Shockard
Excelso Cptn.
A falta de menos de dos semanas para la fiesta del engendro autonómico bonolandés ejqueísta en el cual llevamos atrapados más de cuarenta años los toledanos (con la connivencia de los poderes fácticos traidores al régimen del 39 que armaron todo el entramado del régimen demoliberal del 78) he consumido algunas horas de este fin de semana meditando sobre la dualidad contrapuesta del españolismo mesiánico-katehónico y el carpetanismo más fatalista ahora que aflora con más éxtasis la perversión del hombre euroamericano.
Sé que muchos preferís seguir gastando vuestras energías con los dimes y diretes del Kremlin y Ucraña, viéndoos obligados a tomar partido. Pero os engañáis enormemente si creéis que es una materia que (nos) trasciende.
La línea filosófica de mi dilema busca fortalecer una heurística sobre el Ser de España, que tanto tiempo lleva cautivándome por su deducible importancia. Honestamente, cualquier expresión centralista es tan natural como el cerrilismo regional más burdo; si bien estas ideas pueden estar dopadas por injerencias exógenas.
Pero no es ahí donde quiero ir a parar. En estas horas me sacude la encrucijada de posicionarme del lado de ese españolismo salvífico o acabar abrazando, en un cariz atávico, un carpetanismo (irredentismo toledano, para quien no lo suponga) de muecas psicopáticas. Dos años después de mi re-evangelización, habiendo abandonado creencias heréticas por completo, Dios se me manifestó en su disposición de encomendarme una misión. Pero no encuentro la trinchera en la que posicionarme, a pesar de tener claro a quien debo hacer frente en la vanguardia. Sé quién es el enemigo, pero no quiénes estarán de mi lado.
A veces sospecho que la Nación Española quiere y necesita, en una especie de simbiosis masoquista que no logro entender, al Estado Español, que no deja de ser otro agente más del NOM, un agente jacobino de Sión y nuestros amigos del Foro de Sao Paulo.
En esta encrucijada ¿qué senda tomar en pos de la Verdad?
Sé que muchos preferís seguir gastando vuestras energías con los dimes y diretes del Kremlin y Ucraña, viéndoos obligados a tomar partido. Pero os engañáis enormemente si creéis que es una materia que (nos) trasciende.
La línea filosófica de mi dilema busca fortalecer una heurística sobre el Ser de España, que tanto tiempo lleva cautivándome por su deducible importancia. Honestamente, cualquier expresión centralista es tan natural como el cerrilismo regional más burdo; si bien estas ideas pueden estar dopadas por injerencias exógenas.
Pero no es ahí donde quiero ir a parar. En estas horas me sacude la encrucijada de posicionarme del lado de ese españolismo salvífico o acabar abrazando, en un cariz atávico, un carpetanismo (irredentismo toledano, para quien no lo suponga) de muecas psicopáticas. Dos años después de mi re-evangelización, habiendo abandonado creencias heréticas por completo, Dios se me manifestó en su disposición de encomendarme una misión. Pero no encuentro la trinchera en la que posicionarme, a pesar de tener claro a quien debo hacer frente en la vanguardia. Sé quién es el enemigo, pero no quiénes estarán de mi lado.
A veces sospecho que la Nación Española quiere y necesita, en una especie de simbiosis masoquista que no logro entender, al Estado Español, que no deja de ser otro agente más del NOM, un agente jacobino de Sión y nuestros amigos del Foro de Sao Paulo.
En esta encrucijada ¿qué senda tomar en pos de la Verdad?
