El culpable de todo esto, como sucede habitualmente, es el Estado. Desde Felipe González, el proceso de menoscabo de los hombres ha sido constante y acentuado. La devaluación masculina y el emponderamiento femenino han destruido las relaciones de pareja. Las mujeres miran a su alrededor a los 20 y solo ven hombres igual de pobres o más que ellas, sin posición social relevante, sin posesiones de tierras o vivienda, apaleados institucionalmente y criminalizados, feminizados, sin iniciativa por la falta de oportunidades. Y lo peor, forzados a perder el tiempo en un sistema educativo que favorece las virtudes femeninas (sumisión al profesor) frente a las masculinas (protagonismo, iniciativa, etc)
Se les ha privado a los hombres de herramientas de libertad para darse valor social. Son parasitados en su trabajo para emponderar a las mujeres en el suyo (administración, sanidad y educación). No tienen acceso a la vivienda, que durante milenios ha sido clave en la formación de los vínculos entre hombres y mujeres. Todo esto deja una fuerte impronta negativa en los varones jóvenes, que a los 20s debían estar comiéndose el mundo y por contra están en la miseria más absoluta.
Las mujeres perciben esta realidad mucho mejor que los hombres porque poseen un instinto pragmático despiadado. De estos chavales solo les atrae la minoría atractiva, la minoría bien posicionada y la minoría insumisa con las reglas sociales (delincuentes). Son incapaces de planificar el futuro. No hacen apuestas por un varón en sus 20s pensando que en diez años será más valioso. Su instinto selecciona en la jerarquía social inmediata.
Las cualidades innatas que todo varón posee para elevarse socialmente y ser atractivo a las mujeres, están siendo limitadas y perseguidas por el Estado.
