Esto es el embrollo de las ideas liberales y su engendro marxista que ya se encuentra en los sofistas griegos (todo se encuentra en los filósofos griegos).
Como dice Perpiñá (La crisis de la economía liberal. Del ethos económico al de seguridad), la filosofía e intencionalidad de los fisiócratas las supo condensar
Quesnay en dos versos latinos, la quintaesencia de lo liberal: De la Naturaleza, la justicia, el orden y las leyes. Del hombre, la injusticia y la violencia.
Lo cual ya había sido enunciado por los sofistas griegos, como Hippias (“La ley establecida por el hombre es un tirano de los hombres, y obliga a muchas cosas contra naturaleza”), Protágoras, Trasimarco y Licofrón.
Quesnay y los fisiócratas retrocedieron al gran atasco de los sofistas griegos: no existe la Justicia, hay que dejar a todo el mundo en libertad para lograr su interés. El propio interés de cada uno dará la felicidad a todos. Es decir, la fisiocracia, el gobierno de las tendencias, de los intereses, de las fuerzas naturales nos dará de por sí el mejor gobierno no sólo para un país, sino para toda la humanidad.
El dístico de Quesnay es, pues, el gran sofisma del que surgió el mundo liberal y, por ende, el marxista. La crítica filosófica puede partir de Platón en sus Protágoras, Gorgias, Critón y República.