¡Qué decepción!, en mi adolescencia, en un colegio de monjas, con una represión brutal (esoy hablando de los 80, que no hace tanto), se reivindicaban valores de igualdad de oportunidades, de no sometimiento a la figura del macho imperante, etc. La de "tortas" que me llevé.
Yo peleaba contra el sexismo, es decir, considerar que un una persona tenga que dominar a otra por razón de sesso. Igual que me da repelús el clasismo, considerar que una persona es superior a otra por sus posesiones o apellidos. O contra el racismo, considerar que alguien, por tener unos rasgos físicos distintos es menos persona.
Del machismo rancio se está pasando a una especie de feminazismo que no me está gustando nada.
Yo no peleé para estas insensateces. ¿Qué le voy a contar a mi hija?