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Andrea Levy: "Yo misma me ocultaba mi dependencia de las pastillas"
La política del PP exorciza en su nuevo libro el dolor que le ha causado la enfermedad y el ejercicio del servicio público. Su relación con Nacho Vegas o la caída de Casado son algunos de los temas que trata.
Andrea Levy. SERGIO GONZÁLEZ VALERO
Ha escrito usted un libro sobre el dolor. Físico y emocional. ¿Por qué?
Yo hice pública mi enfermedad, fibromialgia, y eso me permitió tener contacto con otras personas que también la sufren. Tenía la necesidad de contar qué es padecer una enfermedad que te obliga a convivir con el dolor físico, y en mi caso también emocional por todo lo que estaba viviendo. Quiero reivindicar que un político puede tener debilidades y no por ello ser menos fuerte para ejercer sus responsabilidades.
Es muy sincero todo lo que cuenta, sobre las adicciones, la salud mental, casi un descenso a los infiernos, si me permite la expresión.
Para mí, ha sido liberador. Me he dado cuenta de lo mal que estuve porque ahora estoy bien. Yo misma me provoqué más dolor. Nos acostumbramos a vivir con la ansiedad, a normalizar el insomnio y un estrés insoportable. España es el mayor consumidor de benzodiacepinas del mundo.
Cómo llegó usted a depender del cóctel de pastillas?
Yo me ocultaba a mí misma esa dependencia. No me permitía las debilidades porque era una manera de sobrevivir y de mostrar que podía ser perfecta. No tenemos que estar condenados a soportar la normalización de la ansiedad y la medicalización como parte de la vida.Llega a decir incluso que esas drojas pueden ser un modo de vivir.La primera vez que entré en una consulta porque me dolía todo, el médico me dijo: "Es que tú eres Andrea Levy". Y pensé que entonces me debía merecer el dolor. No me dijo que parase. Mi cuerpo no podía soportar la ansiedad. Me faltaba el aliento, pero yo iba al mitin, a la televisión, a las reuniones, comparecía ante los medios. Me convertí en una persona que no era yo.
¿A pesar de que era una persona muy de moda?
Tuve mucho miedo, pensé que si me mostraba débil iba a frustrar mi carrera. Las benzodiacepinas están normalizadas en nuestra sociedad como si fueran sugus de la felicidad. Y no nos advierten de las consecuencias que tienen. ¿No duermo? Pastilla. ¿Estoy tensa? Pastilla. ¿Me duele? Pastilla. De ese bucle no sales. Sabemos identificar otras drojas, pero si las compramos en la farmacia y nos las recetan, no pensamos que lo son.¿
Y cómo salió de ahí?
Me di cuenta de que el remedio estaba en mi entorno, que tenía que parar. Nos enseñan habilidades para afrontar los trabajos, pero no habilidades para conocerte a ti mismo y poder salir de situaciones vulnerables.
En el libro es usted bastante explícita sobre su relación de pareja con el cantante Nacho Vegas que no fue muy sanadora.
Es una persona que me enseñó a amar y por eso he querido contar lo que nunca conté. Para expresar en qué grado pude yo aislarme de todo lo que me estaba pasando. Quería ser perfecta y si alguien, como él, me necesitaba, yo tenía que ayudarle. Yo misma me provoqué el colapso.Habla mucho del dolor que le causaban las opiniones de la gente.
¿Las redes sociales perjudican la salud mental?
No nos han preparado emocionalmente para utilizar las redes sociales como una herramienta más de comunicación. Sumado al cóctel de la política, se dan situaciones asimilables al maltrato psicológico. Leer lo que dicen sobre ti cuando tienes una intervención pública no es inocuo, te machaca. El acoso y la violencia se están normalizando en las redes sociales con un impacto impredecible en nuestra salud emocional
¿La política no está hecha para personas con debilidades?
Creo que ser sensible no te excluye de la política. Si los políticos no tienen empatía, no sé cómo vamos a trabajar para el bien común. Debemos aprender a que la sensibilidad no nos frustre, pero no a perderla
.Usted llegó a la política en el PP catalán y describe con amargura la persecución contra los no independentistas durante el procés.
Cuenta que operaron a su padre y una enfermera que llevaba el lazo amarillo le preguntó si era familiar de Andrea Levy, y su padre contestó que su hija era arquitecta.
Yo provoqué ese sufrimiento a mi padre cuando estaba enfermo. Eso sucedió en un lugar donde te tienen que cuidar. Te das cuenta de cómo una sociedad se puede llegar a envilecer no ya políticamente, sino humanamente.
También detalla cómo el Gobierno de entonces presidido por Rajoy no atendió las advertencias que usted le hacía con informes detallados de lo que le confesaban los independentistas.
Los independentistas actuaron de forma planificada y el Gobierno de España reaccionaba improvisadamente. Pudo ser por ingenuidad, pero se dejaron engañar. Las consecuencias de aquella gestión produjo un daño emocional en el PP con muchas consecuencias en las primarias.
¿Diría que el ejercicio del poder ciega a algunas personas? Se deduce del análisis que hace en el libro de la fugacidad de toda una generación de líderes.
Claro. Fueron jóvenes líderes que llegaron a tocar el poder en Madrid. En Madrid el poder se materializa, se toca, ves dónde está, y llegas a creerte que te estaba esperando. Personas como Pablo Iglesias o Albert Rivera hicieron una mala gestión de su propia ambición.
Sostiene también en el libro que el poder te atrapa y después te deja caer sin que el interesado lo advierta.En un momento puedes ser útil y luego ya no lo eres.
Las élites de Madrid promocionaron a Albert Rivera para ser el líder de la derecha hasta que se dieron cuenta de que él era un problema.
¿Cómo la trató Madrid cuando llegó a ser dirigente del PP nacional?
El PP necesitaba una renovación, tanto de comunicación como de asumir asuntos como el matrimonio lgtb. No paraba, de televisión en televisión. La bomba Levy, dijeron, todo el mundo opinaba sobre mí. Me etiquetaron como la chica de del PP amiga de la izquierda, la que parecía de Ciudadanos. Es difícil sobrevivir en Madrid. Tienes que asumir que te va a caer aceite hirviendo en algún momento. Comunicaba, pero me faltaba experiencia de gestión, que ahora ya tengo. Es verdad que la política puede ser una especie de droja de la que es difícil desengancharse, pero todos debemos asumir que no siempre podemos estar en la pomada de la dirección.
¿Cree que la cultura política es muy masculina?
Le he dado muchas vueltas a este asunto. Viendo las sesiones del Congreso, que son tan duras, me pegunto cómo hemos convertido la política en una guerra de trincheras en la que o ganas, o sales muerto. No puede ser que sólo nos interese atacar al enemigo, y no debatir de ideas ni de proyecto.El último dolor del que habla es el del naufragio de la dirección del PP encabezada por Pablo Casado.
¿Cuál es su versión de esa caída?
Fue una experiencia traumática. Lo que sucedió parece ahora que era inevitable. Al presidente, la situación se le fue de las manos. No hubo capacidad de asimilar que el PP es una institución muy grande que trasciende a su dirección. Cuando te aislas en tu propio liderazgo, te ensimismas, desconectas de las opiniones de los que están a tu lado y te crees intocable, empieza el fracaso. Cuando la soberbia está por encima de la responsabilidad que tienes con el partido. Creo que es un fracaso generacional que afectó a los líderes jóvenes que no supieron manejar bien el poder. Demasiada soberbia en esa generación.
¿Quedan heridas de aquello?
Nos hizo daño emocional a todos. Pero el PP se sobrepuso a esa ruptura abrupta en menos de tres meses. El problema se extirpó de raíz.
Andrea Levy: "Yo misma me ocultaba mi dependencia de las pastillas"
La política del PP exorciza en su nuevo libro el dolor que le ha causado la enfermedad y el ejercicio del servicio público. Su relación con Nacho Vegas o la caída de Casado son algunos de los temas que trata.
Ha escrito usted un libro sobre el dolor. Físico y emocional. ¿Por qué?
Yo hice pública mi enfermedad, fibromialgia, y eso me permitió tener contacto con otras personas que también la sufren. Tenía la necesidad de contar qué es padecer una enfermedad que te obliga a convivir con el dolor físico, y en mi caso también emocional por todo lo que estaba viviendo. Quiero reivindicar que un político puede tener debilidades y no por ello ser menos fuerte para ejercer sus responsabilidades.
Es muy sincero todo lo que cuenta, sobre las adicciones, la salud mental, casi un descenso a los infiernos, si me permite la expresión.
Para mí, ha sido liberador. Me he dado cuenta de lo mal que estuve porque ahora estoy bien. Yo misma me provoqué más dolor. Nos acostumbramos a vivir con la ansiedad, a normalizar el insomnio y un estrés insoportable. España es el mayor consumidor de benzodiacepinas del mundo.
Cómo llegó usted a depender del cóctel de pastillas?
Yo me ocultaba a mí misma esa dependencia. No me permitía las debilidades porque era una manera de sobrevivir y de mostrar que podía ser perfecta. No tenemos que estar condenados a soportar la normalización de la ansiedad y la medicalización como parte de la vida.Llega a decir incluso que esas drojas pueden ser un modo de vivir.La primera vez que entré en una consulta porque me dolía todo, el médico me dijo: "Es que tú eres Andrea Levy". Y pensé que entonces me debía merecer el dolor. No me dijo que parase. Mi cuerpo no podía soportar la ansiedad. Me faltaba el aliento, pero yo iba al mitin, a la televisión, a las reuniones, comparecía ante los medios. Me convertí en una persona que no era yo.
¿A pesar de que era una persona muy de moda?
Tuve mucho miedo, pensé que si me mostraba débil iba a frustrar mi carrera. Las benzodiacepinas están normalizadas en nuestra sociedad como si fueran sugus de la felicidad. Y no nos advierten de las consecuencias que tienen. ¿No duermo? Pastilla. ¿Estoy tensa? Pastilla. ¿Me duele? Pastilla. De ese bucle no sales. Sabemos identificar otras drojas, pero si las compramos en la farmacia y nos las recetan, no pensamos que lo son.¿
Y cómo salió de ahí?
Me di cuenta de que el remedio estaba en mi entorno, que tenía que parar. Nos enseñan habilidades para afrontar los trabajos, pero no habilidades para conocerte a ti mismo y poder salir de situaciones vulnerables.
En el libro es usted bastante explícita sobre su relación de pareja con el cantante Nacho Vegas que no fue muy sanadora.
Es una persona que me enseñó a amar y por eso he querido contar lo que nunca conté. Para expresar en qué grado pude yo aislarme de todo lo que me estaba pasando. Quería ser perfecta y si alguien, como él, me necesitaba, yo tenía que ayudarle. Yo misma me provoqué el colapso.Habla mucho del dolor que le causaban las opiniones de la gente.
¿Las redes sociales perjudican la salud mental?
No nos han preparado emocionalmente para utilizar las redes sociales como una herramienta más de comunicación. Sumado al cóctel de la política, se dan situaciones asimilables al maltrato psicológico. Leer lo que dicen sobre ti cuando tienes una intervención pública no es inocuo, te machaca. El acoso y la violencia se están normalizando en las redes sociales con un impacto impredecible en nuestra salud emocional
¿La política no está hecha para personas con debilidades?
Creo que ser sensible no te excluye de la política. Si los políticos no tienen empatía, no sé cómo vamos a trabajar para el bien común. Debemos aprender a que la sensibilidad no nos frustre, pero no a perderla
.Usted llegó a la política en el PP catalán y describe con amargura la persecución contra los no independentistas durante el procés.
Cuenta que operaron a su padre y una enfermera que llevaba el lazo amarillo le preguntó si era familiar de Andrea Levy, y su padre contestó que su hija era arquitecta.
Yo provoqué ese sufrimiento a mi padre cuando estaba enfermo. Eso sucedió en un lugar donde te tienen que cuidar. Te das cuenta de cómo una sociedad se puede llegar a envilecer no ya políticamente, sino humanamente.
También detalla cómo el Gobierno de entonces presidido por Rajoy no atendió las advertencias que usted le hacía con informes detallados de lo que le confesaban los independentistas.
Los independentistas actuaron de forma planificada y el Gobierno de España reaccionaba improvisadamente. Pudo ser por ingenuidad, pero se dejaron engañar. Las consecuencias de aquella gestión produjo un daño emocional en el PP con muchas consecuencias en las primarias.
¿Diría que el ejercicio del poder ciega a algunas personas? Se deduce del análisis que hace en el libro de la fugacidad de toda una generación de líderes.
Claro. Fueron jóvenes líderes que llegaron a tocar el poder en Madrid. En Madrid el poder se materializa, se toca, ves dónde está, y llegas a creerte que te estaba esperando. Personas como Pablo Iglesias o Albert Rivera hicieron una mala gestión de su propia ambición.
Sostiene también en el libro que el poder te atrapa y después te deja caer sin que el interesado lo advierta.En un momento puedes ser útil y luego ya no lo eres.
Las élites de Madrid promocionaron a Albert Rivera para ser el líder de la derecha hasta que se dieron cuenta de que él era un problema.
¿Cómo la trató Madrid cuando llegó a ser dirigente del PP nacional?
El PP necesitaba una renovación, tanto de comunicación como de asumir asuntos como el matrimonio lgtb. No paraba, de televisión en televisión. La bomba Levy, dijeron, todo el mundo opinaba sobre mí. Me etiquetaron como la chica de del PP amiga de la izquierda, la que parecía de Ciudadanos. Es difícil sobrevivir en Madrid. Tienes que asumir que te va a caer aceite hirviendo en algún momento. Comunicaba, pero me faltaba experiencia de gestión, que ahora ya tengo. Es verdad que la política puede ser una especie de droja de la que es difícil desengancharse, pero todos debemos asumir que no siempre podemos estar en la pomada de la dirección.
¿Cree que la cultura política es muy masculina?
Le he dado muchas vueltas a este asunto. Viendo las sesiones del Congreso, que son tan duras, me pegunto cómo hemos convertido la política en una guerra de trincheras en la que o ganas, o sales muerto. No puede ser que sólo nos interese atacar al enemigo, y no debatir de ideas ni de proyecto.El último dolor del que habla es el del naufragio de la dirección del PP encabezada por Pablo Casado.
¿Cuál es su versión de esa caída?
Fue una experiencia traumática. Lo que sucedió parece ahora que era inevitable. Al presidente, la situación se le fue de las manos. No hubo capacidad de asimilar que el PP es una institución muy grande que trasciende a su dirección. Cuando te aislas en tu propio liderazgo, te ensimismas, desconectas de las opiniones de los que están a tu lado y te crees intocable, empieza el fracaso. Cuando la soberbia está por encima de la responsabilidad que tienes con el partido. Creo que es un fracaso generacional que afectó a los líderes jóvenes que no supieron manejar bien el poder. Demasiada soberbia en esa generación.
¿Quedan heridas de aquello?
Nos hizo daño emocional a todos. Pero el PP se sobrepuso a esa ruptura abrupta en menos de tres meses. El problema se extirpó de raíz.
