Creo que hoy es el primer día desde que empezó todo en que estoy sintiendo miedo.
No es solo miedo a que a alguien de mi familia o cercano le pase algo, ni es miedo a contagiarme.
Es un miedo como a largo plazo.
No es un terror que paraliza, ni un estado depresivo.
No es tampoco incertidumbre ante el futuro.
Es miedo por constatar que nada volverá a ser igual.
("shishi, ya está este poco culto descubriendo América"- pensará alguno.)
Nunca había sentido nada similar.
He salido de sitios por patas porque tenía un volcán en plena erupción a 6 kilómetros.
He contraído la malaria. Me han echado de hoteles, karaokes, y embajadas.
He visto revólveres apuntándome bajo la luz de la luna, y sentido el frío acero en mi cuello al alba.
He escapado de situaciones hiper-jodidas en sitios dejados de la mano de Dios.
Y ahora, en casa, con el ruido de la nevera, algún ladrido furtivo a media tarde, o estertor del camión de la sarama, ahora en casa, en pijama, sin afeitar, con la calefacción puesta, y un tazón de chocolate al lado del teclado, siento como si se fuesen a apagar un millón de soles.