Creo que nada supera al Colegio Salesiano San Agustín de Linares:
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Situado en la zona fronteriza entre payos y etnianos...
Nos acostumbramos pronto a convivir con navajas, amenazas de
a la salida de la escuela te espero que solo podían significar una cosa:
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Ojo por ojo...
Era sangre joven derramada y ganarte un status en la cadena alimentar o ser devorado durante ocho años de tu vida.
Este brutal método sirvió para forjar hombres (puesto que no había niñas) férreos y para descartar a los débiles. No todos lo superaron:
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Aquellas rejas que pensábamos que eran para protegernos de los de fuera en realidad era para que no escapásemos de nuestro particular agogé paco:
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Nuestro entrenamiento no pasaba de una mera manga corta en febrero, patio de tierra que tantas rodillas mutiló, porterías de hierro con bordes afilados que no sentíamos al chocar con ellas ateridos de frío...
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Algunos sobrevivieron para contarlo...
Supervivientes del bloque 2:
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Mejores épocas... Supervivientes en el patio pavimentado, sin su asfalto y su arenilla infernal que hacía derrapar nuestras Paredes y J'hayber:
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Aún escucho sus lamentos tras recibir un balonazo (berrío) de un Mikasa en plena oreja en invierno...
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El lugar de iniciación a ritos oscuros...
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Rejas, rejas por doquier... curas vociferando nuestro nombre.
¡¡A formar.... cubrirse... marchad!!... No eran capaces de hablar sin gritos. No imagino cómo podían hacerlo sin que les saltasen las venas de la cara de tanta presión...
Ritos en palabras que no me están permitidas pronunciar en lengua de hombre, elfo, bajito o euskera...
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Aún así, puedo considerarme afortunado: estoy vivo...