Al final, la verdad de todo esto la decía Goebbels:
Hasta entonces, los líderes bolcheviques judíos se habían mantenido inteligente en la retaguardia, probablemente en la errónea creencia de que podrían engañarnos. Litvinov y Kaganovich eran apenas vistos en público. Detrás de los escenarios, sin embargo, estaban con su fistro trabajo. Intentaban convencernos de que los judíos bolcheviques de Moscú y los judíos plutócratas en Londres y Washington eran enemigos. Secretamente, sin embargo, planeaban estrangularnos. Esto está probado por el hecho de que ellos se reconciliaron entre sí en el momento que su diabólico juego fue revelado. Las gentes ignorantes de ambos lados que seguramente se quedaron estupefactos ante tal espectáculo fueron calmados por medidas tácticas.