Cuando la globalización engulle su propio futuro

El_Presi

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http://www.clarin.com/diario/2007/04/28/opinion/o-03901.htm

Cuando la globalización engulle su propio futuro

En Washington se advierte sobre el regreso de una "era dorada" como la que precedió a la crisis económica de 1929


Algunas veces la información internacional parece encajar como piezas de un rompecabezas; es sencillo anticipar los desarrollos posteriores de un hecho aun en áreas aparentemente ajenas a la naturaleza del episodio. El cuadro global surge nítido.

¿Un ejemplo de esta semana? Es posible anticipar —con poco margen de error— que la decisión del presidente ruso Vladimir pilinguin de suspender la adhesión de su país al Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa de 1990, repercutirá más allá de la relación de Moscú con la OTAN y Washington hoy en deterioro.

Es la respuesta al anuncio estadounidense de introducir nuevas defensas antimisiles en Europa y, por extensión, a la creciente sensación de encierro que siente Rusia cuando ve como aumenta el despliegue militar de sus antiguos enemigos occidentales alrededor de sus fronteras. La situación es casi un reflejo de la guerra fría.

¿Hace falta tener el don de anticipar el futuro para saber que afectará también la negociación de la comunidad internacional con Irán por su programa nuclear, en la que Rusia juega un rol importante? No, porque se sabe que pilinguin y los diplomáticos de su país estarán notoriamente menos interesados en bailar al ritmo agresivo que prefiere Washington respecto de Teherán. Lo mismo puede decirse de la agónica situación en Medio Oriente donde los rusos también están inmersos.

Todo esto será menos sencillo, aun cuando el tratado denunciado por Moscú no tenga nada que ver de modo directo con esas cuestiones.

Pero hay otras instancias donde el lienzo global se resiste a revelar la totalidad del cuadro y hay que realizar un ensayo —de inteligencia y cautela— para encontrar el sentido oculto. Muchas veces no es porque este no se insinúe, sino porque está en la naturaleza humana cerrar los ojos ante lo que no queremos ver. Es cuando la virtud de la voluntad se desfleca en su corolario corrompido, el voluntarismo.

Volvamos a la semana. De ella es posible decir, por separado: el exitoso titular de una gran empresa alemana —Siemens— vio cómo su carrera sufría un abrupto corte bajo sospechas de corrupción; que los temblores financieros anunciaron que cierta "burbuja" de la construcción en España está cerca de explotar arrastrando en ese quiebre a la totalidad de la economía y que en Washington varias voces han comenzando a llamar la atención sobre el regreso de una "era dorada" —no de oro— como la que precedió a la crisis económica de 1929.

Ninguno de estos datos es cuestionable por sí mismo, reflejan desarrollos informativos comprobables. Pero si uno intenta agruparlos en un sentido más amplio, llegando a la conclusión de que hay algo que está mal en la presente etapa del sistema capitalista global inmediatamente será acusado de apocalíptico o, en el más piadoso de los casos, de incurrir en la ignorancia de intentar sumar peras y manzanas como una misma unidad. Sin embargo, no es así.

Vayamos por partes. Klaus Kleinfield, el hombre que había devuelto la prosperidad al gigante Siemens fue obligado a saltar por la ventana —metafóricamente, esto es— con una renuncia al cargo antes que los directores lo relevaran. La razón: Kleinfield está bajo sospecha de permitir la creación de un fondo encubierto de dinero de Siemens del que salían las coimas que la empresa pagaba para obtener lucrativos contratos.

Los argentinos sabemos de esto, baste con recordar la codicia de Siemens a la hora de poner precio, en los 90, a la confección de documentos argentinos que motivó denuncias que la diplomacia alemana solía rechazar con gesto indignado. Pregunta: ¿Qué es lo tolerable en materia de códigos de conducta de los empresarios a la hora de hacer buenos negocios y que es lo que los gobiernos deben permitir?

Durante los pasados tres años economistas y otros expertos han insistido en advertir que el mercado inmobiliario español —donde el valor de la propiedad se duplicó desde el 2000— estaba peligrosamente sobrevaluado en un 30%, en un contexto de especulación alimentando el optimismo general que llevó a muchos españoles a endeudarse fuertemente para adquirir vivienda.

Ahora con el 18% de la economía nacional atada a la construcción, la inevitable corrección se está produciendo y el primer reflejo del resfrío fue la tos en las acciones bursátiles. Pedro Solbes, el ministro económico español, luce su mejor rostro y asegura que esto no es sino el inicio de un "aterrizaje suave" del mercado.

Pero ¿es así? La situación española evoca el "efecto arroz" en el Asia de fines de los 90 que se inició, también, con el estallido de una "burbuja" en los bienes raíces. Ahora se habla en España de una ausencia del Estado a la hora de regular el mercado inmobiliario. ¿Es buena esa ausencia si permitió la realización de negocios de fantasía?

Lo de España invita a pensar también en la situación estadounidense, donde un agotamiento de la especulación inmobiliaria se muestra de modo recurrente en el horizonte. Pero no vale la pena insistir en esto al menos aquí y en cambio sí detenerse en el más reciente análisis de Paul Krugman sobre el regreso de la "edad dorada", una frase que alude con ironía a un tiempo de fines del siglo XIX y comienzos del XX en que la disparidad entre capital y trabajo era tan grande que generó una imagen de prosperidad sin límite y que culminó en una recesión internacional de proporciones homéricas.

En uno de esos años, 1894, John D. Rockefeller puso en sus cuentas bancarias 1.25 millones de dólares, esto es 7.000 veces lo que había ganado un jornalero en el mismo período.

Y, así y todo, Rockefeller aparece casi como un moderado hoy cuando el titular de un fondo buitre de inversión pudo llevar en 2006 a sus arcas personales 1.75 mil millones de dólares, o 38.000 veces lo que un asalariado con remuneración promedio. ¿Es necesario acumular más datos? Sí, sin duda, pero no hace falta mucho más para saber que así las cosas la globalización ya no digiere sólo seres humanos, engulle su propio futuro.
 

la barquera

Madmaxista
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Pero...

Ojalá, nos empujasen sólo a unos cuantos nada más!

Pero... ¡Es que están empujando a sus propios hijos cual escudos!