Ya que no nos enteramos de lo que dijo en esa entrevista, podemos remitirnos a lo que dijo hace 15 años.
«Los nacionalismos vasco y catalán son un camelo»
Bien, don Gustavo, pero ¿qué me dice de nuestros nacionalismos?
—Lo que llamamos «nacionalismos» son nacionalismos fraccionarios. Catalanes y vascos nunca constituyeron una nación política. Aparecen en el siglo XIX como partidarios de una nación de carácter místico y segregatorio, sin aportar conceptos nuevos.
Son un camelo. Se fundan en la mentira histórica. Brotan de unas élites económicas, de los hidalgos locales o de la burguesía, que se mueven por resentimiento ante la lucha de clases que determina la inmi gración de trabajadores procedentes de España. De ese origen va surgiendo un totum revolutum nacionalista que llega a nuestros días facilitado, creo yo, por terceras potencias.
—¿Potencias europeas interesadas en el debilitamiento de España como nación?
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Sí, sin duda. La identidad de España, que es una nación producto de una evolución histórica, como Francia, desaparece con su absorción por Europa. Ya Lenin denunciaba el proyecto de una Europa unida como coartada del capitalismo para repartirse las colonias, y no es un secreto, aunque haya querido mantenerse como tal, que la Europa unida era un proyecto de Hitler, que cuando fracasó fue sustituido por el Plan Marshall y luego por Maastricht.
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¿Nos quedamos sin identidad como nación política?
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Así es. El otro día, en la manifestación de Madrid contra ETA, me llamó la atención que junto a las manos blancas, el lema de no matarás y a la invocación de los Derechos Humanos, no hubiera la menor alusión a España, como si ya no existiera.
Esto de Europa, para vascos y catalanes, significa no ser españoles, y ya lo decía Arzallus: «En Europa nos encontrarernos». Para los nacionalistas se trata de liquidar España, y para el resto no es que la nieguen, sino que la olvidan. La derecha y la izquierda se avergüenzan de España, pero a ésta última le recomendaría que leyera a Miguel Hernández.