Soledad en los polígonos
Nada como acercarse cualquier tarde por uno de los polígonos industriales del área metropolitana de Valencia para constatar sin intermediarios los estragos que la crisis está causando en las empresas. La hiperactividad de hace dos años es ahora un recuerdo. Como las colas de camiones y coches. Al margen de los cierres, muchas firmas han reducido horarios y producción.
Jordi Cuenca
VALENCIA
?Llovizna sobre el polígono industrial de Massanassa, más allá del centro comercial Alfafar, a las cuatro y media de la tarde del jueves pasado. Apenas se ven camiones. Tampoco obreros por las calles. Un coche circula a cada rato. El aparcamiento central está medio vacío. Hay un bar con la persiana echada. En otro, un hombre mayor mira desde la puerta, como extrañado, el paso de un vehículo. Algunas empresas están cerradas. Muchas naves tienen colgado desde hace meses el cartel donde indican que se alquilan. De tanto en tanto se ven fábricas con el portalón de hierro abierto a través del cual se constata una escasa actividad: oscuridad casi total en unos casos y, en otros, una luz fluorescente a lo lejos, como si ya sólo quedara un contable intentando hacer magia. Si no fuera por la lluvia y el asfalto, no sería gratuito traer a la memoria la imagen de un pueblo del Oeste americano durante la siesta de un fogoso día de verano.
Esta triste estampa de soledad la ha pintado la crisis económica que nos acosa desde hace ya más de dos años. El cementerio ubicado en el polígono es, a veces, uno de los lugares más concurridos en los últimos tiempos. Los días de entierro. Pero la metáfora sería injusta. La muerte no se ha instalado en toda la extensión del recinto industrial. Sigue habiendo mucha vida, aunque lánguida, mortecina, sin duda nostálgica. Nada que ver con un jueves de febrero de hace tres años, cuando había fiesta hasta en un sitio aparentemente tan aburrido como un polígono industrial. Un empresario del mueble con fábrica en el recinto que pide anonimato recuerda los viejos tiempos de febril actividad, cuando "aquí, en esta calle, no se podía aparcar y había coches en doble fila", cuando los camiones circulaban en tránsito constante cargando o descargando mercancías, cuando las empresas no cerraban hasta las ocho de la noche para apurar al máximo su capacidad de producción y atender los numerosos pedidos, o cuando los proveedores instalados en el mismo polígono podían tardar hasta tres semanas en servir un tablero por el exceso de trabajo. Ahora, lo suministran "en quince minutos y, eso sí, te lo traen junto a la factura para que se lo abones de inmediato". Ahora, a las cinco o seis de la tarde casi todas las empresas en activo paran y no falta la que lo hace al mediodía. El viernes es una práctica muy extendida. Casi universal.
El gerente de la Federación de Polígonos Industriales de la Comunitat Valenciana (Fepeval), Tomás Contell, cree que este retrato, con salvedades y diferencias, puede dibujarse en cualquier instalación de España. Y es que la crisis ha provocado que, en la autonomía, la actividad en estos recintos haya caído entre un 20% y un 25%. Contell asegura que la "falta de vida" en los polígonos es la consecuencia directa de los estragos que la recesión ha causado en las pymes, "las grandes perjudicadas". Aunque Fepeval no dispone de cifras concretas de muertes de empresas ni de reducción de puestos de trabajo, lo cierto es que los cierres, los expedientes de regulación de empleo y las suspensiones de pagos han oscurecido el devenir diario de estas instalaciones. Los colapsos de tráfico han desaparecido, "muchas empresas no abren por las tardes" y la gran mayoría de las que sí lo hacen han reducido sus horarios. En el olvido han quedado las imágenes de fábricas abiertas hasta las ocho, porque las horas extraordinarias han desaparecido y los trabajadores vuelven mucho antes a sus casas.
Contell asegura que los primeros en notar la falta de actividad han sido las firmas de servicios que en los tiempos de bonanza convertían a algunos polígonos en pequeñas ciudades. Las oficinas bancarias o de correos, las tiendas de telefonía móvil, las agencias de viaje o los comercios de ropa industrial ya no son lo que eran. Y menos aún los bares y restaurantes. Hay mucha menos clientela. Las crecientes penurias económicas también traen nuevos modos de vida y ya abundan los trabajadores que "recurren a la fiambrera" para ahorrar a la hora de la comida.
El empresario de Massanassa asegura que en su polígono hay una diferencia sustancial entre las mañanas y las tardes laborales. Desolación en las últimas horas de la jornada. No la percibe de manera tan contundente Joaquín Ballester, gerente del polígono industrial Fuente del Jarro, uno de los mayores de España. El panorama que traza es muy similar en el conjunto del día. El recinto de Paterna ha perdido en 2009 un 8,5% de empresas -40 cierres y cinco aperturas- y ahora acoge a 450 firmas. La incidencia de la crisis sobre el empleo ha sido mucho mayor: en dos años y medio, la reducción alcanza los 2.500 puestos de trabajo. Ya sólo quedan 9.500.
Esta mortandad ha tenido su reflejo en la vida de Fuente del Jarro: en las horas punta de entrada y salida - a las ocho y nueve de la mañana y a las dos y las seis de la tarde- "había hace dos años colas escandalosas". Nada queda de aquel colapso. "Ahora no hay dificultades de acceso", asegura Ballester. A este menor tráfico se ha de sumar el de las personas, preferentemente, en Paterna, por la reducción de las horas extraordinarias. El gerente de Fuente del Jarro afirma que la crisis "no ha frenado" la presencia de empresas de servicios. También reduce a un hecho muy puntual el que una empresa cierre al mediodía. Tal vez, la diferencia con Massanassa estriba en que "el nuestro acoge empresas de todos los sectores" y, muy especialmente, a algunas de actividades, como la alimentación, que son de las menos afectadas por la crisis. Y es que la gente tiene que comer, aunque la vida no siga igual.
La Confederación Empresarial Valenciana (CEV) considera que "la menor actividad en los polígonos industriales es un claro reflejo de la situación económica: la caída de la demanda y en consecuencia de la producción". En consecuencia, "muchas empresas, ante esta difícil situación, han optado, antes que recurrir a ERE, por no realizar horas extras y por flexibilizar el tiempo de trabajo. Las entradas y las salidas son más flexibles, los trabajadores disfrutan de las vacaciones en meses como diciembre, y se hace uso de la distribución irregular de la jornada trabajando menos horas semanales". Según la patronal provincial, "también es cierto que la crisis ha provocado el cierre de algunas empresas y la destrucción de empleo durante 2009 se nota, como no puede ser de otra manera, en el tránsito alrededor de los polígonos". j. c.valencia
«Muchas empresas han optado por flexibilizar el trabajo»
La Confederación Empresarial Valenciana (CEV) considera que «la menor actividad en los polígonos industriales es un claro reflejo de la situación económica: la caída de la demanda y en consecuencia de la producción». En consecuencia, «muchas empresas, ante esta difícil situación, han optado, antes que recurrir a ERE, por no realizar horas extras y por flexibilizar el tiempo de trabajo. Las entradas y las salidas son más flexibles, los trabajadores disfrutan de las vacaciones en meses como diciembre, y se hace uso de la distribución irregular de la jornada trabajando menos horas semanales». Según la patronal provincial, «también es cierto que la crisis ha provocado el cierre de algunas empresas y la destrucción de empleo durante 2009 se nota, como no puede ser de otra manera, en el tránsito alrededor de los polígonos». j. c. valencia