Bueno, pues ya tenemos las terracitas abiertas en la Comunidad Valenciana. Y hoy, por fin, hemos visto algo el sol tras semanas de cielos grises y naranja.
Por necesidades del guión hemos tenido que movernos por dos pueblos grandes del área metropolitana y la capital y quería compartir algunas impresiones...
Mi conclusión: los ciudadanos no hemos aprendido nada de la masacre sufrida en la CV. Y eso que, por fin, la Generalitat parece haberse acojonado y, al menos de boquilla, anda haciendo algo. La intolerable salvajada y drama de un quinto de los muertos de España, en las últimas semanas, parece haber hecho pensar a la casta.
Y digo de boquilla porque, sobre todo en Valencia, la policía parece estar de adorno. En los pueblos la cosa anda más controlada, o los vecinos más asustados, pero Valencia es un desastre. Y no hemos visitado la zona marítima. Si sale el sol, allí se van a montar bacanales.
Los datos: lo típico. En las terrazas y su entorno, la gente jugando a la picaresca con las mascaras, la distancia y el número máximo. Por parques y rincones, grupos de jóvenes a su bola. En las tiendas y servicios, todos rectos y con un/a empleado/a poniendo orden y llamando la atención a los pasotas. Hasta nos ha caído un puro en una oficina por traspasar una línea. La lección: la hostelería y la juventud van por libre.
Nos hemos entretenido analizando varias terrazas concurridas: De cinco mesas, quizá una cumplía las normas. Las otras, porqueyolovalguistas. Nos hemos fijado en los responsables, camareros y tal. Ni palabra decían, no fueran a espantar a los clientes. La limpieza de mesas, sillas y adminículos varios, mínima. La anterior apertura aún se les veía con el spray y la bayeta milagrosa. Esta vez ya se han olvidado. En ningún relevo de usuarios que hemos podido ver, no muchos, se ha limpiado más que la mesa. Esperando turno, grupos de hasta 10 ansiosos sin guardar ningún tipo de distancia, gritando y riendo.
Disculpadme las estadísticas Paco. Es lo que hay. Si tuviera que poner valoraciones, en el comercio y servicios, un 8 sobre 10. En hostelería, un 2 sobre 10.
La ola ha bajado, sí. Pero un supercontagiador se puede poner las botas. La fatiga pandémica se nota mucho y a los irresponsables de siempre ya los ha sobrepasado.
No me extraña que Ximo Puig ande llorando arrodillado, pidiendo que la gente se porte bien y tirando de DOGV. Vacunan lo que pueden, que es poco. Han controlado las dosis y, por ejemplo, parece que han medicado solo a la mitad de los "médicos privados" que lo solicitaron al Colegio de Médicos. Al resto, cruzando datos, deben haberles visto alguna picardía (gente sin clínicas dadas de alta en Sanidad, que han de declarar a sus profesionales y tener su código, jubilados, ocupados en otras cosas...). Bien por ahí.
Pero no es él, ni la pobre consellera, a la que ya tendría que relevar. Son la delegación del gobierno y las policías municipales las que tienen que tener órdenes claras y niveles de tolerancia definidos. Solo ellos pueden parar la irresponsabilidad.
El 50% de la gente, como mínimo, no parece estar por la labor de colaborar. Como nos suelten un poco en los pseudo-actos falleros y en Semana Santa, como no metan mano a los grupos de jóvenes melasudistas, volveremos a los 100 muertos diarios. La vacunación va tan lenta que en eso no se puede confiar. Y sé de lo que hablo.
No. No hemos visto un país serio. Y es una pena, porque el tejido comercial da auténtica pena y los locales cerrados te van saltando a la cara. No vamos bien. Y el gobierno central, a ver si escampa.