Un_elemento
Madmaxista
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Cualquier analista serio que no perciba sobre alguno de ningún poder, conoce que, si no nos absorbe un agujero oscuro, a finales de este año y durante 2017 y 2018, va a producirse una hecatombe económica en España de nivel escalofriante: no se están cumpliendo los objetivos del déficit y la estructuración del Estado en autonomías despilfarradoras es un sumidero más profundo que Las Marianas, que no es un paraíso fiscal sino una sima o fosa con su abismo de Challenger, el agujero más profundo en la corteza terrestre, situado en la parte noroccidental del océano Pacífico. Ya se ha convertido en mantra la frase de la directora del FMI que dice: “España debe bajar salarios y pensiones” y, en estos últimos días, ha venido a sumarse a esos avisos a navegante, estratégicamente dosificados, una nueva advertencia que claramente establece que España deberá asumir nuevos recortes. Ni regeneración, ni recuperación, ni cambio. La palabra clave para los próximos años será recortes. Gobierne quien gobierne en nuestro país. Todo, condicionado claro está, a que el sur de Europa finalmente explosione y, con una no descartable retirada de los británicos, la Unión Europea pase a ser algo que pudo ser y no fue.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha sido incapaz de hacer otra cosa que exprimir como limones a los ciudadanos, mientras la prensa de todo el mundo ha recogido la caída de la credibilidad de España, la impunidad del crimen y la corrupción generalizada en la clase sin clase política y en empresas del sector público. Mariano no ha presentado una buena tarjeta después de recorrer todos los hoyos. Al contrario, ahora el green tiene más agujeros. Es tan grave el problema, que nuestro país tiene un tratamiento especial y diferenciado dentro de los consejos de Lagarde y sus secuaces: mientras, según dicen ellos, España debe pagar el exceso de déficit del 2015 con un fortísimo ajuste fiscal, a los otros países se les recomienda usar la fiscalidad en un sentido mucho más positivo para la población: favorecer el crecimiento y, en consecuencia, la creación de empleo, aspecto este último totalmente descartable en la piel de Osborne.
Preocupación en EEUU
La situación de práctica quiebra de nuestro país – sólo puede caminar endeudándose más (recibe dinero que tendrá que devolver a un interés del 8%) – ya no es sólo una preocupación de la UE. No. Para los Estados Unidos, España se ha convertido en un forúnculo que crece y crece. Si temen un Gobierno de izquierda podemizada que pudiera poner en peligro su geoestrategia, también muestran su descontento porque en 2015 se haya invertido una línea de reducción del déficit – fundamentada, eso sí, en el empobrecimiento de la sociedad civil y no en el recorte del boato – que venía funcionando desde 2011, aunque el PIB no creciera como para modificar unos niveles de paro tan tristes como alarmantes. Aún así, el FMI ha decidido aplazar un informe definitivo sobre nuestro país hasta que haya nuevo Gobierno.
No hay que ser un lince para conocer cómo será ese discurso en función de los partidos que controlen el Estado. Si alguien pretende cambiar el statu quo, nos veremos abocados a un situación a la griega y, si no, estaremos ante lo que se anunciará como un recrudecimiento de la crisis cuando no es más que otra señal del desastre estructural en que nos movemos. El nivel de deuda de las economías avanzadas – no entiendo cómo se puede llamar así a la nuestra con los índices de desempleo, emigración y pobreza que tenemos – es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial: un promedio del 100% de su PIB.
La quiebra de la seguridad social parece segura
No se que dirían Matusalén o su padre Enoc, quien vivió 365 años, sobre el tema de las pensiones, pero tampoco es para risa lo que nos espera si alguien no logra la cuadratura del círculo. He intentado ponerme en contacto con ellos, pero no lo he conseguido. Sin embargo, lo he logrado con el economista Roberto Centeno. Y, después de destacar que la hucha de las pensiones se ha esquilmado para financiar la deuda, concluye que “nos dirigimos hacia una depresión gigantesca, con cotas de desempleo superiores al 25%, a una crisis financiera brutal y a la suspensión de pagos como país”. Ya en 2007, el analista D. Soriano advertía: “Con reforma o sin ella, la Seguridad Social quebrará, como muy tarde, en 2042. La gente cada vez vive más y no será posible pagarles a todos una prestación digna. Es más, en 2040 comenzarán a trabajar los niños que nazcan en esta década y ya sabemos que no están siendo muchos. Por eso, aquellos que se jubilen a partir de 2030 harían bien en buscarse otra fuente de ingresos: nadie les puede asegurar que cobrarán una renta del Estado. Ya sabemos que en 2050 habrá casi un pensionista por trabajador y eso no se puede pagar con cotizaciones sociales o impuestos. Actuar como si hubiera una posible solución mágica sólo hará las cosas más difíciles”.
La hecatombe económica que se avecina
El Gobierno de Mariano Rajoy ha sido incapaz de hacer otra cosa que exprimir como limones a los ciudadanos, mientras la prensa de todo el mundo ha recogido la caída de la credibilidad de España, la impunidad del crimen y la corrupción generalizada en la clase sin clase política y en empresas del sector público. Mariano no ha presentado una buena tarjeta después de recorrer todos los hoyos. Al contrario, ahora el green tiene más agujeros. Es tan grave el problema, que nuestro país tiene un tratamiento especial y diferenciado dentro de los consejos de Lagarde y sus secuaces: mientras, según dicen ellos, España debe pagar el exceso de déficit del 2015 con un fortísimo ajuste fiscal, a los otros países se les recomienda usar la fiscalidad en un sentido mucho más positivo para la población: favorecer el crecimiento y, en consecuencia, la creación de empleo, aspecto este último totalmente descartable en la piel de Osborne.
Preocupación en EEUU
La situación de práctica quiebra de nuestro país – sólo puede caminar endeudándose más (recibe dinero que tendrá que devolver a un interés del 8%) – ya no es sólo una preocupación de la UE. No. Para los Estados Unidos, España se ha convertido en un forúnculo que crece y crece. Si temen un Gobierno de izquierda podemizada que pudiera poner en peligro su geoestrategia, también muestran su descontento porque en 2015 se haya invertido una línea de reducción del déficit – fundamentada, eso sí, en el empobrecimiento de la sociedad civil y no en el recorte del boato – que venía funcionando desde 2011, aunque el PIB no creciera como para modificar unos niveles de paro tan tristes como alarmantes. Aún así, el FMI ha decidido aplazar un informe definitivo sobre nuestro país hasta que haya nuevo Gobierno.
No hay que ser un lince para conocer cómo será ese discurso en función de los partidos que controlen el Estado. Si alguien pretende cambiar el statu quo, nos veremos abocados a un situación a la griega y, si no, estaremos ante lo que se anunciará como un recrudecimiento de la crisis cuando no es más que otra señal del desastre estructural en que nos movemos. El nivel de deuda de las economías avanzadas – no entiendo cómo se puede llamar así a la nuestra con los índices de desempleo, emigración y pobreza que tenemos – es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial: un promedio del 100% de su PIB.
La quiebra de la seguridad social parece segura
No se que dirían Matusalén o su padre Enoc, quien vivió 365 años, sobre el tema de las pensiones, pero tampoco es para risa lo que nos espera si alguien no logra la cuadratura del círculo. He intentado ponerme en contacto con ellos, pero no lo he conseguido. Sin embargo, lo he logrado con el economista Roberto Centeno. Y, después de destacar que la hucha de las pensiones se ha esquilmado para financiar la deuda, concluye que “nos dirigimos hacia una depresión gigantesca, con cotas de desempleo superiores al 25%, a una crisis financiera brutal y a la suspensión de pagos como país”. Ya en 2007, el analista D. Soriano advertía: “Con reforma o sin ella, la Seguridad Social quebrará, como muy tarde, en 2042. La gente cada vez vive más y no será posible pagarles a todos una prestación digna. Es más, en 2040 comenzarán a trabajar los niños que nazcan en esta década y ya sabemos que no están siendo muchos. Por eso, aquellos que se jubilen a partir de 2030 harían bien en buscarse otra fuente de ingresos: nadie les puede asegurar que cobrarán una renta del Estado. Ya sabemos que en 2050 habrá casi un pensionista por trabajador y eso no se puede pagar con cotizaciones sociales o impuestos. Actuar como si hubiera una posible solución mágica sólo hará las cosas más difíciles”.
La hecatombe económica que se avecina