Don Enrique
Madmaxista
“La sensación que se te queda después de todo esto es como si te hubieran quitado la columna vertebral y la hubieran lanzado a la calle”, dice Juan Carlos, un colombiano que cumplió en España sus sueños de una vida independiente y sin ataduras económicas. “Cuando te ves ante un desahucio, se te pasa todo por la cabeza. Llenarte de gasolina y prenderte fuego. No es solo perder tu casa. Es la deuda que debes. Es todo. Hay momentos en que realmente no sabes si en algún momento lograrás salir de ese agujero”..
Juan Carlos llegó a Madrid en 1999 para cursar un máster en Telecomunicaciones. Aún había pesetas. Fue una época que recuerda como “maravillosa”. Años después, en 2007, con la crisis llamando a la puerta, una amiga le ofreció una “oportunidad única”: un piso en el madrileño barrio de Princesa por 260.000 euros. Supuestamente, la familia tenía que vender rápido porque el dueño se estaba muriendo y quería repartir el dinero en vida. Ese mismo año adquirió la nacionalidad española.
Fue, según sus palabras, “en parte timado y en parte simple”. Su amiga lo arregló todo con el banco: tendría una hipoteca de 1.300 euros al mes que solo podría pagar alquilando una habitación, porque él cobraba 1.100. “Pero confié, el banco me dio el crédito, y todos tan contentos. Me decían “todo el mundo lo hace así en España; no te preocupes, no te preocupes...”. Pero cuando se quedó en paro y empezó a tener problemas, “todo el mundo en el banco era nuevo”. No había nadie de los que habían tratado con él. “La puerta para cualquier tipo de negociación estaba cerrada”.
A sus males se unió una enfermedad: en octubre de 2011 le diagnosticaron una enfermedad rara, autoinmune, que atacaba su propio organismo y le hizo ir perdiendo movilidad. Pasó dos meses hospitalizado. Poco después de regresar a su casa en silla de ruedas, le llegó la notificación del desahucio. “Entonces me puse en contacto con la PAH. En el primer intento de desahucio vino mucha gente y se paralizó, pero me siguieron llegando citaciones. El banco seguía renuente a cualquier tipo de negociación. En septiembre, finalmente, me echaron de la casa. Se la quedó el banco. Además, les debo 183.000 euros y gastos del juzgado”. Desde entonces vive en casa de unos amigos; da clases a sus niñas y se ha convertido en un activista. Va haciendo lo que puede.
El trauma: Los desahucios en España con EL PAÍS
Juan Carlos llegó a Madrid en 1999 para cursar un máster en Telecomunicaciones. Aún había pesetas. Fue una época que recuerda como “maravillosa”. Años después, en 2007, con la crisis llamando a la puerta, una amiga le ofreció una “oportunidad única”: un piso en el madrileño barrio de Princesa por 260.000 euros. Supuestamente, la familia tenía que vender rápido porque el dueño se estaba muriendo y quería repartir el dinero en vida. Ese mismo año adquirió la nacionalidad española.
Fue, según sus palabras, “en parte timado y en parte simple”. Su amiga lo arregló todo con el banco: tendría una hipoteca de 1.300 euros al mes que solo podría pagar alquilando una habitación, porque él cobraba 1.100. “Pero confié, el banco me dio el crédito, y todos tan contentos. Me decían “todo el mundo lo hace así en España; no te preocupes, no te preocupes...”. Pero cuando se quedó en paro y empezó a tener problemas, “todo el mundo en el banco era nuevo”. No había nadie de los que habían tratado con él. “La puerta para cualquier tipo de negociación estaba cerrada”.
A sus males se unió una enfermedad: en octubre de 2011 le diagnosticaron una enfermedad rara, autoinmune, que atacaba su propio organismo y le hizo ir perdiendo movilidad. Pasó dos meses hospitalizado. Poco después de regresar a su casa en silla de ruedas, le llegó la notificación del desahucio. “Entonces me puse en contacto con la PAH. En el primer intento de desahucio vino mucha gente y se paralizó, pero me siguieron llegando citaciones. El banco seguía renuente a cualquier tipo de negociación. En septiembre, finalmente, me echaron de la casa. Se la quedó el banco. Además, les debo 183.000 euros y gastos del juzgado”. Desde entonces vive en casa de unos amigos; da clases a sus niñas y se ha convertido en un activista. Va haciendo lo que puede.
El trauma: Los desahucios en España con EL PAÍS