Mucho ánimo compañero. No puedo imaginar lo duro que fue no poder acompañar a tu padre y despedirle como es debido.
Lo que sí puedo afirmar sin lugar a dudas es que, por aquellos mismos días, tuve que trabajar en los que para mí fueron los días más duros que he vivido.
Por finales de enero, regresó a la residencia una abuelita que llevaba desde antes de navidades muy enferma, con una extraña neumonía muy agresiva.
Le dieron el alta del hospital para que pasase los últimos días en la residencia. Murió a finales de febrero.
Era una señora de los pies a la cabeza, y verla como un pajarito sin fuerzas para nada, nos afectó a todos.
Algunas pocas chicas como yo, buscábamos cualquier hueco para estar a su lado, hablarle, cogerle de la mano...no me arrepiento de haberlo hecho, la apreciaba y necesitaba cariño, estaba muriendo poco a poco.
Pero, da la casualidad que pocos días después, su compañera de habitación cayó enferma, y otra señora de la habitación de al lado también.
Finales de febrero. No sabíamos NADA, absolutamente nada.
A las dos señoras se las llevaron al hospital, tuvieron suerte, y la residencia prohibió las visitas de familiares.
Llegó el gel hidroalcohólico, llegó algo, poca, información, debíamos no escatimar en guantes, llevar doble guante, usar gel...pero NADA de mascaras ni de batas EPI.
Desde el hospital tardaron más de una semana en dar información sobre las residentes enfermas, el tiempo iba pasando y una compañera con familia en Italia, nos informaba de la gravedad de lo que estaba pasando, acababan de confinar Lombardía.
Ya estábamos a día 5 o 6 de marzo y empezaba a haber algún abuelo más con tos, febricula, poco más, pero muy chafados.
Empezamos a asustarnos de veras.
Descansé por turno jueves y viernes, y cuando llegué el sábado a las 7 de la mañana, encontré una nota en el parte diciendo que cogiéramos una mascarilla cada una y que hiciéramos rutina de lavado de manos completa después de atender a los usuarios del pasillo afectado. El día anterior habían confirmado que las dos residentes hospitalizadas eran cobi19 positivas.
También nos dijeron que usáramos unas batas de papel tipo "hospital" de tonalidad verde al entrar a las habitaciones.
NADA MÁS. NI AISLAR, NI SEPARACIÓN DE ZONAS, NADA.
Las mascaras las habían hecho deprisa y corriendo varias iaias que cosían y que estaban en otra residencia de la empresa.
Fui a coger mi mascarilla, vi aquellos trapos, y se me cayó el alma a los pies.
Había cajas con cosas desperdigadas por el despacho de la jefa ausente, todo a prisas, incluso encima de su mesa.
Lo removí todo, nerviosa, y dí con una caja pequeña dónde había varias mascaras FFP2 tipo hospital, de las que ajustan con gomas a los lados y detrás de la cabeza. Cogí una.
Apareció mi compañera de familia italiana y al verla, cogió otra. Hubo guasas, que si parecíamos patos, que si qué incómodas, nos dió igual.
Yo leía el hilo, aunque sólo lo imprescondible, porque no queria coger miedo y ansiedad, y ella recibía noticias de su familia encerrada dentro de sus casas.
El resto de chicas, con la tela en la boca, y quejándose.
Así trabajé con mi pareja de trabajo, el famoso fin de semana del 8M. Ambas con la misma mascarilla durante días, que lavábamos con lejía y secábamos cada día.
Y ambas viendo cómo todo eran quejas, a medida que las fiebres y los casos aumentaban y que todo se ponia, con perdón, cada vez más dolido.
Nos tocó hacer el pasillo más problemático, y en vez de ponernos histéricas, procuramos trabajar lo mejor posible, tocar lo menos posible, limpiar y hacer higienes lo mejor posible. Nada de tocar cacas, pañales, sin doble guante, la fruta mascarilla de pato a todas horas...aguantar las quejas de compañeras que se lamentaban de todo pero te ponían de los nervios y hacían lo justo.
En el descanso, directamente afuera, dos cigarros de ansiedad y comentar que cómo podiamos organizar aquello, que aquello era un descontrol y estábamos solas. No sabíamos cómo, pero sabíamos que aquello no iba bien, y allí durante el fin de semana no apareció ni tan siquiera una enfermera, ni la jefa, nadie, estábamos las auxiliares solas con los residentes.
El lunes 9, oh milagro, todo eran prisas, normas, tareas, carreras. La obsesión, tomar temperaturas.
Pero...dejar en su habitación a los sintomáticos?? Qué dices!!! TOOODOS al comedor y zonas comunes.
Las fiebres y malestares aumentaban, y empezaron a haber abuelos que ése día no se levantaron. La jefa, histérica, llamando al hospital y a ambulancias para hacer derivaciones.
Era tarde, a día 9 de marzo, en la zona del Vallés Occidental de Cataluña ya no se derivaban abuelos de las residencias, estaban a su suerte.
A todo ésto, empezaron las bajas, y las primeras fueron como yo las llamo, las de las ratas.
La enfermera pelota que no da palo al agua, fail.
El médico prepotente que trabaja también en la pública, fail.
La auxiliar que resopla y se queja por todo, con sobrepeso de 20 kg mínimo, fail.
Y el resto, a aguantar el chaparrón lo mejor posible, que no era fácil.
Abuelos desconcertados, aislados, enfermos, y que saben que algo malo pasa.
Jefes histéricos, sin protocolos, sin saber qué hacer.
RESULTADO: UN INFIERNO, Y UNA IMPOTENCIA INFINITA.
Para cuando llegó el siguiente fin de semana, el del anuncio del confinamiento, aproximadamente la mitad de los residentes tenía síntomas, y todos sabíamos que iba a ser casi imposible que se llevasen a alguien.
Al llegar el lunes, la jefa tuvo una brillan ti si ma idea: mover a los sintomáticos del resto de la residencia de sus habitaciones, y trasladarlos a todos al primer pasillo infectado.
Y mover sanos de ese pasillo, a las habitaciones donde habían estado los dudosos.
Resultado: rompió por completo cualquier posibilidad de aislamiento, mezclando y cambiando habitaciones sin orden ni concierto, para teóricamente tener a tofos los enfermos en un pasillo.
El problema, es que el bichito ya estaba extendido por todas partes.
Y generó un problema añadido: la desorientación de espacio y general de todos los que había cambiado de entorno.
Llegamos al tercer fin de semana de marzo, con enfermos en todos los pasillos, uno entero, y otros con casos. Muchos cada vez más débiles, un pasillo entero y más con los residentes encamados.
Y el resto de residentes, sin medidas efectivas de protección y compartiendo espacios.
Llegó el descontrol.
Aquello no tenía ni pies ni cabeza.
Y aquel tercer domingo de marzo sucedió algo que me lleva reconcomiendo y torturando desde entonces. Volvía a trabajar con mi compi, había gente de baja y nos tocó el pasillo infectado, y parte de otro.
La jefa, que veía lo que pasaba, nos reunió y preguntó directamente qué hacer.
La mayoría con fiebre, unos empezando el proceso y otros muy muy mal, encamados, sin apenas comer.
Todos desorientados y con miedo, lloraban, estaban tristrs, personas conservadas cognitivamente, que daban bajones impresionantes.
Era un caos.
Nos preguntaron, y nos mojamos, dimos nuestra opinión: que no se moviera a las personas encamadas de donde estuviesen y se les procurase comodidad y intentar que comiesen con triturados, preparados lo que fuera.
Y que al resto de abuelos, puesto que estaban mezclados, se les ubicase, siempre que fuese posibke, en su habitación, con sus cosas. Que estuvieran en un lugar lo más familiar y comodo posible.
Que sólo los pocos sin fiebre fuesen a zonas comunes.
Y que insistieran día y noche en la gravedad de la situación, en que necesitábamos pruebas diagnósticas y traslados, y atuda urgente de equipos sanitarios.
Nunca sabré si hice lo correcto o debería haber propuesto algo diferente, porque con la perspectiva que tengo ahora, hubiera aislado por pasillos según la presencia , duda o ausencia de síntomas.
Pero lo que sí puedo decirte, como familiar de persona en residencia, es que la decisión que tomé y tomamos algunas compañeras, fue intentando buscar lo mejor para los abuelos.
Creímos que poder estar en su habitación, con sus cosas, sus recuerdos, etc, visto que la mayoría presentaba síntomas, les daba almenos algo de dignidad, y no les despojabamos de lo poco que tenían.
Siempre tendré la duda, y siempre que lo recuerdo, es con pesar y vergüenza de no saber si hice lo correcto, pero sí puedo asegurar que, aunque no todas, allí hubo personas que se preocuparon de verdad de los abuelos y se sintieron impotentes por no saber más y no poder hacer más.
Y también sé que siempre recordaré los nombres de todas las personas que fallecieron durante aquella primera ola y que, si no me pudiera la vergüenza y el desánimo de pensar que podría haberlo hecho mejor, nada me gustaría más que poder hablar con dus familias y decirles que siento sinceramente su pérdida, y que siento mucho que no pudieran despedirse de ellos como se merecían.
Lo siento mucho por los abuelos, a los que siempre llevaré en mi corazón, y por sus familias.
Se siente una tristeza y una impotencia muy grande, os lo puedo asegurar. Es muy triste verles irse sin remedio, y no poder hacer nada.
Perdón por la chapa, necesitaba contarlo, sacarlo.