COSTA BLANCA | MAFIAS RUSAS
Torrevieja, peligro mortal
Las calles de Torrevieja (Alicante) ya no son el paraíso que ofrecía «Un, dos tres» hace 20 años cuando regalaba apartamentos allí.En la imagen, la sangre dejado por una mujer asesinada por su marido.
LAS POSIBILIDADES de morir violentamente de un torrevejense multiplican por 20 a las de un madrileño. En 2000, se produjeron 22 asesinatos en una población de 51.000 habitantes. El mes pasado, hubo dos nuevos crímenes
Mohamed Uno y Mohamed Dos están sentados en un banco del Paseo del Mar, de espaldas a las rocas y a las olas mediterráneas que las acarician como un amante torpe o impaciente. Cuando se acerca un paseante, escasos en el atardecer ventoso, Mohamed Uno y Mohamed Dos le miran con sus ojos tiernos de 15 y 14 años, y parece que están ofreciendo sus favores sensuales de Jovenlandeses niños. Hasta que el paseante está muy cerca y los dos susurran «hachís», y luego se ríen porque les ha salido a los dos muy sincronizad
tra vez la risa sencilla cuando minutos después desvelan al periodista la coincidencia de sus nombres. Los mohamedes son muy simples y se ríen de cosas simples y núbiles. Llevan solo una semana camelleando. Guardan la mercancía bajo el banco donde están sentados, unas 200.000 pesetas en hachís cortado en barritas de a 10 euros.Son confiados, y enseñan la bolsa entera cuando se les pregunta qué tienen.
¿Y la policía?
Oh, policía de ocho a dos. De dos a cinco no policía. Luego policía de cinco a ocho otra vez dice en un castellano recién aprendido, y se ríe otra vez.
Mohamed Uno y Mohamed Dos (ponerlo en romanos daría lugar a sarcasmos casi insultantes para ellos) aprenden rápido. Están en el sitio adecuado para aprender. En pocos meses ya no sonreirán, ya nadie les confundirá con puñeteros y ya no enseñarán toda la mercancía a cualquiera que se lo pida. Si no los matan antes por intrusismo profesional.
Bienvenidos a Torrevieja, municipio alicantino de 70.000 habitantes censados donde el porcentaje de homicidios por residente sextuplica la media nacional.
Los mohamedes sólo han ascendido el primer tramo de una escalera de corrupción que en
Torrevieja concentra mafias de la droja, tráfico de armas, redes de prespitación, organizaciones de blanqueo de dinero y una mafia rusa muy bien asentada socialmente que, desde que en los
primeros 90 trajo dinero caliente de procedencia al menos sospechosa, se ha convertido con sus inversiones en la gran protagonista del más espectacular crecimiento urbanístico y demográfico vivido en España en los años postrimeros del pasado siglo.
En 1990, el censo de esta población alicantina era de 23.192 personas. En 2002, hay 74.000 censados y una población real de 130.000 habitantes.
Sólo entre 2000 y 2002, la población censada ha crecido en un 50%. Y, paralelamente, el balance anual del número de delitos aumenta un 30% cada año. «Algo pasa en Torrevieja cuando hay un homicidio cada 15 ó 20 días», resumía la situación en marzo de 2001 Juan Luis de la Rúa, presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.
En 2000, último año del que se han facilitado estadísticas, hubo 22 homicidios en Torrevieja. Un tercio de los 68 registrados en Madrid, según la Fiscalía, en el mismo periodo. Pero Torrevieja tenía entonces 51.000 habitantes y Madrid tres millones. Es decir, si en Madrid hay un asesinato anual por cada 44.117 habitantes, en Torrevieja hay otro por cada 2.318 censados.
La probabilidad de morir violentamente en la localidad alicantina se multiplica por 20. Y Madrid no es un jardín de infancia.
Cuando en los primeros 90 empezó a llegar el dinero a espuertas desde la antigua URSS y otros países de la órbita comunista europea,
el alcalde, Pedro Ángel Hernández-Mateo (PP), vio el soporte financiero para sus planes de crecimiento urbanístico de Torrevieja, que él apuntalaba abaratando el precio del suelo con licencias de obra que permitían alturas edificables poco acordes con recomendaciones sobre preservación del medio natural o de la belleza de zonas turísticas.
Pero la inversión no sólo era inmobiliaria.
Muchas familias de ex funcionarios soviéticos se instalaron en diversas localidades de la Costa Blanca, donde compraron o erigieron suntuosas mansiones y empezaron a invertir como constructores y promotores inmobiliarios. Hasta el 87,
nadie se preocupaba de la procedencia de aquel dinero que, tantas veces, se movía en maletines y no a través de entidades bancarias. Y en eso llegó Baltasar Garzón hablando de mafias rusas. El superjuez estimó entonces en 7.000 millones de pesetas (42 millones de euros) la inversión de capital ruso en la costa mediterránea, y denunció un entramado de corruptelas en el que incluyó
«a entidades financieras afines a las organizaciones mafiosas, conexiones con funcionarios corruptos a mayor o menor nivel» y el florecimiento de testaferros inversores bajo la tapadera de bufetes de abogados españoles creados para proteger el anonimato de los financieros reales.
En las mismas fechas, el teniente fiscal Anti-droja, Javier Zaragoza, anunciaba el inicio de «un especial seguimiento e investigación» sobre estos clanes por su implicación en el tráfico de estupefacientes.
Los movimientos especulativos de estas mafias y su urgencia por blanquear el dinero c
onvirtieron a Torrevieja en el paraíso de la vivienda barata. Así se atrajo a decenas de miles de personas de clase baja que se podían hacer con una vivienda por muy poco dinero.
Lo mismo que los pagapensiones ilegales que pasaban el Estrecho podían encontrar
alojamiento por cinco o diez mil pesetas mensuales si se hacinaban convenientemente en uno de estos apartamentos de saldo.
Por supuesto, l
a oferta sanitaria y educativa nunca pudo seguir la marcha de este crecimiento poblacional descontrolado, lo que favoreció la creación de bolsas de marginalidad. Y la Policía Local y la Guardia Civil tampoco contaron con un aumento de efectivos que pudiera hacer frente al incremento espectacular de los índices de criminalidad. En Torrevieja dicen que son la única población española con más de 50.000 habitantes que carece de comisaría.
30 DENUNCIAS AL DÍA
Este año, se están presentado entre 30 y 40 denuncias diarias por diversos delitos. Y la tardanza de respuesta de las fuerzas del orden es criticada unánimemente por los comerciantes. Juan Ortega llegó a apostarse durante varios días frente al Ayuntamiento pidiendo más presencia policial en la ciudad. No entendía que su céntrica tienda de deportes pudiera ser ruidosamente asaltada dos noches consecutivas sin que nadie hciciera nada. En la noche del 29 de enero, los asaltantes engancharon uno de los cierres metálicos de su tienda con una palanca atada a un todoterreno robado y arrancaron el portalón. Se llevaron mercancía por valor de 12.000 euros (dos millones de pesetas). El estruendo tuvo que ser grande. Y la extracción del género lenta. La policía llegó tarde.
Juan Ortega arregló ese mismo día la puerta, y pocas horas más tarde otro todoterreno enganchó el portalón con el mismo método y se llevarón lo que quedaba: aproximadamente, otro millón de pesetas. Ahora el seguro no le renueva su póliza, a pesar de haber cubierto sólo un 80% de gastos y destrozos. Y la imposibilidad económica de renovar las existencias le mantuvo sin ganancias durante tres meses.
Cerca de allí, en la farmacia de Julia Valorio, conservan de recuerdo las tres piedras con las que les han reventado la puerta el pasado año para llevarse botines de caja de entre 6.000 y 14.000 pesetas cada vez. Claro que cada atraco le costó al negocio reparaciones por valor de 200.000 pesetas.
Pepa, dueña de la joyería Blue Spirit, a 10 metros de la plaza del Ayuntamiento, recuerda que, antes del robo por seis millones de pesetas (36.000 euros) a su establecimiento, se asustaba de las visitas periódicas de grupos de hombres «de esos fuertes, rusos o lo que sean, que nunca venían solos y que nunca compraban nada, pero se quedaban mirándolo todo y a la chica que tengo aquí le daban mucho miedo».
El rastro de atracos se puede seguir prácticamente tienda a tienda y banco a banco. Las elites financieras del Este trajeron el rebufo de clanes delincuenciales formados en los conflictos bélicos de sus países de origen, acostumbradas al manejo de armas, a la organización militar, a la disciplina, al trabajo serio.
Los menos grandes de este segundo escalafón se dedican al asalto organizado de tiendas y viviendas. Los turistas de dinero son su botín más fácil. Controlan las llegadas al aeropuerto de Alicante y Murcia. Siguen a los coches que conducen a los turistas hasta su residencia vacacional. Vigilan la casa hasta que ésta se queda vacía (en muchos casos, casi inmediatamente, porque los recién llegados se van a comer o cenar a algún restaurante cercano).Entran en la vivienda. Si los turistas han dejado el dinero, se lo llevan con las cosas de valor que puedan pillar. Si no, no tienen reparo a esperar tranquilamente el regreso de los inquilinos, sobre todo si se trata de personas mayores, y dar el palo a cara descubierta. En 2000, se registraron 11.240 delitos contra el patrimonio sólo en Torrevieja. Más de uno por cada cinco habitantes.
Las bandas establecieron incluso, como en otras poblaciones, códigos de identificación de las viviendas asaltables mediante discretos mensajes cifrados escritos con tiza. Algunos vecinos han reaccionado al constante saqueo y han creado patrullas vecinales de vigilancia.
En la urbanización Cabo Roig, en los límites con Orihuela, instauraron el Home Watch (los vigilantes de la casa), un organigrama de observadores domésticos en contacto con la Policía Local que informan de todo movimiento sospechoso en la urbanización. Previamente, formaron a los vecinos con recomendaciones sobre cómo elaborar una descripción de los presuntos delincuentes para la policía; se jerarquizaron para filtrar la información a través de varios coordinadores de área y uno general; dividieron el trabajo de observación por horas entre las personas más desocupadas de la comunidad. Los resultados de reducción de la delincuencia allí y en otros barrios como San Luis o La Siesta han sido, gracias a este método, espectaculares.
También la presencia de un grupo de 50 agentes de elite de la Guardia Civil, procedentes de Alicante y que llevan dos meses operando en Torrevieja, ha permitido al alcalde difundir unas cifras halagüeñas de reducción de delitos (en un 10%) y de aumento del número de detenidos. La Guardia Civil se ha apuntado también el tanto de cerrar el mercadillo de Guardamar, en las afueras, donde a partir de cierta hora de la madrugada se podían adquirir todo tipo de objetos robados. Sin embargo, en marzo ya se han producido dos nuevos y espectaculares asesinatos.
DOS CRÍMENES EN MARZO
El 9 de marzo, J.L.P.R., de 39 años, apuñalaba a L.C.B., de 30, en un club de la Playa de los Náufragos. La razón del crimen, que la víctima cubría al agresor la visión de un striptease que la cortesía del local había puesto sobre el escenario. Unos días antes, el cadáver de J.M., de 71 años, era hallado sobre su cama descuartizado por una sierra eléctrica. La autopsia desveló que primero había sido torturado con armas blancas, después ejecutado a pistola y finalmente troceado. Con toda probabilidad, según fuentes de la investigación, la obra se debe a un clan lituano menor dedicado a la prespitación. De hecho, la víctima convivía con una joven de Lituania, embarazada de ocho meses, que hacía la calle. Pero los motivos exactos de este ajuste de cuentas todavía se desconocen.
En el Paseo del Mar, el escalafón más bajo de la delincuencia torrevejense sigue ofreciendo hachís cada dos o tres metros.Mohamed Uno y Mohamed Dos no han cambiado de sitio desde la noche anterior. Están tristes, porque quisieron acercarse más al mercadillo, más concurrido que su banco marinero, y la competencia les ha dado el toque poco amistosamente. Mohamed Uno me enseña una bonita navaja, muy hortera, que se ha comprado.
