Biblioteca Antiwoke. Como salvar la salud mental de nuestras familias. Hagamos una puesta en común de títulos imprescindibles.

Tengo toda la saga de invencible en casa, aunque nunca la he leido (pertenece a mi señora, tenemos estanterias diferenciadas).
Berserk me quede en el arco de Ricket y si, es una lectura recomendada como antiwoke.

Se nos olvido mencionar The boys, obra que gusta tanto en comic como en serie y que no tienen apenas que ver una con la otra.

Si eres de team magneto, hay una miniserie de apenas 5 o 6 numeros titulada "el juicio de magneto", bastante buena y que ademas puede usar como enlace al actual VXE (vengadores vs x-men vs eternos). Una saga curiosa esta ultima, ya que la explicacion de su trama es que mientras unos progresan, otros, de menores capacidades para organizarse socialmente exigen que los primeros esten a su servicio o sometimiento, llegando unos terceros superiores a los primeros a imponer esa opinion. Su parecido con la realidad llega a ser ironico.

Se pueden descargar en cbr en algun lado?
 
Creo que no se trata de salvar libros antiwokie... Van a por los niños... Poco a poco van sustituyendo obras de Disney antiguas por cosa wokie...

Si el niño se cria con Julio Cesar neցro, la sirenita trabajando en el campo de algodón... El niño pensará que siempre fue así...

Da igual los libros antiwokie que lean... Porque tienen un pensamiento fundamentado en contra de esa sarama... Pero la siguiente generación no... Y cuando son débiles y no tienen la cabeza formada, les dicen que su genero está mal etc etc
 
Muy buena recomendación. Sólo he leido la 2a y me impresionó.

Añado otras sobre el tema GC.

Tres dias de Julio y El final de la Guerra de Luis Romero Perez.

Otro que pinta bien, aunque no lo he leido, es "Por qué y cómo mataron a alopécico Sotelo".

Mas actual, recomiendo estos manuales teórico-prácticos de este tipo. Solo me he leido el primero, pero es muy recomendable y los otros prometen.

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Mi primera aportación, la tetralogía de Gironella.

Los cipreses creen en Dios
Un millón de muertos
Ha estallado la paz.

Ha estallado la paz by José María Gironella - PDF Drive (gratis)

 
Ese "fenómeno" de la reescritura de obras clásicas en clave pogre es... aterrador.

Una censura en toda regla. Irán poco a poco mandando a la hoguera las ediciones originales para que solo quedan los que cumplan la censura nwoke.

Atesorad libros en papel, hamijos. Y si es posible, digitalizadlos. Bastará con unos pocos para desenmascarar la farsa en un futuro.

Unos días atrás, no hace falta saber cuántos exactamente, con algo de dinero en los bolsillos y muchas ilusiones rondando mi cabeza, decidí visitar una librería de las pocas que se ven ahora en un centro comercial, con los libros en los estantes de madera y toda la parafernalia que los acompaña. Fue como retroceder en el tiempo hasta el lejano 1998 cuando tus padres te llevaban a comprar un libro como merecido y ansiado premio a tus esfuerzos estudiantiles, y cuando llegabas los ojos se te salían de las órbitas mirando a todas partes los relucientes volúmenes exhibidos, las tapas brillantes y el olor a papel impreso. Nunca sabías cuál escoger porque el que querías leer desde hace tiempo ahora competía con los títulos recién llegados, o con otros clásicos que también querías leer.

Ahora en 2023, cuál no sería mi decepción cuando con gran ilusión y dedos temblorosos de impaciencia cogí Barnaby Rudge y comencé a ojearla. El lenguaje o mejor dicho las palabras escogidas y el estilo narrativo me recordaba el de un pasquín online, como una historia de Instagram. Pocas palabras, mal elegidas y con una pésima cadencia narrativa, como un niño dejando un comentario en Facebook. Me fijé en la primera hoja informativa y pásmate: era una "nueva" edición revisada como no podía ser de otra forma, por una editora mujer.

Aterrado y con la respiración entrecortada, sintiendo los latidos de mi corazón en las orejas y en los botones de mi chaleco, me apresuré a coger un tomo diferente de la estantería. El azar escogió a Little Dorrit. Para mí desventura, más de lo mismo. Una mujer lo había destrozado y simplificado hasta hacerlo nauseabundo. Palabras simples, epítetos y expresiones modernas, descripciones sencillas sin magia ni cultura, como el resumen de estudio para niños haraganes y poco despiertos.

Con el corazón destrozado y el alma deseando volver a ese lejano 1998, cogí Historia de Dos Ciudades. El cáncer, creía ingenuamente, no podía haber llegado tan lejos. Pero me equivocaba. El wokismo democratizante que destroza las grandes obras del Hombre Blanco sonrisa: para hacerlas asequibles, poco intimidantes, y comprensibles para mujeres, neցros, ignorantes y demás desposeídos culturales, había logrado corromper también Oliver Twist, Un Cuento de Navidad, y otras maravillosas joyas de Dickens.

En resumen, estimado lector, la progredumbre se ha instalado también en los mejores libros y novelas que hicieron las delicias de nuestra tierna infancia y sonrojada juventud. Los han destrozado para que, cuál papilla para bebés, sea consumible para ignorantes, incultos y simplones.

Mi esperanza radica en que aún hay ferias itinerantes y mercados de pulgas donde comprar ediciones antiguas, anteriores a los años 70 y 80, o previas a la Segunda Guerra mundial a ser posible.

Me despido pues, con el corazón acongojado pero con la esperanza intacta, de que todos podáis echar mano de los libros y títulos que aún os son esquivos, en una edición aún no corrompida por la peste pogre que todo lo contamina y destruye.
 
La decadencia de occidente (1916-1923), Oswald Spengler.

En Inglaterra, durante el siglo XVIII, fueron dirigidas por el dinero primeramente las elecciones parlamentarias y luego las decisiones mismas de la Cámara baja [171]. En Inglaterra se descubrió el ideal de la libertad de prensa y, al mismo tiempo, el hecho de que la prensa sirve a quien la posee. La prensa no propaga, sino que crea la opinión «libre».

[171] El canciller del Tesoro, Pelham, sucesor de Walpole, hacía entregar por su secretario, al término de cada período, a los miembros de la Cámara baja, sumas que oscilaban entre 500 y 800 libras, según el valor respectivo de sus servicios al Gobierno, es decir, al partido whig. El agente político Dodington escribía en 1741 sobre su actividad parlamentaria: «Nunca asistí a un debate, a no ser obligado; nunca estuve ausente de una votación a la que pudiera concurrir. Oí razones que me convencieron; pero ninguna influyó en mi voto.»

(...)

Hoy vivimos tan entregados sin resistencia a la acción de esa artillería espiritual [la prensa], que pocos son los que conservan la distancia interior suficiente para ver con claridad lo monstruoso de este espectáculo.

La voluntad de poderío, revestida en forma puramente democrática, ha llegado a su obra maestra, ya que el sentimiento de libertad se siente acariciado y halagado por la misma técnica que le impone la más completa servidumbre que ha existido jamás.

El sentido liberal burgués está orgulloso de haber suprimido la censura, la última barrera; mientras tanto el dictador de la prensa —Northcliffe— mantiene a sus rebaños de esclavos lectores bajo el látigo de sus artículos, telegramas e ilustraciones.

La democracia ha substituido en la vida espiritual de las masas populares el libro por el diario. El mundo de los libros, con su abundancia de puntos de vista, que obligaba el pensamiento a crítica y selección, ya sólo existe en realidad para círculos pequeños. El pueblo lee un diario, «su» diario, que en millones de ejemplares entra todos los días en todas las casas, mantiene a los espíritus bajo su encanto, hace que se olviden los libros y, si uno u otro de éstos se insinúa alguna vez en el círculo visual, elimina su efecto mediante una critica parcial.

¿Qué es la verdad? Para la masa, es la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre simple recluirse y reunir razones para establecer «la verdad», seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad pública del momento, la única que importa en el mundo efectivo de las acciones y de los éxitos, es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad. Sus jefes producen, transforman, truecan verdades. Tres meses de labor periodística, y todo el mundo ha reconocido la verdad [280]. Sus fundamentos son irrefutables mientras haya dinero para repetirlos sin cesar.

La antigua retórica también procuraba más impresionar que razonar —Shakespeare, en el discurso de Antonio, ha mostrado brillantemente que era lo importante—; pero se limitaba a los presentes y al instante. El dinamismo de la prensa quiere efectos permanentes. Ha de tener a los espíritus permanentemente bajo presión. Sus argumentos quedan refutados tan pronto como una potencia económica mayor tiene interés en los contra argumentos y los ofrece con más frecuencia a los oídos y a los ojos. En el instante mismo, la aguja magnética de la opinión pública se vuelve hacia el polo más fuerte. Todo el mundo se convence en seguida de la nueva verdad. Es como si de pronto se despertase de un error. Con la prensa política se relaciona la necesidad de educación escolar, educación que la antigüedad desconocía por completo. Hay en esto un afán inconsciente de reducir las masas, como objeto de la política de partido, a la violencia del diario.

Para el idealista de la democracia primera esto era «ilustración»; y aun hoy existen acá y allá algunas cabezas débiles que se entusiasman con la idea de la libertad de la prensa. Pero eso precisamente es lo que da vía libre a los futuros césares de la prensa mundial. El que sepa leer cae bajo su imperio; y la ensoñada autonomía se convierte, para la democracia posterior, en una radical servidumbre de los pueblos bajo los poderes que disponen de la palabra impresa.

La lucha hoy gira alrededor de esas armas. En los ingenuos primeros tiempos, el poderío periodístico era menoscabado por la censura, que servía de arma defensiva a los representantes de la tradición. Entonces la burguesía puso el grito en el cielo, proclamando en peligro la libertad del espíritu. Hoy la masa sigue tranquilamente su camino; ha conquistado definitivamente esa libertad; pero entre bastidores se combaten invisibles los nuevos poderes, comprando la prensa. Sin que el lector lo note, cambia el periódico y, por tanto, el amo [281].

También aquí triunfa el dinero y obliga a su servicio a los espíritus libres. No hay domador de fieras que tenga mejor domesticada a su jauría. Cuando se le da suelta al pueblo —masa de lectores— precipítase por las calles, lánzase sobre el objetivo señalado, amenaza, ruge, rompe. Basta un gesto al estado mayor de la prensa para que todo se apacigüe y serene.

La prensa es hoy un ejército, con armas distintas, cuidadosamente organizado; los periodistas son los oficiales; los lectores son los soldados. Pero sucede aquí lo que en todo ejército: el soldado obedece ciegamente y los cambios de objetivo y de plan de operaciones se verifican sin su conocimiento.

El lector no sabe nada de lo que sucede y no ha de saber tampoco el papel que él representa. No hay más tremenda sátira contra la libertad de pensamiento. Antaño no era lícito pensar libremente; ahora es lícito hacerlo, pero ya no puede hacerse. Piénsase tan sólo qué sea lo que debe quererse; y esto es lo que se llama hoy libertad.

Otro aspecto de esta libertad es que, siéndole lícito a todo el mundo decir lo que quiera, la prensa es también libre de tomarlo en cuenta y conocimiento o no. Puede la prensa condenar a fin una «verdad»; bástale con no comunicarla al mundo. Es esta una formidable censura del silencio, tanto más poderosa cuanto que la masa servil de los lectores de periódicos no nota su existencia [282].

Resurge aquí, como siempre sucede en los alumbramientos del cesarismo, un trozo de la época primitiva desaparecida [283]. El circulo del acontecer está a punto de cerrarse. Así como en los edificios de cemento y acero resurge de nuevo la voluntad expresiva del primer goticismo, pero fría, dominada, civilizada; así también anúnciase aquí la férrea potencia de la iglesia gótica sobre los espíritus —en forma de «libertad democrática».

La época del «libro» queda encuadrada entre el sermón y el periódico. Los libros son expresión personal; pero el sermón y el periódico obedecen a un fin impersonal. Los años de la escolástica ofrecen en la historia universal el único ejemplo de una crianza espiritual que no permite en ningún país libro, discurso, pensamiento alguno que contradiga a la unidad querida. Es este un dinamismo espiritual. Los antiguos, los indios, los chinos hubieran visto con horror este espectáculo. Pero justamente resurge esto como resultado necesario del liberalismo europeo-americano; como decía Robespierre, es «el despotismo de la libertad contra los tiranos». En lugar de la hoguera aparece ahora el gran silencio.

La dictadura de los jefes de partido se apoya sobre la dictadura de la prensa. Por medio del dinero se pretende arrebatar a la esfera enemiga enjambres de lectores y pueblos enteros, para reducirlos al propio alimento intelectual. El lector se entera de lo que debe saber y una voluntad superior informa la imagen de su mundo. Ya no hace falta obligar a los súbditos al servicio de las armas, como hacían los príncipes de la época barroca. Ahora se fustigan sus espíritus con artículos, telegramas, ilustraciones —¡Northcliffe!— hasta que ellos mismos exigen las armas y obligan a sus jefes a una guerra a la que estos jefes querían ser obligados. Este es el final de la democracia.

Si en el mundo de las verdades la prueba lo decide todo, en el mundo de los hechos es el éxito lo decisivo. El éxito significa el triunfo de una corriente vital sobre otras. La vida se ha impuesto; los ensueños de místicos filántropos se han convertido en instrumentos que manejan las naturalezas dominadoras. En la democracia posterior resurge la raza y esclaviza los ideales o los tira con sarcasmo al arroyo. Así sucedió en la Tebas egipcia, en Roma, en China; pero en ninguna civilización adoptó la voluntad de poderío una forma tan implacable.

El pensamiento, y con él la acción de la masa, queda sujeto bajo una presión de hierro. Por eso, y sólo por eso, se es lector y elector, esto es, dos veces esclavo. Mientras tanto los partidos se convierten en obedientes séquitos de unos pocos, sobre los cuales el cesarismo ya empieza a lanzar sus sombras. Así como la monarquía inglesa en el siglo XIX, así los Parlamentos en el XX serán poco a poco un espectáculo solemne y vano.

Como allí el cetro y la corona, aquí los derechos populares serán expuestos a la masa con gran ceremonia y reverenciados con tanto más cuidado cuanto menos signifiquen. Esta es la razón de por qué el prudente Augusto no desperdició ocasión de acentuar los usos sagrados de la libertad romana.

Pero ya hoy el poder se muda de casa y de los Parlamentos y se traslada a círculos privados; igualmente las elecciones se convierten en una comedia, lo mismo para nosotros que en la antigua Roma. El dinero organiza la cosa en interés de los que lo tienen [284] y las elecciones se tornan un juego preparado que se pone en escena como si fuera la autonomía del pueblo.

Y si primordialmente toda elección era una revolución en formas legales, esta forma ya se ha agotado y no queda más que «elegir» uno mismo su sino con los medios primitivos de la fuerza sangrienta, cuando la política del dinero resulta intolerable. Por el dinero la democracia se anula a sí misma, después que el dinero ha anulado el espíritu. Mas justamente porque todos los ensueños han volado, aquellos ensueños de que la realidad pudiera cambiarse por las ideas de un Zenón o de un Marx; justamente por haber aprendido que, en el reino de la realidad, una voluntad de poderío sólo puede ser derribada por otra voluntad de poderío —esta es la gran experiencia en la época de los Estados en lucha—; justamente por eso despierta al fin un anhelo profundo de todo cuanto vive de viejas y nobles tradiciones. La economía monetaria hastía hasta producir ardor de estomago.

[280] El ejemplo más fuerte será, para las generaciones futuras, la cuestión de la «culpa» de la guerra mundial, es decir, la cuestión de quién, por su dominio de la prensa y de los cables internacionales, tendrá el poder de producir para la opinión mundial aquella verdad que necesite para sus fines políticos, y mantenerla todo el tiempo que la necesite. Otra cuestión muy distinta, que sólo en Alemania se confunde aún con la primera, es la cuestión, puramente científica, de quién tuvo interés en que se produjera justamente en el verano de 1914 un acontecimiento sobre el cual ya entonces existía una copiosa literatura.
[281] En la preparación de la guerra mundial la prensa de países enteros fue económicamente reducida a obedecer a Londres y París. De este modo los pueblos correspondientes cayeron en una esclavitud espiritual rigurosa. Cuanto más democrática sea la forma de una nación tanto más fácil y completamente sucumbirá a este peligro. Es el estilo del siglo XX. Un demócrata de viejo cuño no pediría hoy libertad para la prensa, sino libertad con respecto a la prensa. Pero entretanto los jefes se han convertido en gentes «que han llegado», y tienen interés por asegurar su posición sobre las masas.
[282] Comparada con esto, resulta inofensiva la quema de libros en China (véase pág. 255).
[283] Véase pág. 256.
[284] Aquí está el secreto de por qué todos los partidos radicales —esto es, pobres— se convierten necesariamente en el instrumento del dinero —equites. Bolsa—. En teoría atacan al capital; prácticamente dejan intacta la Bolsa y sólo en interés de ésta atacan la tradición. Esto sucedió en la época de los Gracos, como sucede hoy, y en todos los países. La mitad de los jefes populares se venden por dinero, cargos, participación en negocios. Y con ellos todo el partido.
 
Muy buena recomendación. Sólo he leido la 2a y me impresionó.

Añado otras sobre el tema GC.

Tres dias de Julio y El final de la Guerra de Luis Romero Perez.

Otro que pinta bien, aunque no lo he leido, es "Por qué y cómo mataron a alopécico Sotelo".

Mas actual, recomiendo estos manuales teórico-prácticos de este tipo. Solo me he leido el primero, pero es muy recomendable y los otros prometen.

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¿Están en EPUB esos de Capitán Bitcoin? Interesan. Gracias.
 
Creo que estaría aún mejor poner un resumen con las ideas clave de cada libro.
 
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