Urederra
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Rubén, un visionario: compró una pala quitanieves un día antes del temporal Filomena y le llueven los trabajos
A Rubén López lo conocen por «Parrocho», el mote de su abuelo. Este toledano de Alameda de la Sagra es un visionario a sus 27 años. Agricultor, se gastó algo más de 3.000 euros en una pala quitanieves un día antes de que el temporal Filomena arrasara la provincia. Enganchó la pala al morro del tractor fácilmente y ahora le llueven los trabajos. «Me arriesgué -afirma a ABC-. No había nadie con quitanieves por esta zona y atiné. No paramos. También tengo otro tractor con pala cargadora y un camión llevando sal».
Además de la pala quitanieves, compró 30.000 kilos de sal (tres camiones), que vendió la misma tarde que comenzó a nevar. «Hice negocio; para eso lo compré, para ganar unas perras», reconoce este joven, que comenzó en el campo cuando era un adolescente, con 14 años.
Con la nevada cubriendo los pueblos de la Sagra, estuvo trabajando dos días y dos noches sin dormir porque los tractoristas no podían salir de sus casas. «Estuve solo», dice. Ahora va un poquito más deshogado, realizando trabajos por las poblaciones más cercanas a su pueblo. Primero fueron las calles; ahora los caminos, fábricas y fincas privadas, con cuyos propietarios ajusta el precio.
Tiene una empacadora, un almacén de pienso y también ha fabricado aceite de oliva este año. Pero la quitanieves le ha dado una popularidad inesperada en una zona azotada por Filomena.
Rubén, un visionario: compró una pala quitanieves un día antes del temporal Filomena y le llueven los trabajos
A Rubén López lo conocen por «Parrocho», el mote de su abuelo. Este toledano de Alameda de la Sagra es un visionario a sus 27 años. Agricultor, se gastó algo más de 3.000 euros en una pala quitanieves un día antes de que el temporal Filomena arrasara la provincia. Enganchó la pala al morro del tractor fácilmente y ahora le llueven los trabajos. «Me arriesgué -afirma a ABC-. No había nadie con quitanieves por esta zona y atiné. No paramos. También tengo otro tractor con pala cargadora y un camión llevando sal».
Además de la pala quitanieves, compró 30.000 kilos de sal (tres camiones), que vendió la misma tarde que comenzó a nevar. «Hice negocio; para eso lo compré, para ganar unas perras», reconoce este joven, que comenzó en el campo cuando era un adolescente, con 14 años.
Con la nevada cubriendo los pueblos de la Sagra, estuvo trabajando dos días y dos noches sin dormir porque los tractoristas no podían salir de sus casas. «Estuve solo», dice. Ahora va un poquito más deshogado, realizando trabajos por las poblaciones más cercanas a su pueblo. Primero fueron las calles; ahora los caminos, fábricas y fincas privadas, con cuyos propietarios ajusta el precio.
Tiene una empacadora, un almacén de pienso y también ha fabricado aceite de oliva este año. Pero la quitanieves le ha dado una popularidad inesperada en una zona azotada por Filomena.
Rubén, un visionario: compró una pala quitanieves un día antes del temporal Filomena y le llueven los trabajos
