Estoico, el camarero barre los escombros tras el bombardeo.
15 de noviembre de 1936. Se luchaba en cada palmo de terreno, en cada casa, en cada piso de la Ciudad Universitaria. Madrid era bombardeado sin cesar por bombas de 100 Kg y hasta de 500 Kg o por incendiarias, se puede decir que ardía por los cuatro costados. Por la noche las llamaradas de los incendios iluminaban siniestramente la ciudad.
El Hospital de San Carlos, terriblemente bombardeado, fue evacuado en condiciones dramáticas. En estos días había casi constantemente sobre Madrid, veinte Junkers de bombardeo protegidos por treinta cazas. Seguía la lucha en cada arrabal del Madrid lluvioso, que soportaba estoicamente los bombardeos aéreos y de artillería, sacudido por una onda de heroísmo y, sin embargo habituándose en no interrumpir los gestos de la vida cotidiana a despecho de la presencia permanente de la fin.
Tuñón de Lara.
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En los primeros meses de la guerra el trágico balance de los estragos de la aviación fascista, italiana y alemana, al servicio del ejército sublevado franquista, produjo, según un artículo de La Vanguardia, fechado el día 1 de septiembre de 1937, 768 muertos y 3567 heridos, en los primeros doce meses de guerra, para continuar relatando:
“Madrid — Después de recoger cuantos datos oficiales existen y con ayuda de archivos particulares, se han hecho el siguiente relato y resumen de los ataques cruentos por aire y tierra (aviación y artillería) sufridos por Madrid, así como, el número aproximado de víctimas. No es posible hacer un estudio exacto, pues no existen datos de las víctimas de los más sangrientos bombardeos (Tetuán y Puente de Vallecas) y el enorme número de personas que no recibieron asistencia en centros sanitarios públicos. Igualmente sucede con el número de proyectiles que en el casco de Madrid han caído que, por no estallar o causar daños, no merecieron ser recogidos por las autoridades. Además, no se han contabilizado los que han caído en las denominadas zonas de guerra, barrios enclavados dentro de Madrid. Puede dar una idea sobre esto el hecho de que en un solo día entraron sesenta proyectiles en el Palacio Nacional, enclavado en una de estas zonas de guerra.
El día 6de agosto de 1936, se apagaron por primera vez las luces como ensayo; y a partir de las diez de la noche. Al siguiente día el apagón se retrasó una hora; y esta medida cesó a partir del nueve.
En este mes la aviación facciosa voló varias veces.
El día 23, un aparato -entonces se le llamaba el lechero- arrojó su carga sobre el aeródromo de Getafe. Se repitió la incursión el día 27, tirando además unas proclamas en Cuatro Caminos y en Tetuán. Al día siguiente un Junker, arrojó su carga cerca del Ministerio de la Guerra y la Estación del Norte. Un muerto y cuatro heridos es el balance mortífero del mes.
No volvieron a encenderse los faroles de gas y sólo tuvieron luz las calles que tenían alumbrado eléctrico, más fácil de apagar en un momento preciso.
Hubo tranquilidad en septiembre y en las primeras decenas de octubre.
El 23 de septiembre la aviación enemiga volvió para derribar lo globos cautivos -las populares salchichas- que había en la Casa de Campo.
El 27 de octubre bombardeó el barrio de Usera y el día 30 se registró la incursión más cruel. Al atardecer, un avión que pasó desapercibido sin duda por volar a enorme altura atravesó Madrid y dejó caer doce bombas la mayoría de las cuales hicieron blanco en las colas. Resultado de esta terrible incursión: 180 muertos y 279 heridos.
En el mes de noviembre los trimotores que volaban ya en escuadrilla de tres -y que el buen humor madrileño los bautizó con el nombre de las tres viudas- y la artillería se repartieron el trabajo de destrozar Madrid.
Los primeros proyectiles de cañón cayeron el día 6; y los 21 proyectiles arrojados por los cañones causaron un muerto y 21 heridos.
El día 10 volvió la aviación dirigiéndose al barrio de Argüelles y destruyó la Editorial Hernández y la Estación de Goya.
El día 14, bombardeó la Glorieta de Atocha, quedando en algunos puntos al descubierto el túnel del Metro. Cincuenta muertos. La artillería también lanzó algunos proyectiles en distintos barrios. Total en el día 62 muertos y 112 heridos.
El 17 los aviones de Hitler y Mussolini regaron de bombas el Museo del Prado y sus alrededores. El resto de la carga lo arrojaron en el Mercado de San Miguel. La artillería disparó unos 50 cañonazos. Once muertos y 194 heridos.
La noche siguiente fue la más trágica de las sufridas por Madrid. Numerosos aviones, durante largo tiempo, dejaron caer sus cargas en el centro de Madrid y en diversos barrios de la capital. Se vio como gran número de bombas explosivas e incendiarias destruían los edificios y diezmaban a los heroicos ciudadanos de la capital de España, en la entrada al Metro de la calle del Carmen, Hotel Savoy, Diputación Provincial, Noviciado de las Hermanas de la Caridad, Calle de la Corredera, Ballesta, Valverde, Caballero de gracia, etc. Sólo en los sótanos de una imprenta del Marqués de Santa Ana, hundidos por una bomba quedaron sepultadas ciento cincuenta personas que en su mayoría perecieron.
El balance trágico de noviembre, fue aproximadamente, de más de 300 muertos y 1500 heridos.
El 2 de diciembre volvió la aviación. Catorce muertos y 53 heridos.
El día 4, cayó una bomba en lo que fue domicilio del ex presidente del Consejo, Largo Caballero, y quedó destrozada una modesta vivienda en la calle de Santa Eugenia. Total trece muertos y 53 heridos, por unas cincuenta bombas. En el mismo mes, el día 16, bombardeó la aviación Tetuán de las Victorias, realizando del modo más terrible y sanguinario este bombardeo persiguiendo a las personas que se iban al campo con fuego de ametralladora. Los cañones lanzaron muchos proyectiles. Sólo en el casco de la ciudad hubo 52 muertos y cerca de 300 heridos.
El año 1937 se inició con doce proyectiles que enviaron coincidiendo con las doce campanadas del reloj de Gobernación.
El día 4, bombardearon nuevamente Tetuán de las Victorias, coincidiendo con el ataque alemán por Las Rozas. Hubo 171 heridos y ocho muertos.
El día 6, los objetivos fueron el Colegio de La Paloma. Cuatro muertos, siete heridos y dos desaparecidos.
El día 10, volaron por última vez en este mes los aparatos facciosos. Los artefactos cayeron en un edificio de la Embajada inglesa, en la Casa de Socorro del distrito del Hospicio. Cinco muertos y 37 heridos.
El resto del mes se encargó la artillería de destruir Madrid; y sólo el día 23 cayeron en el edificio de la Compañía Telefónica diez proyectiles.
En el mes de febrero fue relativamente tranquilo. Una incursión por aire el día 18, con dieciocho muertos y 60 heridos; y diversos bombardeos de artillería. Resumen: 22 muertos y 68 heridos.
En marzo la aviación intervino los días 6, 16 y 20, alejándose del casco de la población, por funcionar con eficacia las nuevas baterías antiaéreas.
El último bombardeo se efectuó sobre la Estación del Niño Jesús. La artillería funcionó con resultado poco práctico.
El balance es el más benigno del año; veintiún muertos y 61 heridos.
Abril. Después de cuatro días de descanso, se vio como la artillería aumentó sus descargas. El resumen de este mes es; 816 proyectiles, 95 muertos y 695 heridos. El día más sangriento fue el día 23, con veinte muertos y 53 heridos.
Mayo se inauguró con 32 disparos el día uno. Recrudecieron los ataques y los días 22 y 30 cayeron unos trescientos proyectiles cada uno. Resultado total: 994 proyectiles, 33 muertos y 220 heridos.
El mes de junio tuvo las mismas características. Los disparos aumentaron pero las bajas disminuyeron, 1159 proyectiles, 25 muertos y 70 heridos es el resumen de este mes.
El día 7 de julio, fue el día record con sus cuatrocientos disparos; y sus consecuencias fueron 18 muertos y 10 heridos.
Del mes de agosto no existen datos más que del día 6: 269 cañonazos con un sólo muerto y 26 heridos.
El balance del año en curso bajo la metralla fascista, arroja las siguientes cifras: 5000 proyectiles, 768 muertos y 3567 heridos”.
Las cifras son estremecedoras. De todos los barrios madrileños, de los edificios destruidos y, sobre todo, de las bajas de civiles, ocasionadas por la aviación y la artillería del ejército sublevado, sobresalen dramáticamente las ocasionadas en Tetuán de las Victorias, lugar recordado con nostalgia por las personas oriundas, donde prácticamente todos se conocían; las noches de verano transcurrían en largas tertulias a las puertas de las casas, del que fue, barrio humilde de traperos. De entre las hirientes fotografías destacan la de los niños muertos, pero también las de los que salvaron sus vidas pero quedaron mutilados después de ser rescatados, de entre los escombros, niños y niñas de pocos meses, sin identificar. Infancia que quedó abandonada en manos de las autoridades que, afortunadamente, las atendió evacuando, a la zona de Levante; a las familias desposeídas de hogar, madres embarazadas, ancianas y ancianos, niñas y niños, y toda clase de enfermos. Es de destacar la altruista forma con la que los niños, el futuro de la República, fueron atendidos, primero en tránsito, cuando llegaban a su destino (Valencia, Barcelona…) y luego en Colonias Escolares, Hogares Infantiles…
La República fue un soplo de libertad que se desvaneció. El castigo fue desorbitado hacia las personas que continuaron fieles a ella. El silencio de los muertos vencidos, en las fotografías, deja su rastro que grita la injusticia que traspasa la imagen pidiendo su necesario recuerdo.
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Emocionante relato del bombardeo criminal del Hospital Clínico de Madrid, hecho por el decano de la Facultad de Medicina
Valencia, 25. — Se encuentra en Valencia el decano de la Facultad de Medicina de Madrid, que ha sido llamado por el Gobierno, después del criminal bombardeo de que fue objeto el edificio de la Facultad y el Hospital de San Carlos. El decano de la Facultad de Medicina de Madrid ha manifestado que el dia 16 de noviembre, poco después de anochecer, fue bombardeado el Hospital Clínico y la Facultad de Medicina. Nadie esperaba el ataque, nada lo hacía prever, y ha añadido:
«El criminal hecho se produjo de una manera rápida, aunque no tanto que no dé la seguridad de que la bárbara hazaña facciosa había sido premeditada cuidadosa y alevosamente. Sobre el edificio cayeron ocho bombas incendiarias. Una de ellas prendió su fuego en una de las salas ocupadas por mas de ciento cincuenta heridos graves y las llamas de otra prendieron en el piso más alto del edificio. Como se sabe, se trata de un edificio viejo, y ardieron en pompa sus maderas. No es para descrito el cuadro de horror que el espectáculo me produjo. Los heridos pugnaban por levantarse del lecho donde yacían, sumidos en el dolor de sus recientes operaciones. Entre el fragor de las explosiones y el crepitar del incendio, avivado por el viento, ya que todos los cristales de las ventanas quedaron hechos añicos, se oían los gritos desgarradores de los heridos y las voces de los enfermos de otras salas.
Todas las estancias del hospital y de la Facultad quedaron a obscuras, como consecuencia del bombardeo. Los médicos, enfermeros y enfermeras, heroicamente se lanzaron a salvar a los heridos de las salas donde el fuego había prendido.
Jamás he pasado por un trance de horror tan espantoso. Era una visión dantesca. Las llamas del incendio eran la única Iluminación que permitió el traslado de los heridos de la sala a que antes me he referido a otras estancias de la planta baja de la Facultad.
La evacuación de la sala siniestrada fue dolorosísima y dramática. Mientras tanto, enfermeros y empleados, auxiliados por vecinos de Madrid, que se presentaron inmediatamente en el Hospital, se lanzaron a cortar el fuego, esparciendo sobre las llamas la arena de los sacos de defensa de las calles, hasta que acudieron los bomberos, que lograron, tras ímprobos trabajos, apagar el fuego. Pasamos horas de angustia tremenda, y no cedió esta angustia después ni en nuestro espíritu ni entre los enfermos y heridos, que temían que el bombardeo se repitiera, y algunos, presa de la más horrible excitación, pugnaban por marcharse y lanzaban lastimeros gritos.
Los médicos llorábamos de indignación, sin poder comprender que pueda haber seres tan malvados que vayan a rematar, por procedimientos tan crueles, a heridos indefensos, a heridos que luchan entre la vida y la fin y a los que nosotros nos esforzábamos en curar o aminorar su desgracia.
Otra bomba destruyó completamente dos pisos de la Facultad de Medicina, al nivel del Laboratorio de Higiene, cuyo material científico y de trabajo quedó completamente destrozado y envuelto entre los escombros.
Otras dos bombas cayeron en la linea de la fachada de la Facultad. Bien se deduce de todos estos detalles que el criminal ataque fue premeditado y llevado a efecto con todas las agravantes de la criminalidad más refinada.
Una radio facciosa ha pretendido Justificar este hecho salvaje y fistro asegurando que en la azotea del Hospital de San Carlos había cañones antiaéreos. Esto es total y absolutamente falso. Yo invité al Cuerpo diplomático acreditado en Madrid para que comprobara tan burda falsedad. Nadio pensó en colocar allí defensas antiaéreas, por creer, ingenuamente, que los acuerdos internacionales y el simple instinto de humanidad, ponía al hospital fuera del alcance de todo ataque.»
Sobre la visita llevada a efecto por los diplomáticos al Hospital, después del bombardeo, dice el decano:
«Tan pronto como se produjo el hecho, me apresuré a exponerlo ante los embajadores que se encuentran en Madrid, y sobre todo el de Inglaterra, hizo patente en la visita que hizo al Hospital su sentimiento por lo acaecido, y en el mismo sentido se pronunciaron otros diplomáticos; pero hubo uno, que representa a un pais amigo, que se permitió hacer ciertos distingos y comparaciones sobre la conducta de las fuerzas que actúan en la guerra, y yo hube de oponer a las frases inoportunas que dicho diplomático pronunció, la observación de que de un lado está el derecho y la ley y la voluntad de un pueblo, y de otro, un grupo de desleales que han faltado a su palabra de honor, entregando la patria al dominio de extranjeros.
Acerca del triunfo final del pueblo, dijo el decano de la Facultad de Medicina que es indudable que si el espíritu del pueblo madrileño no decae, actos de barbarismo como el relatado, sirven para estimularle a poner más ardor en la lucha."
*Es el Clínico de Atocha hoy museo y su facultad de Medicina, no los de la Ciudad Universitaria en construcción..