El sistema político de España es una monarquía parlamentaria (en el papel, -la Constitución, esa prostituida-). Dar la vuelta al sistema político implica que o bien se cae la monarquía, o bien el sistema parlamentario.
Raro, hacer una apuesta que en pocos días se va a saber y que pone en riesgo su prestigio sin ninguna necesidad de hacerlo.