¿Qué significa ser liberal?

robergarc

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Imprescindible artículo, pleno de sensatez y moderación y alejado de fanatismo, de Carlos Alberto Montaner en El Cato. Fue su discurso en la UFM hace apenas cinco años.

¿Qué significa ser liberal?​

El liberalismo parte de una hipótesis filosófica, casi religiosa, que postula la existencia de derechos naturales que no se pueden conculcar porque no se deben al Estado ni a la magnanimidad de los gobiernos sino a la condición especial de los seres humanos. Esa es la piedra angular sobre la que descansa todo el edificio teórico, y se le atribuye a los estoicos y al fundador de esa escuela, Zenón de Citia, quien defendió que los derechos no provenían de la fratría a la que se pertenecía o de la ciudad en la que se había nacido, sino del carácter racional y diferente a las demás criaturas que poseen las personas.

Antes de definir qué es el liberalismo, qué es ser liberal, y cuáles son los fundamentos básicos en los que coinciden los liberales, es conveniente advertir que no estamos ante un dogma sagrado, sino frente a varias creencias básicas deducidas de la experiencia y no de hipótesis abstractas, como ocurría, por ejemplo, con el marxismo.

Esto es importante establecerlo ab initio, porque se debe rechazar la errada suposición de que el liberalismo es una ideología. Una ideología es siempre una concepción del acontecer humano —de su historia, de su forma de realizar las transacciones, de la manera en que deberían hacerse—, concepción que parte del rígido criterio de que el ideólogo conoce de dónde viene la humanidad, por qué se desplaza en esa dirección y hacia dónde debe ir. De ahí que toda ideología, por definición, sea un tratado de «ingeniería social», y cada ideólogo sea, a su vez, un «ingeniero social». Alguien consagrado a la siempre peligrosa tarea de crear «hombres nuevos», personas no contaminadas por las huellas del antiguo régimen. Alguien dedicado a guiar a la tribu hacia una tierra prometida cuya ubicación le ha sido revelada por los escritos sagrados de ciertos «pensadores de lámpara», como les llamara José Martí a esos filósofos de laboratorio en permanente desencuentro con la vida. Sólo que esa actitud, a la que no sería descaminado calificar como moisenismo, lamentablemente suele dar lugar a grandes catástrofes, y en ella está, como señalara Popper, el origen del totalitarismo. Cuando alguien disiente, o cuando alguien trata de escapar del luminoso y fantástico proyecto diseñado por el «ingeniero social», es el momento de apelar a los paredones, a los calabozos, y al ocultamiento sistemático de la verdad. Lo importante es que los libros sagrados, como sucedía dentro del método escolástico, nunca resulten desmentidos.

Un liberal, en cambio, lejos de partir de libros sagrados para reformar a la especie humana y conducirla al paraíso terrenal, se limita a extraer consecuencias de lo que observa en la sociedad, y luego propone instituciones que probablemente contribuyan a alentar la ocurrencia de ciertos comportamientos benéficos para la mayoría. Un liberal tiene que someter su conducta a la tolerancia de los demás criterios y debe estar siempre dispuesto a convivir con lo que no le gusta. Un liberal no sabe hacia dónde marcha la humanidad y no se propone, por lo tanto, guiarla a sitio alguno. Ese destino tendrá que forjarlo libremente cada generación de acuerdo con lo que en cada momento le parezca conveniente hacer.

Al margen de las advertencias y actitudes anteriormente consignadas, una definición de los rasgos que perfilan la cosmovisión liberal debe comenzar por una referencia al constitucionalismo. En efecto, John Locke, a quien pudiéramos calificar como «padre del liberalismo político», tras contemplar los desastres de Inglaterra a fines del siglo XVII, cuando la autoridad real británica absoluta entró en su crisis definitiva, dedujo que, para evitar las guerras civiles, la dictadura de los tiranos, o los excesos de la soberanía popular, era conveniente fragmentar la autoridad en diversos «poderes», además de depositar la legitimidad de gobernantes y gobernados en un texto constitucional que salvaguardara los derechos inalienables de las personas, dando lugar a lo que luego se llamaría un Estado de Derecho. Es decir, una sociedad racionalmente organizada, que dirime pacíficamente sus conflictos mediante leyes imparciales que en ningún caso pueden conculcar los derechos fundamentales de los individuos. Y no andaba descaminado el padre Locke: la experiencia ha demostrado que las veinticinco sociedades más prósperas y felices del planeta son, precisamente, aquellas que han conseguido congregarse en torno a constituciones que presiden todos los actos de la comunidad y garantizan la transmisión organizada y legítima de la autoridad mediante consultas democráticas.

Otro británico, Adam Smith, un siglo más tarde, siguió el mismo camino deductivo para inferir su predilección por el mercado. ¿Cómo era posible, sin que nadie lo coordinara, que las panaderías de Londres —entonces el 80% del gasto familiar se dedicaba a pan— supiesen cuánto pan producir, de manera que no se horneara ni más ni menos harina de trigo que la necesaria para no perder ventas o para no llenar los anaqueles de inservible pan viejo? ¿Cómo se establecían precios más o menos uniformes para tan necesario alimento sin la mediación de la autoridad? ¿Por qué los panaderos, en defensa de sus intereses egoístas, no subían el precio del pan ilimitadamente y se aprovechaban de la perentoria necesidad de alimentarse que tenía la clientela?

Todo eso lo explicaba el mercado. El mercado era un sistema autónomo de producir bienes y servicios, no controlado por nadie, que generaba un orden económico espontáneo, impulsado por la búsqueda del beneficio personal, pero autorregulado por un cierto equilibrio natural provocado por las relaciones de conveniencia surgidas de las transacciones entre la oferta y la demanda. Los precios, a su vez, constituían un modo de información. Los precios no eran «justos» o «injustos», simplemente, eran el lenguaje con que funcionaba ese delicado sistema, múltiple y mutante, con arreglo a los imponderables deseos, necesidades e informaciones que mutua e incesantemente se transmitían los consumidores y productores. Ahí radicaba el secreto y la fuerza de la economía capitalista: en el mercado. Y mientras menos interfirieran en él los poderes públicos, mejor funcionaría, puesto que cada interferencia, cada manipulación de los precios, creaba una distorsión, por pequeña que fuera, que afectaba a todos los aspectos de la economía.

Otro de los principios básicos que aúnan a los liberales es el respeto por la propiedad privada. Actitud que no se deriva de una concepción dogmática contraria a la solidaridad —como suelen afirmar los adversarios del liberalismo—, sino de otra observación extraída de la realidad y de disquisiciones asentadas en la ética: al margen de la manifiesta superioridad para producir bienes y servicios que se da en el capitalismo cuando se le contrasta con el socialismo, donde no hay propiedad privada no existen las libertades individuales, pues todos estamos en manos de un Estado que nos dispensa y administra arbitrariamente los medios para que subsistamos (o perezcamos). El derecho a la propiedad privada, por otra parte, como no se cansó de escribir Murray N. Rothbard —siguiendo de cerca el pensamiento de Locke—, se apoyaba en un fundamento moral incontestable: si todo hombre, por el hecho de serlo, nacía libre, y si era libre y dueño de su persona para hacer con su vida lo que deseara, la riqueza que creara con su trabajo le pertenecía a él y a ningún otro.

¿En qué más creen los liberales? Obviamente, en el valor básico que le da nombre y sentido al grupo: la libertad individual. Libertad que se puede definir como un modo de relación con los demás en el que la persona puede tomar la mayor parte de las decisiones que afectan su vida dentro de las limitaciones que dicta la realidad. Le toca a ella decidir las creencias que asume o rechaza, el lugar en el que quiere vivir, el trabajo o la profesión que desea ejercer, el círculo de sus amistades y afectos, los bienes que adquiere o que enajena, el «estilo» que desea darle a su vida y —por supuesto— la participación directa o indirecta en el manejo de eso a lo que se llama «la cosa pública».

Esa libertad individual está —claro— indisolublemente ligada a la responsabilidad individual. Un buen liberal sabe exigir sus derechos, pero no rehúye sus deberes, pues admite que se trata de las dos caras de la misma moneda. Los asume plenamente, pues entiende que sólo pueden ser libres las sociedades que saben ser responsables, convicción que debe ir mucho más allá de una hermosa petición de principios.

¿Qué otros elementos liberales, realmente fundamentales, habría que añadir a este breve inventario? Pocas cosas, pero acaso muy relevantes: un buen liberal tendrá perfectamente clara cuál debe ser su relación con el poder. Es él, como ciudadano, quien manda, y es el gobierno quien obedece. Es él quien vigila, y es el gobierno quien resulta vigilado. Los funcionarios, electos o designados —da exactamente igual—, se pagan con el erario público, lo que automáticamente los convierte —o los debiera convertir— en servidores públicos sujetos al implacable escrutinio de los medios de comunicación, y a la auditoría constante de las instituciones pertinentes.

Por último: la experiencia demuestra que es mejor fragmentar la autoridad, para que quienes tomen decisiones que afecten a la comunidad estén más cerca de los que se vean afectados por esas acciones. Esa proximidad suele traducirse en mejores formas de gobierno. De ahí la predilección liberal por el parlamentarismo, el federalismo o la representación proporcional, y de ahí el peso decisivo que el liberal defiende para las ciudades o municipios. De lo que se trata es de que los poderes públicos no sean más que los necesarios, y que la rendición de cuentas sea mucho más sencilla y transparente.

¿Qué creen, en suma, los liberales? Vale la pena concretarlo ahora de manera sintética. Los liberales sostenemos ocho creencias fundamentales extraídas, insisto, de la experiencia, y todas ellas pueden recitarse casi con la cadencia de una oración laica:

Creemos en la libertad y la responsabilidad individuales como valores supremos de la comunidad.

Creemos en la importancia de la tolerancia y en la aceptación de las diferencias y la pluralidad como virtudes esenciales para preservar la convivencia pacífica.

Creemos en la existencia de la propiedad privada, y en una legislación que la ampare, para que ambas —libertad y responsabilidad— puedan ser realmente ejercidas.

Creemos en la convivencia dentro de un Estado de Derecho regido por una Constitución que salvaguarde los derechos inalienables de la persona y en la que las leyes sean neutrales y universales para fomentar la meritocracia y que nadie tenga privilegios.

Creemos en que el mercado —un mercado abierto a la competencia y sin controles de precios— es la forma más eficaz de realizar las transacciones económicas y de asignar recursos. Al menos, mucho más eficaz y moralmente justa que la arbitraria designación de ganadores y perdedores que se da en las sociedades colectivistas diseñadas por “ingenieros sociales” y dirigidas por comisarios.

Creemos en la supremacía de una sociedad civil formada por ciudadanos, no por súbditos, que voluntaria y libremente segrega cierto tipo de Estado para su disfrute y beneficio, y no al revés.

Creemos en la democracia representativa como método para la toma de decisiones colectivas, con garantías de que los derechos de la minorías no puedan ser atropellados.

Creemos en que el gobierno —mientras menos, mejor—, siempre compuesto por servidores públicos, totalmente obediente a las leyes, debe rendir cuentas con arreglo a la ley y estar sujeto a la inspección constante de los ciudadanos.

Quien suscriba estos ocho criterios es un liberal. Se puede ser un convencido militante de la Escuela austriaca fundada por Carl Menger; se puede ser ilusionadamente monetarista, como Milton Friedman, o institucionalista, como Ronald Coase y Douglass North; se puede ser culturalista, como Gary Becker y Larry Harrison; se puede creer en la conveniencia de suprimir los «bancos de emisión», como Hayek, o predicar la vuelta al patrón oro, como prescribía Mises; se puede pensar, como los peruanos Enrique Ghersi o Álvaro Vargas Llosa, neorrusonianos sin advertirlo, en que cualquier forma de instrucción pública pudiera llegar a ser contraria a los intereses de los individuos; o se puede poner el acento en la labor fiscalizadora de la «acción pública», como han hecho James Buchanan y sus discípulos, pero esas escuelas y criterios sólo constituyen los matices y las opiniones de un permanente debate que existe en el seno del liberalismo, no la sustancia de un pensamiento liberal muy rico, complejo y variado, con varios siglos de existencia constantemente enriquecida, ideario que se fundamenta en la ética, la filosofía, el derecho y -naturalmente- en la economía. Lo básico, lo que define y unifica a los liberales, más allá de las enjundiosas polémicas que pueden contemplarse o escucharse en diversas escuelas, seminarios o ilustres cenáculos del prestigio de la Sociedad Mont Pélerin, son esas ocho creencias antes consignadas. Ahí está la clave.
¿Qué significa ser liberal? | elcato.org

El último párrafo es oro puro, que deshace entuertos y resuelve disputas imposibles.

Todo eso es ser liberal. Nada menos.
 

Caduki

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Creemos en la convivencia dentro de un Estado de Derecho regido por una Constitución que salvaguarde los derechos inalienables de la persona y en la que las leyes sean neutrales y universales para fomentar la meritocracia y que nadie tenga privilegios.

Muy bien.Es justo.
¿el nieto de Botín competirá en las mismas condiciones que el nacido en una chabola de un poblado etniano?
 

Ariete

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Destruir al estado para llevarnos a una nueva edad de piedra, donde el mas fuerte robe, apalee y mate al mas débil.
 

sociedadponzi

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no se puede decir que:

Creemos en la existencia de la propiedad privada, y en una legislación que la ampare, para que ambas —libertad y responsabilidad— puedan ser realmente ejercidas.

[...]

Creemos en que el mercado —un mercado abierto a la competencia y sin controles de precios

y a la vez incluir a Friedman como liberal, potenciador del robo fiat keynesiano. Aunque, bueno, el diccionario, que es de lo que se trata, traga de todo. Para el diccionario cualquier termino puede ser una cosa y su contraria, por ejemplo huesped. El autor hace mas una descripcion historica que ontologica del concepto (lo cual me sugiere que no lo tiene muy claro).

Creo que no se puede definir liberal sin sacar la libertad negativa y positiva al debate. Por ultimo, si alguien quiere entender de forma practica La Ley Natural, lo tiene muy facil: que viva en 10 lugares distintos con diferencias culturales.
 
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Janus

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Creemos que los ladrones y corruptos irán a la guandoca en vez de ser reelegidos constantemente. El ser liberal conlleva tener un equilibrio eficaz entre inteligencia, energía para hacer cosas e integridad para ser justos. España no es liberal. Fin de la cita.
 

Carlx

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1 Parece que este señor es liberal minarquista, por tanto debe de decir donde establece el límite a la intervención del Estado.

2 Si pregona la democracia tiene que explicar donde pone el límite entre esta, eminentemente colectivista y la libertad individual de los ciudadanos.

3 Tiene que explicar que entiende por libertad, el concepto de libertad tiene que ir siempre acompañado de un ¿ para que?

4 La propiedad privada de los medios de producción no es una ley natural, es ideología y nació con el Capitalismo. Necesita leer más antropología e historia.

5 No se a que viene citar a Marx y los marxistas y ponerlos como totalitarios. Si quiere decir que Stalin, Pol Pot, Mao o Fidel por decir algunos siguieron las ideas de Marx este hombre o es un indocumentado de primer nivel o está mintiendo.

PD - Dicho esto me parecen mucho más interesantes intelectualmente los liberales clásicos minarquistas como este hombre que los freaks anarcocapitalistas a los que no hay por donde coger. Pero ambos tienen un problema, no entienden al ser humano y por tanto tampoco a las sociedades humanas.
 
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Tusade

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Creemos en la convivencia dentro de un Estado de Derecho regido por una Constitución que salvaguarde los derechos inalienables de la persona y en la que las leyes sean neutrales y universales para fomentar la meritocracia y que nadie tenga privilegios.

Muy bien.Es justo.
¿el nieto de Botín competirá en las mismas condiciones que el nacido en una chabola de un poblado etniano?
Aunque le des tu sueldo entero a un pobre, seguirá siendo pobre.

De no ser cierto lo anterior, todos los intentos de repartir riqueza hubieran funcionado en vez de fomentar la corrupción y la ociosidad como siempre sucedía.

---------- Post added 16-mar-2014 at 02:05 ----------

1 Parece que este señor es liberal minarquista, por tanto debe de decir donde establece el límite a la intervención del Estado.

2 Si pregona la democracia tiene que explicar donde pone el límite entre esta, eminentemente colectivista y la libertad individual de los ciudadanos.

3 Tiene que explicar que entiende por libertad, el concepto de libertad tiene que ir siempre acompañado de un ¿ para que?

4 La propiedad privada de los medios de producción no es una ley natural, es ideología y nació con el Capitalismo. Necesita leer más antropología e historia.

5 No se a que viene citar a Marx y los marxistas y ponerlos como totalitarios. Si quiere decir que Stalin, Pol Pot, Mao o Fidel por decir algunos siguieron las ideas de Marx este hombre o es un indocumentado de primer nivel o está mintiendo.
Los marxistas siempre son totalitarios, desde el momento que quieren manejar el dinero y la vida de millones de personas para no se sabe muy bien qué.
 
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Carlx

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Tusade Los marxistas siempre son totalitarios dijo:
Ah si?, puedes enlazarme algún texto totalitario de Marx?

Puedes hacer lo mismo con alguien que tu consideres marxista y decirme porque crees que lo es?

PD - Manejar el dinero y la vida de las personas, te refieres al sector financiero y a las grandes corporaciones?
Son también marxistas?
 
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Marpozuelo

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Los peores enemigos de la libertad son los propios liberales. No se puede ejercer la libertad sin medios y recursos.

Por eso, si alguien de verdad quiere la libertad, ha de votar social-democracia.
 

MariaL.

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Destruir al estado para llevarnos a una nueva edad de piedra, donde el mas fuerte robe, apalee y mate al mas débil.
Destruir el Estado para darnos una nueva realidad, para darnos la oportunidad, de elegir que no hemos tenido, pues nos han dado todo ya construido y no nos dejaron siquiera pensar por un momento, que la construcción podía no ser buena.

Cuando naces, naces dentro de una sociedad, con un sistema, con unos principios y unas verdades incuestionables. Y el Estado es una de ellas. Pero todas las sociedades tienen un momento en que tienen que cuestionar todas esas verdades

Una de esas verdades es que fuera del Estado sólo queda la ley del más fuerte. Nos la han grabado a hierro cadente, pero hay que cuestionarla, si no la cuestionas siquiera, simplemente aceptas las verdades que te han vendido, aceptas que es así porque hace 6.000 años alguien puso las bases de esto mientras hacía muros de contención de agua y hace 30 años, ni siquiera se plantearon la idea de hacer otra cosa, pensaron: vamos a modernizarlo, incapaces de pensar: es lo que queremos? o con demasiado miedo para ser capaces de planteárselo o pensarlo.

---------- Post added 16-mar-2014 at 08:19 ----------

1 Parece que este señor es liberal minarquista, por tanto debe de decir donde establece el límite a la intervención del Estado.

2 Si pregona la democracia tiene que explicar donde pone el límite entre esta, eminentemente colectivista y la libertad individual de los ciudadanos.

3 Tiene que explicar que entiende por libertad, el concepto de libertad tiene que ir siempre acompañado de un ¿ para que?

4 La propiedad privada de los medios de producción no es una ley natural, es ideología y nació con el Capitalismo. Necesita leer más antropología e historia.

5 No se a que viene citar a Marx y los marxistas y ponerlos como totalitarios. Si quiere decir que Stalin, Pol Pot, Mao o Fidel por decir algunos siguieron las ideas de Marx este hombre o es un indocumentado de primer nivel o está mintiendo.

PD - Dicho esto me parecen mucho más interesantes intelectualmente los liberales clásicos minarquistas como este hombre que los freaks anarcocapitalistas a los que no hay por donde coger. Pero ambos tienen un problema, no entienden al ser humano y por tanto tampoco a las sociedades humanas.
A mi el texto me parece que está bien estructurado, porque la única pretensión que tiene es hacer unos mínimos que puedan delimitar quien es y quien no liberal intentando incluir al máximo de gente que cree que lo es.

Respecto a la ley natural sí. Donde el liberalismo patina y cae en el ridículo es ahí. Ser una religión sin declarse religión.... Le quita toda la seriedad. O reconoce su parte religiosa o reconoce que la ley natural es una idea filosófica que parte de unas premisas éticas no demostradas y que le falta unos conocimientos que la ciencia aún no ha dado y ellos inventan. Además que es un concepto filosófico donde todo cabe, dependiendo de como lo definas, por tanto un liberal que considera la ley natural como todo cuanto atenta a la biología estará en un extremo vs otro liberal que pretenda poner la racionalidad por encima del concepto biológico. Ambos son incompatibles. Por lo tanto al final sólo les queda elegir entre ser religión o filosofía y en este último caso, reconocer que tendrían que tomar decisiones irresolubles.

---------- Post added 16-mar-2014 at 08:21 ----------

Aunque le des tu sueldo entero a un pobre, seguirá siendo pobre.

De no ser cierto lo anterior, todos los intentos de repartir riqueza hubieran funcionado en vez de fomentar la corrupción y la ociosidad como siempre sucedía.
Las primeras sociedades humanas que conocemos, repartían la riqueza sin dar lugar ni a corrupción ni a ociosidad. Simplemente fueron lo suficientemente inteligentes para hacer sistema simples donde no tenía cabida tal cosa. Las cosas no se dan cuando no hay oportunidad.

Coloca esa misma gente en otro sistema e igual te llevas un susto, el aquí rico es el allí pobre y viceversa...
 
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Cosmopolita

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Es creer que la felicidad de individuo hace que la sociedad sea feliz.No tratar a la sociedad como un inmenso mar de clases sino un conjunto de individualidades.

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TarragonaLLiure

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Conozco a muchos paladines del mercado: que cual se enfrente al mercado en condiciones de igualdad y que sea este, el que retribuya en función de las capacidades y esfuerzos de cada uno y el bla, bla, bla, acostumbrado.

Pero os diré una cosa, la mayor preocupación de todos todos estos paladines es mirar el día uno de cada mes, que les han ingresado una jugosa nómina pública y regulada en el BOE, a cambio de un trabajo siempre descansado y cómodo.

En esto, nuestro querido paladin liberal Robergarc tampoco es una excepción.

Supongo que comparte claustro con compañeros, dedicados al postureo comunista, progre, o lo que se encarte, eso si, todo ellos pontificando desde el calorcillo de un puesto de trabajo vitalicio, protegido, inamovible y retribuido generosamente.

La biografía de la mayoría de personajes de autoridad que cita, es más de lo mismo.

Hale iros a tomar por trastero, unos y otros.

Dicho con el máximo respeto y cariño. Por supuesto.
 

Malthus

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Todo esto tiene un problema de base, la competencia perfecta es un supuesto teórico que sólo se da en el papel. A partir de ahí, toda esta parrafada no es sino basura, un marco filosófico que pretende amparar y justificar los abusos de los más fuertes sobre los más débiles.
 

Da Grappla Reloaded

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No voy a entrar en cuestión de que Carlos Alberto Montaner dice una cosa y luego le da un besito a Esperanza Aguirre. Aquello de llámese como si vista o vístase como se llame, no se lo aplica. Es puro ad hominem, así que paso. Siempre me suele gustar leerle al fin y al cabo y la conferencia que dio en la UFM es buenísima, especialmente la disección de la política sudamericana.

Hay muchísima gente que es liberal sin saberlo, sin haber echado un vistazo a un libro de Von Mises o saber quién cachopo fue John Stuart Mill ni falta que le hace. Es más, solamente hay dos tipos de personas; los liberales (en el amplísimo sentido de la palabra) y los perversoss.

Desde que uno es pequeño sabe si le gusta que le manden o no, y en caso de que no, si quiere él gobernar a otros, someterles a su capricho, o no. En caso de no tener ganas de que otros le dicten su vida ni de querer él ser el dueño de la voluntad ajena, tenemos a un liberal. Que luego se concrete como anarquista si es muy utópico, ácrata si lo es un pizquito menos o liberal si es muy pragmático, es cuestión de matices y de lecturas y vivencias concretas.

El resto de la Humanidad, es mezquina y moralmente inferior.



Todo esto tiene un problema de base, la competencia perfecta es un supuesto teórico que sólo se da en el papel. A partir de ahí, toda esta parrafada no es sino basura, un marco filosófico que pretende amparar y justificar los abusos de los más fuertes sobre los más débiles.
Tiene ud. razón, el Estado abusa muchísimo de los empresarios.