La mayoría de la gente es ignorante por libre elección. Nunca, en ninguna época anterior el acceso a la información, la cultura o el autoaprendizaje ha sido tan fácil como ahora, pero ese tiempo que sería necesario emplear para ampliar nuestra formación se invierten en otros menesteres o aficiones más lúdicas.
Aficiones que van desde hacerse con una amplia colección de pelotillas de los pies, hasta piratear ingentes cantidades de información que la mayoría no va a usar en su vida o simplemente no comprende como usarla, desde hacer arabescos, con la punta de una llave, en la chapa limpia del coche recién adquirido del vecino a masacrar marcianos, compulsivamente, en una aplicación java de un móvil de última generación. De todo menos pelearse con un libre de economía, matemáticas, biología, física o química.
Cada país exhibe una determinada idiosincrasia y, en el nuestro, la formación es algo absolutamente superficial, por eso está infravalorada al nivel de un país en vías de desarrollo o aún menor. Además este país no es un país de técnicos. La cultura, cuando alguien se refiere a ella, se ciñe casi exclusivamente al ámbito de las humanidades. De ahí el número de garrulos y estúpidos por metro cuadrado, en temas de finanzas en todo el país.
Este país no es un país de inventores puesto que no somos un país productor. Es un país de platicadores y charlatanes, por tanto especulativo.
Salvo algunas regiones con una fuerte tradición empresarial o productora, la mayoría de las otras regiones, o autonomías, vive del sector servicios, del turismo o de la simple y pura especulación.
Es absurdo que alguien monte un negocio para subsistir cuando el pimpollo del dueño del local, que lo único que hace es acariciarse suavemente los bemoles cuando alarga la mano para cobrarte el alquiler, se lleva más del 60% de los beneficios del negocio montado.
Ser rentista es el sueño del 95% de la población. Eso de estudiar o de formarse es algo diseñado exprofeso para frikis sin vida social.
La propia clase empresarial es ultraconservadora. No arriesga casi nada en sectores cuyos flujos recurrentes de caja no estén prácticamente garantizados durante el primer año de vida de la empresa. Por eso es impensable montar una biotecnológica o una empresa de nanotecnología, entre otras cosas porque habría que tener un tamaño crítico que sólo se daría en las grandes fortunas que por desgracia son bastante afines al ideario del caciquismo, bananismo y especulación.
A estos líderes, estos acólitos. La clase baja o media imita a la alta, y la alta, es francamente deplorable.
Por otra parte para formarse hace falta interés y reconocer la labor de los docentes, ya sean maestros o profesores. Aún estoy esperando a que alguien le de las gracias a mis compañeros, o a mí mismo, por la labor que hayamos hecho en algunos de los miles de chicos a los que les hemos dado clases.
Le dices a un hijomio, que se levanta en B, 60 pavos la hora por hacer un chapú que le vas a cobrar a su nene 24 pavos la hora y te pega un corte de mangas que se le puede caer el antebrazo.
Hay pocos países en los que se golpea, acosa y maltrata al profesorado como en este. En ese sentido podemos estar al nivel de Burkina Faso. Ese es el reconocimiento que hace una sociedad, en pleno, de lo que es la formación.
Aquí, lo que realmente se valora es el cachondeo, la juerga y el pelotazo. Si a eso le añadimos que la LOGSE ha terminado por explotar el sistema educativo lo que está saliendo de las aulas, más bien parece que sale de las jaulas.
En resumen, somos un país de cafres y simples. Y lo que es más grave, simples por libre elección lo que indica que es un problema endémico e insoluble a corto plazo. Un país de aspirantes a ricos de pacotilla y ahora, por término medio, con unas deudas que van a mandar medio país al carajo. Por eso una buena crisis puede que haga aflorar esos valores que transformen a sus ciudadanos en los pobladores de un país grande en ideas y en solidez, aunque soy muy pesimista al respecto.