Estamos mal, vamos a peor: la huelga como cortina de humo | Politikon
La huelga general ha pasado. Las manifestaciones fueron masivas, los disturbios en Barcelona igual de estúpidos que siempre, las proclamas de los sindicatos tuvieron la acostumbrada retórica obrerista y el gobierno ejerció su papel de timonel impasible como se esperaba. No voy a entrar en si la movilización tuvo un apoyo generalizado o no; me remito a los datos de Kiko y a toda la discusión metodológica asociada. A primera vista parece que mi intuición que las huelgas generales (compartida por otros) son una “tecnología” de protesta cuyo momento ha pasado era acertada, pero creo que esto es un poco secundario.
Lo importante, y que no podemos olvidar, es que la crisis sigue ahí, no importa lo bien o mal que haya salido la huelga. Y, mal que nos pese, estamos peor hoy de lo que estábamos ayer. De hecho, estamos peor hoy que hace tres meses.
Vaya por delante, la huelga general no tiene nada que ver con esto. Hemos escuchado las inevitables voces de la derecha diciendo que los sindicatos lo que quieren es hundir España y que estas algaradas no hacen más que sembrar dudas en los mercados, pero el problema no es ese. Lo que da miedo de verás es que en los tres meses escasos que lleva Rajoy en Moncloa España el gobierno aún no ha dado la más mínima señal de saber lo que están haciendo o entender por qué deben darse prisa.
Las chapuzas empezaron desde el mismo momento en que ganaron las elecciones. Que un partido político en una democracia parlamentaria no sea capaz de tener a su nuevo gobierno hasta horas antes que tuvieran que jurar el cargo es algo sencillamente patético, y más en un año como este. El gobierno siguió, casi de inmediato, con una subida de impuestos patéticamente mal diseñada, una reforma del sistema financiero que no hace más que empeorar el problema, y una reforma laboral que se las arregla para ser tan injusta como insuficiente, todo acompañado con promesas de simplificación de trámites y papeleo (algo que creo ha prometido todo ministro de administraciones públicas desde tiempos de Alfonso XII), cambios tímidos en el sistema judicial y un puñado de reformas futuras de una indefinición más que preocupante.
Esto, en condiciones normales, hubiera sido decepcionante, pero no necesariamente letal. El gobierno tiene mayoría absoluta, al fin y al cabo; si una ley no funciona Rajoy puede tener un cambio en trámite en diez minutos, y nadie puede toserle. Lo que realmente da miedo, y que creo explica la subida de la prima de riesgo, los artículos cada vez más atemorizados en la prensa internacional y el crujir de dientes generalizado, ha sido la actitud increíblemente cínica del ejecutivo con los presupuestos, el déficit y todo lo que comporta. Rajoy y sus mariachis, ante una situación presupuestaria realmente desesperada, se permitieron el lujo de dar cifras de déficit contradictorias y dedicarse a trollear por Bruselas negociando a golpe de titular. Como guinda del pastel, los tipos retrasaron la presentación de las cuentas por motivos puramente electoralistas, dejando meridianamente claro que en medio de una catástrofe lo único que no tienen en prisa*.
El problema, claro está, es que estamos en una situación no de prisa, sino de urgencia. Si Rajoy no se pone realmente serio en las próximas semanas corremos un riesgo realmente tremendo de pegárnosla en serio, con una batacazo tal que tendremos envidia de lo bien que les ha ido a los griegos. La economía española sigue teniendo las mismas debilidades que tenía hace cuatro meses: un sistema financiero que se niega a reconocer sus pérdidas, una reestructuración de las cajas de ahorros no precisamente afortunada (una palabra: Bankia), una economía atenazada por una cantidad completamente absurda de regulaciones idiotas (empezando por el mercado de trabajo), unas autonomías completamente incapaces de controlar sus presupuestos y unas cuentras públicas camino de meter al país en una espiral de austeridad recesionaria. A diferencia de hace unos meses, sin embargo, ahora los inversores no pueden decir que las situación es grave y el gobierno un puñado de merluzos, pero tranquilos que veremos cambios después de las elecciones. El nuevo gobierno ya está aquí. España acaba de darle una mayoría absoluta gigantesca al Partido Popular, y estos no parecen tener ni la más remota idea sobre qué hacer con ella.
Siento sonar horriblemente pesimista, pero empiezo a temerme lo peor. Rajoy, sinceramente, no parece entender dónde se ha metido. Hace menos de un año me desgañitaba ante la inexplicable pasividad del gobierno socialista esos días, alucinado que un 21% de desempleo no generara una reacción de urgencia en este país de locos. Hoy el paro está al 23% y subiendo, las cuentas públicas están aún peor que antes y la situación sigue empeorando, y tenemos un gobierno que cree que retrasar la presentación de sus prioridades de gasto al mundo es perfectamente aceptable.
En fin. Vivo en Estados Unidos; no estoy ni de broma cerca de los mentideros de Bruselas, Berlín y demás. Pero cuando uno empieza a oír rumores sobre troikas, Bruselas buscando a un clon de Mario Monti que hable Español y un gobierno de gran coalición en Madrid desde varios sitios distintos realmente empiezo a preocuparme. Llevamos cuatro años camino del precipicio, tirándonos por todo terraplen que encontramos con una especie de confianza ciega que al final todo va a salir bien. Bueno, esto se ha acabado. Si el gobierno no empieza a actuar, y no lo hace rápido, no creo que Rajoy (o el país) lleguen al verano.
La situación está mal, muy, muy, muy mal. Esto empieza a dar mucho miedo.
(*): sí, he leído el artículo de Malaprensa sobre plazos presupuestarios. No me convence. Para empezar, las cuentas del estado no las preparan los políticos, sino funcionarios; la gente en el ministerio de hacienda que a buen seguro tenían casi todo el trabajo hecho. Es más, sé que eso es así; si el nuevo gobierno hubiera entrado preparado, tener las cuentas listas era cuestión de semanas. Más allá de la necesidad técnica, sin embargo, los presupuestos del 2012 son realmente excepcionales: si hay un año en que hay que batir un récord de velocidad (y tener a gente del PP en los ministerios desde noviembre del año pasado) es este. El retraso es una chapuza irresponsable. Otra más.
La huelga general ha pasado. Las manifestaciones fueron masivas, los disturbios en Barcelona igual de estúpidos que siempre, las proclamas de los sindicatos tuvieron la acostumbrada retórica obrerista y el gobierno ejerció su papel de timonel impasible como se esperaba. No voy a entrar en si la movilización tuvo un apoyo generalizado o no; me remito a los datos de Kiko y a toda la discusión metodológica asociada. A primera vista parece que mi intuición que las huelgas generales (compartida por otros) son una “tecnología” de protesta cuyo momento ha pasado era acertada, pero creo que esto es un poco secundario.
Lo importante, y que no podemos olvidar, es que la crisis sigue ahí, no importa lo bien o mal que haya salido la huelga. Y, mal que nos pese, estamos peor hoy de lo que estábamos ayer. De hecho, estamos peor hoy que hace tres meses.
Vaya por delante, la huelga general no tiene nada que ver con esto. Hemos escuchado las inevitables voces de la derecha diciendo que los sindicatos lo que quieren es hundir España y que estas algaradas no hacen más que sembrar dudas en los mercados, pero el problema no es ese. Lo que da miedo de verás es que en los tres meses escasos que lleva Rajoy en Moncloa España el gobierno aún no ha dado la más mínima señal de saber lo que están haciendo o entender por qué deben darse prisa.
Las chapuzas empezaron desde el mismo momento en que ganaron las elecciones. Que un partido político en una democracia parlamentaria no sea capaz de tener a su nuevo gobierno hasta horas antes que tuvieran que jurar el cargo es algo sencillamente patético, y más en un año como este. El gobierno siguió, casi de inmediato, con una subida de impuestos patéticamente mal diseñada, una reforma del sistema financiero que no hace más que empeorar el problema, y una reforma laboral que se las arregla para ser tan injusta como insuficiente, todo acompañado con promesas de simplificación de trámites y papeleo (algo que creo ha prometido todo ministro de administraciones públicas desde tiempos de Alfonso XII), cambios tímidos en el sistema judicial y un puñado de reformas futuras de una indefinición más que preocupante.
Esto, en condiciones normales, hubiera sido decepcionante, pero no necesariamente letal. El gobierno tiene mayoría absoluta, al fin y al cabo; si una ley no funciona Rajoy puede tener un cambio en trámite en diez minutos, y nadie puede toserle. Lo que realmente da miedo, y que creo explica la subida de la prima de riesgo, los artículos cada vez más atemorizados en la prensa internacional y el crujir de dientes generalizado, ha sido la actitud increíblemente cínica del ejecutivo con los presupuestos, el déficit y todo lo que comporta. Rajoy y sus mariachis, ante una situación presupuestaria realmente desesperada, se permitieron el lujo de dar cifras de déficit contradictorias y dedicarse a trollear por Bruselas negociando a golpe de titular. Como guinda del pastel, los tipos retrasaron la presentación de las cuentas por motivos puramente electoralistas, dejando meridianamente claro que en medio de una catástrofe lo único que no tienen en prisa*.
El problema, claro está, es que estamos en una situación no de prisa, sino de urgencia. Si Rajoy no se pone realmente serio en las próximas semanas corremos un riesgo realmente tremendo de pegárnosla en serio, con una batacazo tal que tendremos envidia de lo bien que les ha ido a los griegos. La economía española sigue teniendo las mismas debilidades que tenía hace cuatro meses: un sistema financiero que se niega a reconocer sus pérdidas, una reestructuración de las cajas de ahorros no precisamente afortunada (una palabra: Bankia), una economía atenazada por una cantidad completamente absurda de regulaciones idiotas (empezando por el mercado de trabajo), unas autonomías completamente incapaces de controlar sus presupuestos y unas cuentras públicas camino de meter al país en una espiral de austeridad recesionaria. A diferencia de hace unos meses, sin embargo, ahora los inversores no pueden decir que las situación es grave y el gobierno un puñado de merluzos, pero tranquilos que veremos cambios después de las elecciones. El nuevo gobierno ya está aquí. España acaba de darle una mayoría absoluta gigantesca al Partido Popular, y estos no parecen tener ni la más remota idea sobre qué hacer con ella.
Siento sonar horriblemente pesimista, pero empiezo a temerme lo peor. Rajoy, sinceramente, no parece entender dónde se ha metido. Hace menos de un año me desgañitaba ante la inexplicable pasividad del gobierno socialista esos días, alucinado que un 21% de desempleo no generara una reacción de urgencia en este país de locos. Hoy el paro está al 23% y subiendo, las cuentas públicas están aún peor que antes y la situación sigue empeorando, y tenemos un gobierno que cree que retrasar la presentación de sus prioridades de gasto al mundo es perfectamente aceptable.
En fin. Vivo en Estados Unidos; no estoy ni de broma cerca de los mentideros de Bruselas, Berlín y demás. Pero cuando uno empieza a oír rumores sobre troikas, Bruselas buscando a un clon de Mario Monti que hable Español y un gobierno de gran coalición en Madrid desde varios sitios distintos realmente empiezo a preocuparme. Llevamos cuatro años camino del precipicio, tirándonos por todo terraplen que encontramos con una especie de confianza ciega que al final todo va a salir bien. Bueno, esto se ha acabado. Si el gobierno no empieza a actuar, y no lo hace rápido, no creo que Rajoy (o el país) lleguen al verano.
La situación está mal, muy, muy, muy mal. Esto empieza a dar mucho miedo.
(*): sí, he leído el artículo de Malaprensa sobre plazos presupuestarios. No me convence. Para empezar, las cuentas del estado no las preparan los políticos, sino funcionarios; la gente en el ministerio de hacienda que a buen seguro tenían casi todo el trabajo hecho. Es más, sé que eso es así; si el nuevo gobierno hubiera entrado preparado, tener las cuentas listas era cuestión de semanas. Más allá de la necesidad técnica, sin embargo, los presupuestos del 2012 son realmente excepcionales: si hay un año en que hay que batir un récord de velocidad (y tener a gente del PP en los ministerios desde noviembre del año pasado) es este. El retraso es una chapuza irresponsable. Otra más.