¿A cuánta gente estamos lanzando a emprender para que se arruine?

Bartleby

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Me lo decía hace poco un conocido que trabaja en un banco: “Cada vez que pienso en las hipotecas que he dado alegremente, en los depósitos que he recomendado sin saber de lo que hablaba, en lo bien que me miraba antes la gente y lo mal que me mira ahora... Se me cae el alma a los pies”. En realidad ambos sabemos que él no tiene culpa, o que su culpa es mínima. Es un mero empleado de banca de provincias que ni pincha ni corta, y no movía un solo dedo sin que lo dijese su director. Pero no puede dejar de sentir remordimientos por haber contribuido, de manera indirecta, a construir algunas de las realidades que hoy conocemos.

A mí me pasa algo parecido con mi trabajo en medios de comunicación y todo este asunto del emprendimiento. Llevo cerca de cuatro años escribiendo sobre emprendimiento, nuevas startups, nacimiento de empresas y creación de empleo, y por delante de mí han pasado emprendedores de todo tipo: el que estaba convencido desde el principio, el que no se atrevía y finalmente se lanzó, el que aprovechó un despido para intentarlo, el que se lo ha encontrado casi de casualidad y también, cómo no, el que nunca se había planteado emprender pero lo está haciendo por desesperación.

¿Cuántas posibilidades hay de que un emprendedor se la pegue?

Cada vez que conozco a una de estas personas, sé que las probabilidades de que se la pegue son altísimas. Y esto no es malo (per se) ni ilógico, ojo. En un país en el que la mortalidad empresarial supera (en el mejor de los casos) el 20% un año después de su fundación, que un emprendedor se pegue el batacazo, lejos de ser raro, forma parte de la normalidad estadística. Sin embargo, muchos de los que emprenden no lo saben.

Muchos de los que emprenden lo hacen por una mezcla de necesidad, desesperación y -por qué no decirlo- oportunismo político. Como las cifras del paro no remontan (o lo hacen a un ritmo desesperantemente lento), hace años que nuestros políticos decidieron decirle a la gente que lo que tienen que hacer es emprender. Que el empleo no llega solo, oiga, y que si quiere trabajar deje de lloriquear, levante el trastero del sillón y monte su propia empresa. Y una vez que los tienen atrapados en ese discurso, pasan al optimismo: emprender no solo te dará un empleo, sino que además te hará crecer como profesional, te preparará para la vida, te hará mejor persona y hasta te crecerá el pelo (o lo que tú quieras que te crezca). Vamos, que emprender mola de narices.
Y no. De eso nada. Emprender es duro de narices. Efectivamente, te da un empleo (si te sale bien la cosa) y es muy probable que te convierta en una persona más independiente y mucho más preparada, pero también hay que enseñar la cara B de la cinta: emprender te quita (muchas) horas de tu vida, te roba momentos de sueño, te roba ratos con familia y amigos, te estresa, consume todos tus recursos y, hasta que las cosas salen bien (e incluso después), te genera una ansiedad inimaginable.

Un emprendedor no es un superhéroe, ni mucho menos, pero pasa muchas más penurias de las que algunos quieren contar. Yo llevo cuatro años como autónomo, soy socio de un par de empresas y sé que, pese a todo lo malo, no cambiaría ni un solo aspecto de mi vida. En realidad, yo sí que pienso que emprender mola, y mola muchísimo, pero no se me ocurre la estupidez de soltar una frase así, descontextualizada, en ningún foro público.
¿Qué responsabilidad tenemos los periodistas?
Por todos estos motivos, hace tiempo que decidí echar un poco el freno al hablar de emprendimiento. Si antes escribía con optimismo, ahora lo hago con precaución. Si antes quería contagiar de mi actitud a todos los posibles parados que se planteen emprender, ahora lo que quiero es prevenirles. Porque, si fracasan, no quiero ocupar sus rencores cuando piensen que nadie les contó la historia entera.

Esta pretendida autoprecaución (que aún tengo que seguir mejorando) a veces me ha causado el enfado de algún ministerio, donde parecían convencidos de que, cuando escribo, ando más preocupado de ver el lado malo de los datos que el bueno. Una vez, incluso, un político me llegó a decir que en realidad yo no quiero que España salga de la crisis, una enorme estupidez cuyo tamaño era inversamente proporcional a la capacidad intelectual de dicho sujeto. Lo que pasa es que, dentro de diez años (como mucho), ese político ya no ocupará su cargo. Y no es que dentro de diez años la situación social de nuestro país le vaya a dar igual, ni mucho menos, pero lo cierto es que nadie le pedirá ya responsabilidades por haber animado a todo Dios a emprender en un acto de evidente irresponsabilidad política.
Está claro que, si un emprendedor fracasa, lo cosa no tiene por qué ser culpa de nadie. Como mucho, será suya propia. Sin embargo, conviene que todos nos preguntemos qué parte de culpa tenemos los que hemos contribuido a que esa persona, que en realidad no tenía ni idea de lo que conlleva sacar adelante una empresa, se la haya pegado. Seguramente no seamos culpables de su error, pero quizá sí hayamos sido cómplices.


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Incitatus

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El texto es correcto en líneas generales.

Lo más difícil del emprender es tener una buena idea inicial, el concepto de la empresa. O sea: qué puedo ofrecer yo que la gente esté dispuesta a pagar para obtenerlo.

No hay mucha gente que sea capaz de esto.
 

Saluter

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Me lo decía hace poco un conocido que trabaja en un banco: “Cada vez que pienso en las hipotecas que he dado alegremente, en los depósitos que he recomendado sin saber de lo que hablaba, en lo bien que me miraba antes la gente y lo mal que me mira ahora... Se me cae el alma a los pies”. En realidad ambos sabemos que él no tiene culpa, o que su culpa es mínima. Es un mero empleado de banca de provincias que ni pincha ni corta, y no movía un solo dedo sin que lo dijese su director. Pero no puede dejar de sentir remordimientos por haber contribuido, de manera indirecta, a construir algunas de las realidades que hoy conocemos.
Si que tiene culpa o parte de culpa. Si sabía que no estaba haciendo bien y que estaba dando una información errónea a sus clientes, a mi no me vale con que el empleado "ni pincha ni corta" que "hacía lo que le dictaba el director".
jorobar, lo tenía fácil, que se hubiera levantado de la silla y se hubiese largado de ese trabajo si su conciencia no le permitía hacer ese trabajo, pero algo me huele de que su conciencia si que se lo permitía.
Por eso no es de extrañar que luego sintiese remordimientos.
En esta sociedad todos han colaborao como perros en la burbuja y la crisis y se han callao como pilinguis. Desde el vendedor hasta el comprador.
 
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Ajoporro

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Montas un negocio y procuras pillar al banco a la más mínima oportunidad, no le pagas a la SS, ni a Hacienda, ni a las eléctricas .... haces todo el mal que puedas y te llevas toas las perras en oscuro .. al Banco lchón. Te agencias una buena clasificación en CYC ... compras ... compras ... compras como un descosido y vendes todo en oscuro ... oscuro y al contado .. en billetes, te declaras en suspensión de pagos y que vengan jueces y administradores concursales a pedirte responsabilidades. Al banco, lo que te den.

Una vez me dijeron que hay por ahí, creo que por Levante, una oficina de abogados golfos, que te venden empresas fantasma con buenas clasificaciones en las Compañías de seguros de riesgo .. vamos, pa pegar un buen pelotazo.

Pero bueno .. qué les voy a contar yo a ustedes que no sepan ya .. seguro que en este foro hay auténticos maestro en el arte del trileo ...
 

D-Fens

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Si que tiene culpa o parte de culpa. Si sabía que no estaba haciendo bien y que estaba dando una información errónea a sus clientes, a mi no me vale con que el empleado "ni pincha ni corta" que "hacía lo que le dictaba el director".
jorobar, lo tenía fácil, que se hubiera levantado de la silla y se hubiese largado de ese trabajo si su conciencia no le permitía hacer ese trabajo, pero algo me huele de que su conciencia si que se lo permitía.
Por eso no es de extrañar que luego sintiese remordimientos.
Pues claro que es culpable. Salvando las distancias, ese argumento es el mismo que daban los militares nazis cuando se cargaban a los judíos, "yo sólo obedecía órdenes".
 

payasete

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¡Claro que sí!, ¡que no emprenda nadie!. Mucho mejor vivir de las paguitas, más cómodo y menos arriesgado. Donde va a parar.
 

Desi

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Yo veo negocios que se abren en mi barrio, de los que tengo clarísimo que no van a funcionar, y el tiempo acaba dándome la razón, acaban cerrando al cabo de un añito o dos.
Creo que es fruto de la desesperación el que la gente abre negocios con un altísimo riesgo de fracaso, y me sabe muy mal presenciarlo.
 

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Mi opinión la he expresado en el foro de ese artículo.

No se le está formando a nadie para que aprenda a salirse del emprendimiento sin entre otras cosas tener que suicidarse. Hay una auténtica ola positivista-ilusa para que la gente emprenda fomentada desde arriba para mantener el chiringuito.

El porcentaje de fracaso es de un 83% en los cuatro primeros años, es decir solo un 17% de negocios tienen éxito y no han muerto, que en eso consiste el éxito, en esos cuatro primeros años. Eso no significa que a un plazo algo más largo no mueran.

A mucha gente la están dejando jodida financiera y emocionalmente de por vida.

Sinverguenzas HDLGP
 

Gonzalor

Bomb Rider
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Donde el FEO perdió el cubreboca
Yo veo negocios que se abren en mi barrio, de los que tengo clarísimo que no van a funcionar, y el tiempo acaba dándome la razón, acaban cerrando al cabo de un añito o dos.
Creo que es fruto de la desesperación el que la gente abre negocios con un altísimo riesgo de fracaso, y me sabe muy mal presenciarlo.
Muchos inician negocios sin tener ni idea y sin hacer el menor estudio de viabilidad. Se creen que ser empresario es más fácil que ser trabajador y que el único requisito es disponer del capital inicial. Tengo muchos amigos que se han dado castañazos de órdago por esto.