Opinión, 25 de Septiembre de 2007
Crisis
Santiago Niño Becerra
¿Por qué, ahora, una crisis?.
Varias personas que en los últimos meses me han leído u oído en los medios, me han preguntado y me continúan preguntando por el motivo de esta crisis, y, más aún, por el significado de ‘crisis sistémica’ que utilizo con profusión. De forma muy resumida trataré de exponerlo (quienes de Uds. ya lo sepan, salgan de aquí y accedan a otro apartado de lacartadelabolsa).
Como saben Uds. la palabra ‘crisis’ procede del griego y significa ‘cambio’, y un cambio no necesariamente debe ser a peor, de hecho, y repasando la evolución de la humanidad en los últimos 2.000 años, la tendencia indica un progreso continuado de la misma. El problema reside en que, por la propia idiosincrasia humana, esos cambios siempre, 1) acarrean altas dosis de algún tipo de violencia, y 2) dan lugar a situaciones radicalmente diferentes a las anteriores, lo que genera, de entrada, temor.
Siempre que se han producido esas crisis se ha producido un cambio de sistema económico-político-social, es decir que cuando el sistema anterior se ha agotado entra en crisis y, a partir de elementos que se han ido generando en sus últimos años de vida y cuya manifestación ha dado lugar a la crisis, nace un sistema nuevo.
Por ejemplo, eso es lo que sucedió entre en mediados del siglo XIII y la tercera década del siglo XIV. A mediados del siglo XIII, el Sistema Feudal ya había dado de si todo lo que de si podía dar. Apareció una nueva filosofía más acorde con las necesidades del momento, esa filosofía dio paso a una nueva estructuración económica, política y social, nueva estructura que entró en oposición con la existente y oposición que dio lugar a conflictos profundos, y de la que, evidentemente, salió triunfante la ‘nueva’. A finales del siglo XIII el viejo sistema muere y comienza a surgir uno nuevo en el que la razón de Estado comienza a imponerse sobre el poder religioso.
La última vez que algo así sucedió fue a mediados del siglo XVIII. El sistema Mercantilista basado en el comercio de compañías, en la monarquía absoluta y en la acumulación de metales preciosos, se hallaba agotado. Una nueva clase económica, la burguesía, necesitaba otro marco de referencia, y esa necesidad tuvo su reflejo en la expansión de una nueva filosofía: la Ilustración. Entre finales de la década de 1740 y principios de la de 1760, aparecen elementos filosóficos radicalmente nuevos: la separación de poderes, el papel del empirismo y el valor de la observación, las posibilidades del escepticismo, la necesidad de un acuerdo perdurable entre el pueblo y el Estado, la importancia del conocimiento…
Entre principios de los 1760s y finales de los 1770s, esa filosofía se plasma en una nueva estructura a raíz de dos elementos absolutamente novedosos: por un lado, el paso de un sistema de cultivos basado en tierras comunales a otro sustentado en la parcelación de las tierras; por otro, la invención de la máquina de vapor. A partir de aquí y hasta finales del siglo XVIII, se puso en marcha un proceso revolucionario a fin de derribar los antiguos principios; la Revolución Francesa fue el parangón de dicho proceso, pero lo importante, más que la revolución en sí, fue la tendencia destructiva que se instaló en todos los órdenes de la vida -aunque fuese reactiva y revisionista-. Llegado a este punto el sistema ya estaba herido de fin, agonía que no concluyó hasta principios de la segunda década del siglo XIX y cuya manifestación más violenta fueron las Guerras de Coalición. El Congreso de Viena de 1815 ordenó -mal- las cosas, pero suficientemente para que el nuevo sistema comenzase su andadura: el Sistema Capitalista.
Las crisis sistémicas no sólo se dan al final de la vida de los sistemas, también pueden darse cuando el sistema precisa de readaptaciones profundas a lo largo de su vida, y, por la misma razón, crisis cuyos efectos pueden ser dramáticos, no son crisis sistémicas debido a que, en gran medida, son crisis coyunturales. La crisis de 1680 fue horrenda, sobre todo para España, pero no fue una crisis sistémica: muy poco cambió en el planeta a raíz de la misma; sin embargo, la crisis de 1929 sí lo fue ya que ésta significó la entrada en escena de elementos radicalmente nuevos que han tenido profundos efectos, como por ejemplo, el modelo de protección social y la aparición de un nuevo modelo de familia.
Nosotros, ahora, nos hallamos en una transición sistémica que se inició a mediados de los años 90. A mediados de los 90, coincidiendo con el lanzamiento de Windows 95, empezó a aparecer una nueva filosofía cuyos principios se basan en elementos radicalmente nuevos: las TICs, el acceso al uso, la Tercera Vía en alguna de sus múltiples variantes, la posibilidad de controlar todos los órdenes de la vida a través de la tecnología, los cambios mentales que suponen los diferentes aspectos de la biotecnología, el nacimiento de la idea de responsabilidad tomando como marco al colectivo… Todo eso va a plasmarse en una nueva estructura, pero para que ello tenga lugar ha de producirse, al igual que en 1929, una crisis sistémica que lo posibilite.
En lo concreto, el desorden en el que está metido el planeta ya no es sostenible. Por ejemplo, no es sostenible que por cada dólar que en el mundo mueve la economía real, la financiera mueva más de 350, tampoco lo es el nivel de endeudamiento de familias y compañías, ni que se crezca partiendo de la base que será mañana cuando se pague ese crecimiento, ni que para crecer se tenga que utilizar la cantidad de recursos que se utilizan. Llega un momento en que, físicamente, se comprueba que esa estructura no se sostiene, y, en base a la nueva filosofía que está apareciendo, empieza a diseñarse una nueva estructura. Desgraciada, aunque habitualmente, eso se produce con unas muy elevadas tensiones. Lo que ahora estamos todos viviendo es el inicio de ese período de tensiones, y será en el 2010 cuando el estallido de tales tensiones se produzca.
A partir de ese estallido, de esa crisis, esa nueva estructura comenzará a ser implantada, y, tomando como referencia la historia pasada, a principios de la segunda década del siglo XXI su implantación deberá haber finalizado. El período revolucionario en el que la nueva estructura derriba a la vieja deberá extenderse hasta principios de la década de los cuarenta del presente siglo, sucediendo la fin definitiva del actual sistema en algún momento de los 2060s.
No es ni triste ni horrible, es así, y así viene sucediendo desde hace 2.000 años. El problema es que nos ha tocado a nosotros vivir una transición sistémica, algo que es todo menos cómodo, y para nosotros muy incómodo será debido a la absoluta importancia que lo económico hoy tiene en todos los órdenes de la vida.
¿Ha quedado claro lo que una crisis sistémica es?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.
Crisis
Santiago Niño Becerra
¿Por qué, ahora, una crisis?.
Varias personas que en los últimos meses me han leído u oído en los medios, me han preguntado y me continúan preguntando por el motivo de esta crisis, y, más aún, por el significado de ‘crisis sistémica’ que utilizo con profusión. De forma muy resumida trataré de exponerlo (quienes de Uds. ya lo sepan, salgan de aquí y accedan a otro apartado de lacartadelabolsa).
Como saben Uds. la palabra ‘crisis’ procede del griego y significa ‘cambio’, y un cambio no necesariamente debe ser a peor, de hecho, y repasando la evolución de la humanidad en los últimos 2.000 años, la tendencia indica un progreso continuado de la misma. El problema reside en que, por la propia idiosincrasia humana, esos cambios siempre, 1) acarrean altas dosis de algún tipo de violencia, y 2) dan lugar a situaciones radicalmente diferentes a las anteriores, lo que genera, de entrada, temor.
Siempre que se han producido esas crisis se ha producido un cambio de sistema económico-político-social, es decir que cuando el sistema anterior se ha agotado entra en crisis y, a partir de elementos que se han ido generando en sus últimos años de vida y cuya manifestación ha dado lugar a la crisis, nace un sistema nuevo.
Por ejemplo, eso es lo que sucedió entre en mediados del siglo XIII y la tercera década del siglo XIV. A mediados del siglo XIII, el Sistema Feudal ya había dado de si todo lo que de si podía dar. Apareció una nueva filosofía más acorde con las necesidades del momento, esa filosofía dio paso a una nueva estructuración económica, política y social, nueva estructura que entró en oposición con la existente y oposición que dio lugar a conflictos profundos, y de la que, evidentemente, salió triunfante la ‘nueva’. A finales del siglo XIII el viejo sistema muere y comienza a surgir uno nuevo en el que la razón de Estado comienza a imponerse sobre el poder religioso.
La última vez que algo así sucedió fue a mediados del siglo XVIII. El sistema Mercantilista basado en el comercio de compañías, en la monarquía absoluta y en la acumulación de metales preciosos, se hallaba agotado. Una nueva clase económica, la burguesía, necesitaba otro marco de referencia, y esa necesidad tuvo su reflejo en la expansión de una nueva filosofía: la Ilustración. Entre finales de la década de 1740 y principios de la de 1760, aparecen elementos filosóficos radicalmente nuevos: la separación de poderes, el papel del empirismo y el valor de la observación, las posibilidades del escepticismo, la necesidad de un acuerdo perdurable entre el pueblo y el Estado, la importancia del conocimiento…
Entre principios de los 1760s y finales de los 1770s, esa filosofía se plasma en una nueva estructura a raíz de dos elementos absolutamente novedosos: por un lado, el paso de un sistema de cultivos basado en tierras comunales a otro sustentado en la parcelación de las tierras; por otro, la invención de la máquina de vapor. A partir de aquí y hasta finales del siglo XVIII, se puso en marcha un proceso revolucionario a fin de derribar los antiguos principios; la Revolución Francesa fue el parangón de dicho proceso, pero lo importante, más que la revolución en sí, fue la tendencia destructiva que se instaló en todos los órdenes de la vida -aunque fuese reactiva y revisionista-. Llegado a este punto el sistema ya estaba herido de fin, agonía que no concluyó hasta principios de la segunda década del siglo XIX y cuya manifestación más violenta fueron las Guerras de Coalición. El Congreso de Viena de 1815 ordenó -mal- las cosas, pero suficientemente para que el nuevo sistema comenzase su andadura: el Sistema Capitalista.
Las crisis sistémicas no sólo se dan al final de la vida de los sistemas, también pueden darse cuando el sistema precisa de readaptaciones profundas a lo largo de su vida, y, por la misma razón, crisis cuyos efectos pueden ser dramáticos, no son crisis sistémicas debido a que, en gran medida, son crisis coyunturales. La crisis de 1680 fue horrenda, sobre todo para España, pero no fue una crisis sistémica: muy poco cambió en el planeta a raíz de la misma; sin embargo, la crisis de 1929 sí lo fue ya que ésta significó la entrada en escena de elementos radicalmente nuevos que han tenido profundos efectos, como por ejemplo, el modelo de protección social y la aparición de un nuevo modelo de familia.
Nosotros, ahora, nos hallamos en una transición sistémica que se inició a mediados de los años 90. A mediados de los 90, coincidiendo con el lanzamiento de Windows 95, empezó a aparecer una nueva filosofía cuyos principios se basan en elementos radicalmente nuevos: las TICs, el acceso al uso, la Tercera Vía en alguna de sus múltiples variantes, la posibilidad de controlar todos los órdenes de la vida a través de la tecnología, los cambios mentales que suponen los diferentes aspectos de la biotecnología, el nacimiento de la idea de responsabilidad tomando como marco al colectivo… Todo eso va a plasmarse en una nueva estructura, pero para que ello tenga lugar ha de producirse, al igual que en 1929, una crisis sistémica que lo posibilite.
En lo concreto, el desorden en el que está metido el planeta ya no es sostenible. Por ejemplo, no es sostenible que por cada dólar que en el mundo mueve la economía real, la financiera mueva más de 350, tampoco lo es el nivel de endeudamiento de familias y compañías, ni que se crezca partiendo de la base que será mañana cuando se pague ese crecimiento, ni que para crecer se tenga que utilizar la cantidad de recursos que se utilizan. Llega un momento en que, físicamente, se comprueba que esa estructura no se sostiene, y, en base a la nueva filosofía que está apareciendo, empieza a diseñarse una nueva estructura. Desgraciada, aunque habitualmente, eso se produce con unas muy elevadas tensiones. Lo que ahora estamos todos viviendo es el inicio de ese período de tensiones, y será en el 2010 cuando el estallido de tales tensiones se produzca.
A partir de ese estallido, de esa crisis, esa nueva estructura comenzará a ser implantada, y, tomando como referencia la historia pasada, a principios de la segunda década del siglo XXI su implantación deberá haber finalizado. El período revolucionario en el que la nueva estructura derriba a la vieja deberá extenderse hasta principios de la década de los cuarenta del presente siglo, sucediendo la fin definitiva del actual sistema en algún momento de los 2060s.
No es ni triste ni horrible, es así, y así viene sucediendo desde hace 2.000 años. El problema es que nos ha tocado a nosotros vivir una transición sistémica, algo que es todo menos cómodo, y para nosotros muy incómodo será debido a la absoluta importancia que lo económico hoy tiene en todos los órdenes de la vida.
¿Ha quedado claro lo que una crisis sistémica es?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.