No se está hablando del factor económico. Estos cursos cuestan entre 6.000 y 12.000 leuros por unas pocas semanas. La justificación es que se trata de cursos extremadamente intensivos, y el coste tan elevado se corresponde con el ahorro de tiempo respecto a las alternativas más clásicas. De modo que no solo pagas por los conocimientos a adquirir, sino por la concentración temporal de la "experiencia".
Plantearse el aprendizaje en estos términos siempre me ha parecido poco realista. Cada cual es un mundo, y no a todos les funciona el mismo modelo de aprendizaje. Hay gente que necesita un ritmo más pausado y tranquilo. Para ellos, un curso de estos será un desperdicio. Además, tienen un algo como sectario que me da mal rollito, no sé.
Hace casi cuatro años, una colega de profesión y yo estuvimos tratando de organizar un curso al estilo de los bootcamps, al menos en cuanto a profundidad de contenidos, solo que con más duración, variedad y menos precio. Como nos movemos profesionalmente en el sector del desarrollo web, estamos muy al tanto de las tecnologías front y back que más se usan, aquí y en el primer mundo, y de las que tienen más proyección de futuro.
Hay que decir que esto no habría sido en Madrid o Barna, sino en el País Vasco (de ahí el menor precio, entre otras cosas). Creamos un diseño de curso y planificación de contenidos francamente competitivo en comparación con los Iron Hack y demás (lo veo cuatro años después y apenas habría que tocar nada, lo que en este mundillo dice bastante). Habíamos hablado con otros desarrolladores veteranos que podían impartir las materias que no pudiésemos abarcar nosotros.
Y lo ofrecimos a tres centros de formación, para llegar a un acuerdo en el que el centro pone la infraestructura, el nombre y la base de datos del alumnado, a cambio de una parte de los ingresos. De ellos, dos estuvieron interesados desde el primer momento, y uno lo llegó a publicitar. Debo decir que no se trata de un centro de mala muerte, sino de uno de los más potentes de la provincia. Y que no estábamos dispuestos a admitir a cualquiera, sino que los seleccionaríamos individualmente para que el grupo fuera lo más homogéneo posible.
Pues bien, no despertó interés suficiente como para hacerlo funcionar, y no salió adelante.
En las reuniones con los de dirección para analizar las causas de ese fracaso salieron cosas interesantes. Yo pensaba, y sigo pensando, que el centro podía haber hecho un mayor esfuerzo de marketing, pero el problema real no estaba ahí. Los alumnos preferían gastarse el doble de pasta en un bootcamp en Madrid (más el alojamiento y la manutención, ojo) por
a) cuestión de curriculum. Tiene más prestigio una academia de barrio en Malasaña que un centro puntero de provincias. Esto se podría haber compensado con un marketing mejor.
b) el factor "experiencia". Aunque parezca extraño, hay alumnos jóvenes que se sienten más desinhibidos fuera de su provincia; lo asocian a juerga continua, aventura y oportunidades de folleteo, factor no trivial cuando hablamos del País Vasco. Este punto es real, aunque nadie lo admitirá abiertamente.
c) el punto crítico: la idiosincrasia de la formación por aquí. Hay una "cultura cursillista" muy sólida por el concierto económico vasco, que hace que la mayoría de la formación esté bonificada, en muchos casos al 100%. Dicho de otro modo: aquí un cursillista tiene asumido de nacimiento que un curso no es una inversión de futuro, sino "algo gratis", y no está dispuesto a pagar un céntimo por él. Lo curioso es que esa misma persona asuma como normal que en Madrid o Barcelona la cosa no sea así, y esté dispuesta a gastarse la pasta fuera. Creo que es por el temor a parecer un pardillo pagando por una formación en una tierra donde nadie la paga (directamente).
Resultado: gente que se va a 500 km a atragantarse de Ruby on Rails, que no deja de ser una tecnología de nicho por muy elegante y bonita que sea, dejándose unos 9.000 euros de media, cuando aquí tendrían algo más completo y útil por la mitad de precio. Y a un ritmo tal que, como no se pongan a currar en eso de forma inmediata, a los pocos meses ya habrán olvidado la mayor parte.
Y el corolario: cuatro años después, y para mi relativa sorpresa, estoy teniendo que rechazar ofertas de empresas TIC desesperadas por no encontrar desarrolladores mínimamente competentes (sobre todo backend, curioso). No por cuestiones económicas, sino por estar comprometido con otros proyectos.