Bueno, pues ya está. A las 9 15 hemos empezado a currar, a las 11 30 un descansito de una media hora, otro rato hasta las 14 y luego por la tarde de 16 a 18. Se ha pasado bien, mi hermano y yo haciendo el trabajo duro y mi tío echando una mano en lo que podía, aparte de traer el almuerzo.
Frío del carajo, la radio puesta, unas charlas simpáticas para ponerse al día de las cosas del pueblo. Almuerzo de matanza regado con vino, unos chistes, unos chascarrillos, y a seguir, a ritmo suave, sin matarse. Después de comer se ha terminado el último cacho que faltaba, se ha cargado la leña y a echar un café y un orujo en el bar antes de irnos a la ducha. Nos ha querido soltar 50 euros a cada uno y como no le hemos dejado, ha insistido en comprarnos un décimo para El Niño.
Tras toda la semana en la oficina vegetando (llevamos unas semanas bastante flojas), me ha sentado de querida madre sentir el aire fresco y hacer un poco de ejercicio útil. Además de poder compartir tiempo con mi hermano y mi tío, que son dos personas de lo más entrañable. Y encima uno queda como un señor.
Por supuesto, mis primas ni se han asomado por ahí en todo el día. "Ahí se han quedado echando la siesta", ha dicho mi tío por la tarde, y por la mañana cuando nos hemos ido a las 9 ni se habían levantado. En navidad comemos con esa rama de la familia en su casa y no pienso mover un puñetero dedo. Que se atrevan a decir algo...
Y aunque no lo digan, les va a caer alguna que otra puya. En la comida estaba mi padre con los bemoles hinchadísimos con sus sobrinitas por ser tan jodidamente vagas y tan jetas estando su hermano fastidiado de la pierna. No va a reprocharles nada en plan feo para jorobar la comida, pero es de esos cabronazos de pueblo que saben tirar los dardos envenenados con elegancia, y su especialidad es trolear a los modernos de ciudad.
Frío del carajo, la radio puesta, unas charlas simpáticas para ponerse al día de las cosas del pueblo. Almuerzo de matanza regado con vino, unos chistes, unos chascarrillos, y a seguir, a ritmo suave, sin matarse. Después de comer se ha terminado el último cacho que faltaba, se ha cargado la leña y a echar un café y un orujo en el bar antes de irnos a la ducha. Nos ha querido soltar 50 euros a cada uno y como no le hemos dejado, ha insistido en comprarnos un décimo para El Niño.
Tras toda la semana en la oficina vegetando (llevamos unas semanas bastante flojas), me ha sentado de querida madre sentir el aire fresco y hacer un poco de ejercicio útil. Además de poder compartir tiempo con mi hermano y mi tío, que son dos personas de lo más entrañable. Y encima uno queda como un señor.
Por supuesto, mis primas ni se han asomado por ahí en todo el día. "Ahí se han quedado echando la siesta", ha dicho mi tío por la tarde, y por la mañana cuando nos hemos ido a las 9 ni se habían levantado. En navidad comemos con esa rama de la familia en su casa y no pienso mover un puñetero dedo. Que se atrevan a decir algo...
Y aunque no lo digan, les va a caer alguna que otra puya. En la comida estaba mi padre con los bemoles hinchadísimos con sus sobrinitas por ser tan jodidamente vagas y tan jetas estando su hermano fastidiado de la pierna. No va a reprocharles nada en plan feo para jorobar la comida, pero es de esos cabronazos de pueblo que saben tirar los dardos envenenados con elegancia, y su especialidad es trolear a los modernos de ciudad.