El 12 de Marzo [1936], se reunían en Londres los Ministros de Asuntos Exteriores de los consignatarios del Tratado de Locarno. Hitler puso como condición para enviar a su representante a que éste tuviera el mismo derecho al uso de la palabra que sus colegas; que se estudiara la previa violación de los términos del Tratado por parte de Francia y que las demás delegaciones se avinieran a entrar inmediatamente en negociaciones sobre nuevas propuestas alemanas. Al ser rechazadas tales peticiones por Francia y Bélgica-- que, en aquellos momentos, era, políticamente, un satélite francés-- Alemania se abstuvo de mandar un representante a la conferencia de Londres. En la misma, se constató que el tratado de Locarno había muerto, de fin natural. Al notar que su posición es fuerte, Hitler piensa que la tribuna de la S. de N. puede constituir un buen escaparate publicitario; una caja de resonancia diplomática y, aprovechando que ha sido invitado a comparecer ante el Consejo, Hitler manda allí a Von Ribbentrop, que llega el 19 de Marzo y hace la declaración siguiente:
" El Canciller Hitler ha formulado toda una serie de proposiciones en favor de la paz. No han sido tenidas en cuenta.
" Ha propuesto el desarme general: ha sido rechazado.
" Ha propuesto un armamento paritario, basado sobre ejércitos de 200.000 hombres: ha sido rechazado.
" Ha propuesto elevar la cifra a 300.000: ha sido rechazado.
" Ha propuesto un pacto aéreo: ha sido rechazado(27) [(27) El 31 de Marzo de 1936 Hitler propuso la prohibición de las bombas incendiarias y el bombardeo de ciudades.]
" El 21 de Mayo de 1935 propuso un conjunto de medidas destinadas a asegurar la paz en Europa: fueron rechazadas, excepción hecha de las disposiciones relativas al desarme naval, que sirvieron de base al acuerdo germano-inglés.
" El Canciller del Reich ha reiterado numerosas veces sus ofertas de paz y --permitidme decirlo aquí-- él mismo y toda Alemania han esperado que el Pacto Franco-Soviético no sería ratificado.
" Cuando, haciendo caso omiso de sus ofrecimientos y advertencias el Parlamento Francés ha ratificado ese Pacto, el Canciller del Reich, consciente de sus graves responsabilidades hacia el pueblo alemán, ha extraído del mismo la única conclusión que se imponía. Ha restablecido la sobreranía alemana sobre todo el territorio del Reich.
" Al actuar así, el Gobierno alemán se ha fundado en los hechos siguientes:
" 1.- A consecuencia de la acción unilateral de Francia, el espíritu y la letra del Pacto de Locarno han sido tan radicalmente falseados, que dicho Pacto ha perdido su validez y vigencia.
" 2.- A consecuencia de la nueva alianza militar concluida entre Francia y la Unión Soviética, Alemania se ha visto obligada a recurrir, sin demora, al elemental derecho que tiene toda nación a asegurar la seguridad de su propio territorio.
" Por este motivo el Gobierno del Reich rechaza categóricamente, como desprovista de todo fundamento, la acusación de haber violado unilateralmente el Tratado de Locarno. Es materialmente imposible violar un acuerdo que los actos de otro signatario han convertido en caducos.
" El contenido y el ámbito de las proposiciones alemanas no necesitan comentarios. Son tan amplios y completos que todo hombre de citado animado de un sincero amor a Europa sólo puede desear su rápida aplicación.
" Ojala pueda eI Consejo de la Sociedad de Naciones, amparando sus actuales sentimientos, tomar conciencia de su significación histórica, y reconocer que tiene en sus manos, los Instrumentos merced a los cuales es posible rechazar el espectro de la guerra y llevar a una Europa Inquieta al camino de la Paz "(28) [(28)Revista de la Sociedad de Naciones, 27-III-1936..]
La argumentación de Von Ribbentrop parece irrecusable. Y prueba de ello es que nadie Intentó rebatirla. No hubo discusión, a pesar de que el plenipotenciario alemán parecía, viablemente, aguardar una respuesta. No la hubo. Todos los miembros del Consejo parecían
turbados (29). En su nombre, el Presidente de la Asamblea, al británico Bruce, toma acta de las palabras de Ribbentrop y levanta la sesión. Por la tarde, en ausencia de Ribbentrop, al que, insólitamente, ni se avisa siquiera (30) el Consejo se limita a declarar sin discusión previa y sin mas comentarios que "el artículo 43 del Tratado de Versalles ha sido violado por Alemania". No se habla de la intervención militar, ni de represalias ni de ninguna clase de sanción. Al levantar la sesión, Bruce pronuncia una corta alocución que contiene la siguiente frase: “El Canciller Hitler ha renovado su voluntad de cooperación: nos ha sido confirmado esta misma mañana por su representante personal. Estoy convencido pues, que se encontrará una solución ".
Esto era, de hecho, una especie de "visto bueno" dado, inesperadamente a Hitler, por Bruce, conservador inglés opuesto al clan belicista que representaban en su país los laboristas y los llamados jóvenes conservadores de nes ya nos hemos ocupado.
Unos días después, el 29 de Marzo, un referendum "aprobaba la obra llevada a cabo por el Führer en el curso de los tres últimos años", por 44.411.911 votos, es decir, el 99 % del conjunto de los inscritos, es decir, la más fuerte de las mayorías que nunca obtuviera. La inmensa mayoría de los periodicos y revistas de las democracias occidentales, empero, hablaron de "plebiscitos trucados ".
Olvidaban que en el Sarre, bajo control de la S. de N., Hitler obtuvo nada menos que un 90,75% de los votos, tras quince años de propaganda francesa. No parece, pues,
descabellado, que sin propaganda sistemáticamente adversa y con el buen trabajo del Doctor Goebbels desde el Ministerio de Propaganda, se obtuvieran mejores resultados, llegando, en la ocasión que nos ocupa, al 99%.
Hitler había ganado en toda la línea, pero el clan belicista había logrado, mediante la bombástica utilización de sus recursos propagandísticos a escala mundial, que el Führer
apareciera a ojos de una parte cada vez mayor de la opinión pública como un incumplidor de pactos y tratados, cuando, en el caso presente, parece fuera de toda duda razonable que el incumplidor fue el gobierno francés, y no el alemán.
Joaquín Bochaca, Los crímenes de los buenos.