Carrus Magníficus
Madmaxista
Hace años me deparé una vez con algo de apariencia inocente pero temible: conserva de ajo en almíbar, para ponerlo como aderezo de ensaladas o carnes. Algo tal que así, pero con los dientes por separado:
Yo, que soy de ajos, nunca lo había probado y me puse unos pocos para probar. Aquello estaba buenísimo, solos o acompañados, y fui a por unos cuantos más. En total creo que me comí una docena de dientes de ajo. Con la cascarilla, salían sin resistencia con un sabor indescriptiblemente bueno...
Pero aquello comenzó a fermentar. Ojo, el resto de la comida, normal, sin nada que añadiese más drama a la tormenta que se estaba gestando en mi interior. Menos mal que en el momento de la vejación con alevosía de mi tracto digestivo ya había vuelto a casa.
Fosas pútridas de muertos licuados no olerían peor que el primer peo que dejé escapar. ardor de estomago, sentí ardor de estomago de mi mismo... ¡y los ruidos de la barriga como heraldos del apocalipsis de gases que se aproximaba, imparable, inmisericorde, inexorable! Durante las siguientes tres horas solté toda clase de exclamaciones, gemidos, alaridos, berridos... por el agujero de atrás.
No conseguía ir demasiado lejos del cuarto de baño, dudando de si me iba a soltar en cualquier momento o si era otro peo... y no quería soltar Zyklon B en el vaso de porcelana porque la acústica hacía con que se escuchase a buen y alto volumen, no solo en casa sino, con plena certeza, en las de alrededor. Y así, aferrado a la puerta o al lavabo... o a veces en el pasillo, emitía analmente todo lo que el espectro audible puede alcanzar, tanto en frecuencia como decibelios, y seguro que algún otro suspiro de cachalote también.
Ni abriendo ventanas, puertas, con el ventilador encendido... conseguía que ese agente naranja dejase de matarme a pellizcos, ¡miré aterrado a mi alrededor por si las cosas se estaban impregnando de tan nauseabundo, penetrante y duradero que era! Aquel día supe exactamente lo que sintió John Hurt en la Nostromo cuando el alien intentaba abrirse paso a través de su cuerpo.
Tras la berrea anal y tras angustiosos barritados rectales que parecían que me iban a hacer el vacío en el ombligo y sacármelo por la espalda, poco a poco fui recomponiendo la compostura y conseguí empezar a hidratarme. No, no bebí agua durante esa abducción intestinal. Con miedo, pensé que si tomaba alguna cosa podría salir disparada al no distinguir líquido de gas, esparciendo metralla y meandros de hez que me obligarían a pegarle fuego a la vivienda para cobrar el seguro, antes que pasar por la vergüenza de tener que limpiarla sin éxito y tener que pedir ayuda o vivir... con el marrón...
Ojos vidriosos y sin lágrimas que derramar, labios resecos... cuando nada más salió de mi, ¡y tuve que esperar un buen rato para estar seguro!, tiré la ropa que estaba usando ya que me negué a lavar aquello y su mera presencia me produciría traumas en el futuro. Luego me duché concienzudamente y preparé algo ligero para estabilizar el tracto digestivo.
El ambiente todavía se sentía pesado. Gasté varios botes de ambientador en todos los ambientes... si alguien hubiera prendido una cerilla o un mechero habríamos volado por los aires.
Ajo en almíbar... es lo que buscas si quieres un suicidio lento y doloroso. O si quieres recrear Pripyat en tu hogar.
Ideal para servir a esas visitas indeseadas que vienen de coche y tardan unas horas en llegar de vuelta a su casa.
Úsese bajo su propia responsabilidad...
Yo, que soy de ajos, nunca lo había probado y me puse unos pocos para probar. Aquello estaba buenísimo, solos o acompañados, y fui a por unos cuantos más. En total creo que me comí una docena de dientes de ajo. Con la cascarilla, salían sin resistencia con un sabor indescriptiblemente bueno...
Pero aquello comenzó a fermentar. Ojo, el resto de la comida, normal, sin nada que añadiese más drama a la tormenta que se estaba gestando en mi interior. Menos mal que en el momento de la vejación con alevosía de mi tracto digestivo ya había vuelto a casa.
Fosas pútridas de muertos licuados no olerían peor que el primer peo que dejé escapar. ardor de estomago, sentí ardor de estomago de mi mismo... ¡y los ruidos de la barriga como heraldos del apocalipsis de gases que se aproximaba, imparable, inmisericorde, inexorable! Durante las siguientes tres horas solté toda clase de exclamaciones, gemidos, alaridos, berridos... por el agujero de atrás.
No conseguía ir demasiado lejos del cuarto de baño, dudando de si me iba a soltar en cualquier momento o si era otro peo... y no quería soltar Zyklon B en el vaso de porcelana porque la acústica hacía con que se escuchase a buen y alto volumen, no solo en casa sino, con plena certeza, en las de alrededor. Y así, aferrado a la puerta o al lavabo... o a veces en el pasillo, emitía analmente todo lo que el espectro audible puede alcanzar, tanto en frecuencia como decibelios, y seguro que algún otro suspiro de cachalote también.
Ni abriendo ventanas, puertas, con el ventilador encendido... conseguía que ese agente naranja dejase de matarme a pellizcos, ¡miré aterrado a mi alrededor por si las cosas se estaban impregnando de tan nauseabundo, penetrante y duradero que era! Aquel día supe exactamente lo que sintió John Hurt en la Nostromo cuando el alien intentaba abrirse paso a través de su cuerpo.
Tras la berrea anal y tras angustiosos barritados rectales que parecían que me iban a hacer el vacío en el ombligo y sacármelo por la espalda, poco a poco fui recomponiendo la compostura y conseguí empezar a hidratarme. No, no bebí agua durante esa abducción intestinal. Con miedo, pensé que si tomaba alguna cosa podría salir disparada al no distinguir líquido de gas, esparciendo metralla y meandros de hez que me obligarían a pegarle fuego a la vivienda para cobrar el seguro, antes que pasar por la vergüenza de tener que limpiarla sin éxito y tener que pedir ayuda o vivir... con el marrón...
Ojos vidriosos y sin lágrimas que derramar, labios resecos... cuando nada más salió de mi, ¡y tuve que esperar un buen rato para estar seguro!, tiré la ropa que estaba usando ya que me negué a lavar aquello y su mera presencia me produciría traumas en el futuro. Luego me duché concienzudamente y preparé algo ligero para estabilizar el tracto digestivo.
El ambiente todavía se sentía pesado. Gasté varios botes de ambientador en todos los ambientes... si alguien hubiera prendido una cerilla o un mechero habríamos volado por los aires.
Ajo en almíbar... es lo que buscas si quieres un suicidio lento y doloroso. O si quieres recrear Pripyat en tu hogar.
Ideal para servir a esas visitas indeseadas que vienen de coche y tardan unas horas en llegar de vuelta a su casa.
Úsese bajo su propia responsabilidad...