criaturas con verdadera libertad y que resista "viva" toda la eternidad, en una variedad infinita y siempre nueva, pero armoniosa. Habría dos amenazas para esta creación viva y libre. Por una parte tenemos la cristalización en una supuesta perfección inhumana y muerta, propia de una máquina. Este sería el sueño iluminista con sus utopías tecnológicas y sus sociedades-colmena. En el otro extremo tenemos la anarquía, el caos incesante y destructor, el regreso a la desolación que se describe en Génesis 1,2. Esto se vende en la actualidad con ideas como la "autodeterminación", la "fusión con el todo" o el igualitarismo que rechaza toda jerarquía. Destruir todo con la vana esperanza de reconstruirlo al margen de Dios, enmendando su obra para que bien y mal sean una misma cosa y no quede así excluido el pecador. La criatura endiosada que cree ser más sabia que Dios, más poderosa que Dios y más misericordiosa que Dios.

Llegamos entonces al "misterio de iniquidad" que se menciona en Mateo 23,28, en 2 Tesalonicenses 2 y en Tito 2. En esos pasajes se usa la palabra griega "anomia", es decir, ausencia de nombre. La criatura humana desdeñando el nombre que Dios le concede, con la excusa que sea. El nombre que reciben los esposos se rompe con el matrimonio o con cualquier mala práctica sensual. El nombre que reciben los padres se rechaza con el aborto o con el abandono de los hijos, la mala educación que se les da o hasta el abuso al que se les somete. El nombre que recibe el sacerdote se rompe cuando este rechaza la docrina y extravía a su rebaño. El nombre que recibe el que tiene autoridad se rechaza cuando no se utiliza para restaurar la justicia sino que se ampara y hasta disculpa al transgresor sin que este se arrepienta. La Iglesia clamando para obtener lo que Dios ya ha negado o pidiendo que se bendiga el pecado. El pretender tomar a la criatura como fuente del poder que se ostenta, y no a Dios. Los ejemplos son muchos y se podría reflexionar profusamente sobre el nombre de cada criatura (no importa que sea "natural" o establecida por el hombre) a la luz de la voluntad de Dios. Se podría hacer este discernimiento, y debería hacerse con urgencia. Cada cual que examine su propia vida, y los que tengan responsabilidades comunitarias que reflexionen respecto al ámbito que Dios les concede administrar.

Otro modo de referirse a este "misterio de iniquidad" sería la "abominación de la desolación" (Mateo 24,15, Marcos 13,14), que podría aludir al principio de redención anulado temporalmente, del mismo modo que Cristo tras morir en la Cruz descendió hasta los mismos infiernos para tomar poder sobre la misma muerte. Se bloquea el camino al Reino, pero esta desolación es solo la antesala de la inminente resurrección y glorificación del Hijo. Cuando es completada una obra de Dios actúa el Espíritu Santo para juzgarla, entregándola al fuego destructor o concediendo el sello del Reino al llamarla "buena" y "bendita de Dios".

Fuente: Piedras que gritan - Anomía, los sin nombre
 
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Continuando con el tema de los nombres y la falta de estos, en la Biblia tenemos varios ejemplos de personas que acogen plenamente el nombre de Dios para ellos. Tenemos la fe de Abraham, tenemos el fiat de María ("hágase en mi según tu palabra"), y tenemos a Jesucristo en Getsemaní, o, por ejemplo, leemos en Juan 12,48-50:

El que me rechaza y no acepta mi doctrina ya tiene quien lo juzgue; la doctrina que yo he enseñado lo condenará en el último día, porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me ha enviado me ha ordenado lo que tengo que decir y enseñar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso lo que yo os digo, lo digo tal y como me lo ha dicho el Padre".​

En este pasaje también se ilustra la tercera etapa en el proceso de creación: el juicio. La palabra juzga. En la lectura correspondiente a ayer domingo (Lucas 4,21-30) vemos un proceder extraño de Cristo que se explica perfectamente según este esquema. Los habitantes de Nazaret se admiraban de Jesús, y sin embargo él les prueba, y esto los escandaliza hasta el punto en que tratan de matarle. Es el mismo tema que nos encontramos en el libro de Job, que en la prueba maldice su propia vida y, por tanto, de manera indirecta desafía a Dios. La Palabra de Dios nos interpela cuando la recibimos, ya sea con respecto a algún hecho de nuestro pasado, ya sea nuestra situación presente o incluso a algo que aun está por venir. Desciende a lo más profundo de nuestra oscuridad para traer a la luz nuestra verdad. Ante la Palabra hemos de escoger, libremente, sin engaño posible.

La lectura correspondiente a hoy es Marcos 5,1-20. Este pasaje resulta muy interesante cuando se considera bajo la luz de la cuestión de los nombres. Se nos presenta a una persona bajo la posesión de demonios. Estos le confieren enorme fortaleza, pero le causan desolación interior, pérdida de juicio y deseo de morar entre los muertos.

Marcos 5,1-20

Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte; y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.» Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.» El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.​

Jesús comienza el proceso de liberación ordenando al malo que salga, y este le desafía ante Dios. Entiendo que reclama su derecho a estar en esa región, y por esto sería causarle daño (atormentarle) el expulsarle sin más. Para derrotarle en su propio terreno, Jesús comienza preguntándole su nombre. Eran muchos, es decir, anónimos, "sin nombre", pero Jesús saca esta característica a la luz. Ahora ya no pueden residir en una única persona, la liberación ha avanzado un paso. El malo infestaba esa región con todo lo que contenía, y desde la oscuridad había asentado en una sola persona la "cabeza" de su dominio. A esta persona la multitud de voces discordantes la había llevado a la locura. En ella se reemplazaba la unicidad de voluntad procedente del nombre único dado por Dios con el gobierno compuesto, multiforme, "sin nombre" en el sentido de que su nombre no procedía de Dios sino de la criatura.
Tenemos que una vez descubierto ese malo/demonios ya no puede morar en una sola persona. Su estrategia cambia. Pide ocupar una piara entera de cerdos, planeando preservar su poder sobre la región causando un perjuicio económico a sus habitantes y provocando en ellos la reacción que vemos en el texto: piden que Jesucristo se aleje. El malo pidió quedarse, y los habitantes piden que Cristo se vaya, posibilitando asi que la liberación no sea concluída. De nuevo las múltiples voces rechazando el nombre dado por Dios, que en este caso es el de "salvación" traída por el "Enmanuel", el Dios-con-nosotros que es uno de los apelativos de Cristo. Jesús accede, pero deja dispuesto lo necesario para que la liberación se complete eventualmente, o para que en el día del juicio no haya defensa posible. Jesús le da un nombre nuevo al endemoniado que ha sido liberado. El que antes era sede del enquistamiento demoniaco en la región se convierte ahora en el representante de Cristo al confesar la acción salvadora que este nos viene a ofrecer.